
“Sufrir, trabajar y morir como caballeros …. derramar como verdadero caballero nuestra sangre hasta la última gota y así acelerar la conquista del mundo entero para Ella“ Milicia de la Inmaculada inspirada en el ardor apostólico de San Maximiliano Kolbe.
Desde su tierna infancia, Maximiliano estuvo marcado por una visión celestial. La película nos relata cómo la Santísima Virgen se le apareció ofreciéndole dos coronas: una blanca, que simbolizaba la pureza, y otra roja, que simbolizaba el martirio. El niño, con una generosidad que prefiguraba su destino, aceptó ambas, entregando su voluntad a la que él llamaba “la Inmaculada”.
Maximiliano comprendió que para combatir los errores modernos y la masonería, debía usar las armas del enemigo: los medios de comunicación. Así fundó la revista El Caballero de la Inmaculada y construyó Niepokalanów, la “Ciudad de la Inmaculada”, sobre la base de la fe y la pobreza absoluta. Su celo apostólico lo llevó incluso hasta las lejanas tierras de Japón para expandir el reino de Cristo por María.
La cinta nos muestra la serenidad del santo ante la llegada de la Gestapo. Lejos de huir, aceptó la voluntad de Dios, sabiendo que su misión continuaría tras las alambradas. En el campo de concentración de Auschwitz, Maximiliano no fue un prisionero más; fue un faro de esperanza que confesaba a los moribundos y compartía su mísero pan con los más débiles.
El momento cumbre de la película retrata el acto heroico que conmovió al mundo. Ante la fuga de un prisionero, el comandante nazi selecciona a diez hombres para morir de hambre. Cuando uno de ellos, Franciszek Gajowniczek, clama por su familia, el Padre Kolbe da un paso al frente. Se ofrece a morir en su lugar, declarando simplemente: “Soy un sacerdote católico”.
Incluso en el búnker del hambre, el santo transformó el odio en oración, dirigiendo himnos a la Virgen hasta su último aliento. Su sacrificio no fue un suicidio, sino la culminación de una vida de entrega total. Como bien recuerda la cinta al final: “No existe amor más inmenso que el de aquel que da su vida por otros”
Que el ejemplo de este valiente franciscano nos mueva a una devoción más profunda a la Inmaculada. Que ella sea nuestra guía en estos tiempos de confusión, para que sepamos ser, como Maximiliano, Soldados de Cristo dispuestos a todo por Su Reino.


