La Postura de Rodillas: Un Acto de Adoración

Cuando entramos en una iglesia, a menudo nos preguntamos qué nos diferencia de cualquier otra asamblea. La respuesta no se encuentra solo en las paredes sagradas o en los objetos litúrgicos, sino en la manera en que nos comportamos. Nuestra postura corporal en la Misa no es un asunto de preferencia personal, sino una expresión profunda de nuestra fe. La forma en que nos arrodillamos, nos inclinamos y nos ponemos de pie es una manifestación externa de una convicción interna: la Real Presencia de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Monseñor Marcel Lefebvre en su lIbro “La Misa Nueva”., aborda este tema con gran claridad, preguntándose por qué la gente permanecería de pie ante el Santísimo Sacramento, cuando la Sagrada Escritura nos dice que “al nombre de Jesús, dóblese toda rodilla” (Filipenses 2:10).

La Postura de Rodillas: Un Acto de Adoración

La postura de rodillas es, por excelencia, la postura de la adoración en la tradición cristiana. Nos arrodillamos ante Dios para reconocer Su majestad y nuestra pequeñez. Cuando nos arrodillamos en la Misa, estamos reconociendo que no estamos en una simple reunión comunitaria, sino en la presencia del Rey de reyes y Señor de señores. Es un acto de fe en el misterio de la Transubstanciación: la creencia de que, en la Consagración, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo.

El documento de Monseñor Lefebvre critica la supresión de las genuflexiones y el abandono de la práctica de recibir la Sagrada Comunión de rodillas. Para él, esta es una de las “causas más importantes” de la pérdida de la fe en la Real Presencia. Si nuestra postura corporal no refleja la fe que profesamos, ¿qué estamos enseñando a la siguiente generación? Si nos paramos ante la Sagrada Eucaristía como si fuera un simple símbolo, es inevitable que, con el tiempo, la fe en que es verdaderamente Cristo se desvanezca. El cuerpo humano es un reflejo del alma, y si el cuerpo no adora, el alma se vuelve perezosa y fría.

La Dimensión Bíblica y la Tradición

La Biblia está llena de ejemplos de adoración de rodillas. Los magos se arrodillaron ante el Niño Jesús (Mateo 2:11), los leprosos se arrodillaron ante Él pidiendo la curación (Marcos 1:40), y el mismo San Pablo, en su carta a los Filipenses, nos da la razón teológica más profunda para arrodillarse: “para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo” (Filipenses 2:10). Esta es la razón por la que en la Misa de siempre, la genuflexión ante el Santísimo Sacramento es obligatoria. Es la afirmación de nuestra fe de que no hay otro nombre bajo el cielo que nos salve, y que este nombre se hace presente de manera real en la Eucaristía.

La Tradición de la Iglesia ha custodiado esta postura de reverencia. En la Misa de Siempre, la gente se arrodilla desde el inicio de la Consagración hasta el final de la Comunión. Este gesto no es un simple formalismo, sino que es un acto de piedad y amor. El sacerdote, al ofrecer el Sacrificio, se arrodilla y se inclina, mostrando su humildad ante Dios. Esta reverencia se extiende a los fieles, que se unen en un coro silencioso de adoración.

La Misa como Fuente de Santidad y Fe

La Misa es, ante todo, un acto de adoración. La liturgia tradicional está diseñada para ayudarnos a adorar a Dios con todo nuestro ser, cuerpo y alma. Cada gesto, cada movimiento, cada palabra está impregnada de reverencia. Monseñor Lefebvre nos dice que “la Misa es un acto de amor, pero el amor debe estar acompañado de la fe”. Si se quitan los gestos de adoración, se quita el amor, y la fe se debilita.

El abandono de la postura de rodillas es un síntoma de una enfermedad más profunda: el secularismo dentro de la Iglesia. Hemos olvidado que estamos en un lugar sagrado, en un momento sagrado. La liturgia se ha vuelto demasiado “humana”, demasiado centrada en la asamblea y no en Dios. El enfoque se ha desviado de la adoración de Dios a la celebración de la comunidad. Y cuando el enfoque de la Misa se desvía, los fieles se desvían con él.

Consecuencias de la Pérdida de la Reverencia

La pérdida de la reverencia tiene graves consecuencias para la vida espiritual de los católicos.

  • Pérdida de la Fe: Si la gente no se arrodilla, es probable que no crea en la Presencia Real. La postura es un reflejo de la fe, y la fe es alimentada por la reverencia.
  • Pérdida de la Gracia: La Misa es la fuente de la gracia. La adoración nos abre a recibir la gracia. Si la Misa se convierte en un evento social, en lugar de un acto de adoración, los fieles dejan de recibir las gracias que Dios tiene para ellos.
  • Confusión Doctrinal: El abandono de los gestos de reverencia causa confusión en la fe. Si el sacerdote y los fieles no se arrodillan ante el Santísimo Sacramento, los que no tienen fe en la Eucaristía pueden pensar que los católicos no creen en la Presencia Real.

En la Misa de siempre, cada momento está impregnado de la Presencia de Dios. Desde el inicio, con el sacerdote al pie del altar, hasta el final, con la oración de San Miguel Arcángel, cada gesto, cada oración, cada palabra está diseñada para elevarnos a Dios. La postura de rodillas no es una simple tradición, sino un acto de fe vital para nuestra salvación.

La Misa es escuela de la santidad

La Misa de siempre es una verdadera escuela de la santidad, y el primer paso en esta escuela es la humildad y la adoración. Arrodillarse ante el Santísimo Sacramento es un acto de amor. Es un acto que nos une a los santos y mártires que nos han precedido, que han dado sus vidas por defender esta verdad.

A los sacerdotes, les pido que, con celo y devoción, restauren los signos de reverencia en la liturgia.

A los fieles, les ruego que se arrodillen ante la Majestad de Dios.

Al hacerlo, estaremos defendiendo la fe en la Real Presencia de Nuestro Señor Jesucristo, y estaremos contribuyendo a la restauración de la Santa Iglesia.

Que el Señor nos dé la gracia de la fe y la humildad para adorarle de la manera que Él se merece.

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