San Diego de Alcalá: El Humilde Portero que abrió el Cielo con sus manos

Historia

San Diego de Alcalá nació en San Nicolás del Puerto, Sevilla, hacia 1400. Desde joven sintió un profundo deseo de servir solo a Dios. De origen humilde, trabajó como pastor, y fue en esos campos solitarios donde aprendió a escuchar la voz de Dios en el silencio del corazón. Su espíritu contemplativo lo llevó a ingresar entre los frailes franciscanos, donde abrazó la vida de pobreza, penitencia y oración.

Al principio fue hermano lego, sin estudios teológicos ni honores clericales. Sin embargo, su humildad y su obediencia lo hicieron sabio ante Dios. Cumplía con alegría los oficios más simples: portero, hortelano, cocinero… pero en cada acto ordinario veía una ocasión de amar extraordinariamente a Cristo. Su lema parecía ser el del Evangelio: “El que se humilla será ensalzado.” (Lc 14,11)

Enviado como misionero a las Islas Canarias, San Diego evangelizó con una santidad silenciosa, más por ejemplo que por palabras. Se dice que curaba enfermos con la señal de la cruz y con su oración sencilla, y que muchos regresaban a la fe por su dulzura. No discutía: amaba y rezaba.

De vuelta a España, fue destinado al convento de Santa María de Araceli en Roma, donde sobresalió por su caridad durante una epidemia. Atendía sin descanso a los enfermos más repugnantes, lavaba sus llagas, los consolaba y los preparaba para morir en paz. Los testigos cuentan que milagrosamente sanaba a muchos solo con tocarlos o darles de comer pan bendecido.

Regresó luego a España y vivió sus últimos años en el convento franciscano de Alcalá de Henares. Allí su vida fue un reflejo del Evangelio: oración constante, penitencia profunda y caridad silenciosa. Muchas veces lo veían en éxtasis, especialmente ante el Santísimo Sacramento, donde su alma ardía de amor por Jesús Eucaristía.

Murió el 12 de noviembre de 1463, con fama de santidad. En el momento de su muerte, una luz celestial llenó su celda y un perfume sobrenatural se esparció por el convento. Fue canonizado por Sixto V en 1588. Su cuerpo incorrupto aún se venera en la iglesia de las monjas Clarisas de Alcalá de Henares, España.

Lecciones

1. La santidad se alcanza en lo pequeño. No se necesita fama ni sabiduría humana para ser santo; basta hacer con amor las cosas sencillas de cada día.

2. La humildad abre el corazón de Dios. El que sirve en silencio, como San Diego, se convierte en instrumento de gracia para los demás.

3. La oración transforma el alma. En la soledad del convento, su oración se hizo poderosa, y Dios obraba maravillas por medio de su fe.

4. La caridad es el rostro visible del Evangelio. Amar a los pobres y enfermos con ternura es amar al mismo Cristo sufriente.

“San Diego de Alcalá nos enseña que quien se hace pequeño por amor a Cristo, se convierte en gigante a los ojos del cielo.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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