San Nicolás: Obispo de Caridad Ardiente y Defensor de los Inocentes

Historia

En la antigua ciudad de Patara, en la región marítima de Licia, vio la luz hacia el año 270 aquel niño que, por designio divino, se convertiría en uno de los santos más venerados de la Iglesia. Sus padres, nobles y profundamente piadosos, percibieron desde el primer instante que la gracia había marcado a su hijo. Apenas conoció el alimento, conoció también el ayuno disciplinado, pues los viernes y sábados mamaba solo una vez, conforme a la regla antigua. Desde los primeros días de su infancia, Nicolás manifestó que su alma pertenecía a Dios y a la austeridad evangélica.

Ya en la escuela, guardó su inocencia con celo admirable. Evitaba las malas compañías, huía de los espectáculos peligrosos y domaba su cuerpo con vigilias, cilicios y ayunos. Mientras otros jóvenes buscaban diversiones, él mantenía su corazón elevado hacia el cielo, deseoso de vivir según la sabiduría divina. Esta virtud lo preparó para una prueba dolorosa: la muerte de sus padres, que lo dejó heredero de grandes riquezas.

Pero Nicolás entendió que nada de aquello era suyo. Con madurez sorprendente, resolvió convertir su herencia en alivio para los pobres. Fue entonces cuando obró aquella caridad silenciosa que la tradición ha conservado con amor: enterado de que un hombre arruinado, desesperado por la miseria, intentaba sacrificar la virtud de sus tres hijas, Nicolás intervino de noche, dejando por la ventana una bolsa de oro envuelta en un lienzo humilde. Repitió el gesto dos veces más, aunque la tercera ocasión fue descubierto. Avergonzado, pidió secreto; pero Dios quiso que aquella caridad fuera conocida para edificación de los fieles.

Tiempo después, la Providencia lo condujo a Mira, donde había fallecido el obispo. El clero y el pueblo, buscando un pastor digno, acordaron elegir al primero que entrara en la iglesia al amanecer. Ese elegido fue Nicolás, que llegaba sin intención de hacerse ver. Ante el asombro general, fue presentado y aclamado obispo. Resistió humildemente, pero finalmente aceptó, comprendiendo que Dios había manifestado su voluntad de manera fecunda e inequívoca.

Su vida pastoral fue ejemplo de austeridad, oración y caridad ardiente. Comía una sola vez al día, dormía sobre una tabla o en el suelo, despertaba antes del alba para rezar con los clérigos y pasaba horas ante el Señor. Nada poseía como propio; incluso los libros que usaba eran prestados. Pastoreaba con firmeza y dulzura, corrigiendo a los pecadores con prudencia y buscando en todo cumplir la voluntad de Aquel que lo había llamado.

Durante la persecución de Diocleciano, fue encarcelado, torturado y encadenado por confesar a Cristo. Cuando Constantino concedió libertad a los cristianos, Nicolás volvió a Mira, donde pronto se mostraría como uno de los más ardientes defensores de la fe católica contra el arrianismo. Su elocuencia, su claridad doctrinal y su celo fueron admirados en el Concilio de Nicea, donde la Iglesia afirmó solemnemente la divinidad de Cristo.

Su caridad pastoral se extendía también a las necesidades temporales de los fieles. En tiempos de hambre, obtuvo milagrosamente trigo para el pueblo sin que los barcos que lo transportaban perdieran cantidad alguna. Salvó a tres inocentes condenados injustamente y, por intervención celestial, preservó la vida de tres funcionarios falsamente acusados. Liberó a marineros atrapados en una tormenta y, tras su muerte, continuó obrando innumerables milagros, derramando de su cuerpo aquel misterioso licor —el maná de San Nicolás— que ha sanado a multitudes.

Finalmente, coronó su vida con una muerte santa, habiendo regido la Iglesia de Mira con piedad, fuerza y humildad. Su sepulcro, más tarde trasladado a Bari, se convirtió en un foco de devoción universal. Desde entonces ha sido protector de marineros, viajeros, pobres, niños, afligidos y perseguidos. Su nombre resplandece como símbolo de caridad, justicia y misericordia, y la Iglesia lo venera como uno de los más grandes pastores que han honrado el episcopado.

Lecciones

1. Caridad silenciosa que salva almas: La ayuda secreta a las tres jóvenes demuestra que la verdadera caridad busca el bien del prójimo sin esperar reconocimiento humano.

2. Humildad que reconoce la voluntad de Dios: Su elección como obispo, aceptada solo tras una resistencia humilde, muestra cómo el alma dócil se somete a los designios del cielo.

3. Fidelidad heroica en la persecución y en la doctrina: Su fortaleza ante las cadenas y su ardor contra el arrianismo enseñan que la verdad de Cristo requiere valentía y perseverancia.

4. Celo pastoral que abraza cuerpo y alma: San Nicolás no solo enseñó y defendió la fe, sino que protegió al inocente, alimentó al hambriento y liberó al oprimido, mostrando la plenitud del amor cristiano.

“San Nicolás nos enseña que el corazón unido a Cristo se convierte en refugio para los pobres, defensa de los inocentes y luz firme en medio de toda tempestad.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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