La Misa: Cena o Sacrificio

Este artículo se basa en las enseñanzas del Monseñor Marcel Lefebvre de su lIbro “La Misa Nueva”. A través de sus palabras, se profundiza en el significado de la Misa para comprenderla.

El propósito de estas líneas es iluminar la verdad sobre el Santo Sacrificio de la Misa, un misterio de nuestra fe que, lamentablemente, muchos han perdido de vista. El articulo se enfoca en: la Misa como verdadero Sacrificio y la Real Presencia de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.

La Misa es ¿Cena Eucarística o Sacrificio de Salvación?

La pregunta que debemos plantearnos hoy, a la luz de los cambios litúrgicos que hemos visto, es si la Misa es un mero banquete, una “cena eucarística”, como muchos la llaman, o si es el Sacrificio de la Cruz que se renueva en el altar. Los protestantes, en el siglo XVI, negaron el Sacrificio de la Misa, reduciéndola a un simple memorial de la Última Cena. Para ellos, Cristo se sacrificó una vez, y su sacrificio es solo conmemorado. Sin embargo, la Iglesia Católica, desde sus orígenes, siempre ha enseñado que la Misa es sustancialmente el mismo y único Sacrificio de la Cruz, pero ofrecido de manera incruenta, es decir, sin derramamiento de sangre.

Esto es de vital importancia. Si la Misa es solo una conmemoración, entonces ya no hay necesidad de un altar, sino de una simple mesa. Ya no hay necesidad de un sacerdote con un poder sacramental especial para ofrecer el sacrificio, sino de un “presidente de la asamblea” que simplemente preside una comida comunitaria. Esta visión es la que, según el Arzobispo Lefebvre, es “una de las causas más importantes del cisma que se ha creado entre nosotros y los protestantes”. Si cedemos en este punto, todo el edificio de la Iglesia podría derrumbarse.

El Concilio de Trento, en el siglo XVI, definió el dogma del Sacrificio de la Misa de manera clara e inmutable. Afirmó que la Misa es “un verdadero y propio sacrificio propiciatorio” que “no disminuye en nada el Sacrificio de la Cruz, sino que lo renueva”. Cristo, nuestro Sacerdote Eterno, ofreció su cuerpo en el Calvario, y en la Misa, Él mismo es la víctima, y también el Sacerdote que se ofrece a sí mismo a Dios Padre. El sacerdote, el que veis en el altar, actúa “in persona Christi”, en la persona de Cristo, lo que le permite ofrecer el mismo Sacrificio por los pecados de la humanidad. Por esto, la Misa de Siempre es un culto de adoración a Dios Padre, el Creador de todas las cosas, que ha elegido un solo medio para reconciliarse con la humanidad: el Sacrificio de su Hijo Unigénito.

La Misa no es una cena fraternal; es un acto de adoración. Los sacerdotes y los fieles debemos ofrecer este sacrificio de una manera que refleje su seriedad y santidad. Si la Misa no es un Sacrificio, si el sacerdote no es más que un “presidente”, y si los fieles pueden comportarse como en una asamblea laica, entonces la Iglesia ha adoptado una mentalidad protestante y ha abandonado la fe de siempre.

La Transubstanciación y la Real Presencia: El Corazón de la Misa

El Sacrificio de la Misa es imposible sin la Real Presencia de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía. Esta presencia no es simbólica o figurativa, sino real y sustancial. La Iglesia ha enseñado desde siempre que en la Misa, en el momento de la Consagración, ocurre la Transubstanciación. Esto significa que la sustancia del pan y del vino se convierte milagrosamente en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, mientras que los accidentes (la apariencia, el sabor, el olor) permanecen.

La Transubstanciación es la piedra angular de nuestra fe eucarística. Si la negamos, no hay Presencia Real. Y sin la Presencia Real, no hay Sacrificio de la Misa. La Misa se convertiría en un simple ritual vacío, una ceremonia sin contenido. La fe en la Presencia Real es lo que diferencia nuestra adoración de la de otras religiones y lo que hace de la Iglesia Católica la única poseedora de este Sacramento.

Monseñor Lefebvre explica que si el sacerdote no tiene la intención de hacer lo que la Iglesia ha hecho desde siempre, es decir, convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entonces el Sacramento es inválido. Por desgracia, la negación de la Transubstanciación ha sido un error teológico desde los inicios de la herejía. San Juan Crisóstomo nos recordaba que el Sacerdote no inventa las palabras, sino que, como un heraldo, las repite, porque si el Sacerdote mismo creara las palabras de la Misa, sería un mero mortal incapaz de realizar tal milagro. Es la Misa la que produce a los sacerdotes, no los sacerdotes a la Misa. Si la Misa deja de ser sacrificio, los sacerdotes que salgan de ella ya no serán sacerdotes en el sentido católico.

La fe en la Real Presencia es la causa de todas las genuflexiones, las postraciones, la adoración eucarística, el uso de sagrarios y la veneración de las Sagradas Formas. El libro de Mons. Lefebvre relata un conmovedor ejemplo del Beato Carlos de Foucauld, quien decía que “cuando arrodillamos delante del Santísimo Sacramento, debemos tener los mismos sentimientos que si viésemos a Jesucristo caminando en la carretera de Judea, como si nos encontrásemos con Él en las calles”.

La Liturgia como un Camino hacia la Santidad

La liturgia tradicional no es un capricho estético, sino un camino hacia la santidad. Es la expresión externa de la fe interna. La liturgia tradicional de la Misa nos recuerda constantemente que estamos participando en un evento sagrado, el Sacrificio de Cristo, no en un evento social. La liturgia de siempre, con sus oraciones, gestos y ritos, está diseñada para enfatizar la naturaleza sacrificial de la Misa, la Transubstanciación y la Presencia Real, elevando nuestras mentes y corazones a Dios.

Si la Misa se convierte en una mera reunión o una comida, el peligro es que no solamente se pierda la fe, sino que el alma se aparte de la gracia. La fe no es un sentimiento o un pensamiento; es una certeza que requiere adoración. Si no adoramos, no tenemos fe. El culto católico es la expresión de nuestra fe. Es la creencia en el Sacrificio de la Misa y en la Presencia Real lo que ha impulsado a los fieles durante siglos a ir a la iglesia.

La Misa es Sacrificio de Cristo

La Misa de siempre no es solo una opción para aquellos que buscan una liturgia más “tradicional”, sino la expresión más completa y fiel del Sacrificio de Cristo.

Para los sacerdotes: ¿tienen la intención de hacer lo que la Iglesia ha hecho siempre? ¿Tienen la intención de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo?

Para los laicos: busquen una Misa donde se celebre el Sacrificio de la Cruz, donde se respete la Presencia Real y donde el sacerdote actúe como un verdadero mediador entre Dios y los hombres (Misa Tridentina o Tradicional)

La fe en el Sacrificio de la Misa y la Real Presencia son los pilares de la Iglesia Católica. Debemos defenderlos y vivir nuestra fe de acuerdo con ellos. La Misa no es un evento social, sino el momento en que el cielo y la tierra se unen para ofrecer la más perfecta de las oraciones.

Que Dios nos conceda la gracia de apreciar este don y de defenderlo con la devoción y el amor que merece.

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