San Luis Gonzaga: El Santo de la Pureza, prefirió la Eternidad a un Reino en la Tierra

San Luis Gonzaga: El Santo de la Pureza, prefirió la Eternidad a un Reino en la Tierra
San Luis Gonzaga: El Santo de la Pureza, prefirió la Eternidad a un Reino en la Tierra

Historia

San Luis Gonzaga nació el 9 de marzo de 1568 en el castillo de Castiglione delle Stiviere, en el norte de Italia. Era el primogénito de Ferrante Gonzaga, Marqués de Castiglione, y Marta Tana di Santena, una mujer profundamente religiosa de la corte de Felipe II. Desde su nacimiento, Luis fue destinado por su padre a una vida de nobleza, militarismo y ambición política. Sin embargo, desde muy pequeño, su alma estaba inclinada a lo celestial.

A los 4 años ya recitaba el salterio, y a los 7 años comenzó a practicar severas penitencias, como privarse del sueño y ayunar en secreto. Fue en ese mismo año que hizo voto de virginidad perpetua, algo inaudito para su edad y contexto. Su madre fue un pilar fundamental en su formación espiritual. El propio San Carlos Borromeo, al visitarlos, quedó tan impresionado por la madurez espiritual del niño que le concedió la Primera Comunión personalmente a los 10 años, adelantándose a la edad común de la época.

Entre los 10 y 14 años, Luis fue enviado a Florencia y más tarde a la corte de Mantua y de España, como parte de su formación como cortesano. Sin embargo, rechazó absolutamente los lujos, las intrigas y los placeres mundanos. Rezaba hasta cuatro horas diarias, frecuentaba la confesión y evitaba cualquier distracción que pudiera afectarlo espiritualmente. “El mundo no es para mí”, solía repetir.

Cuando anunció a su padre su deseo de renunciar a su título y entrar a la Compañía de Jesús, la reacción fue furiosa. Ferrante Gonzaga intentó por todos los medios disuadirlo: envió emisarios, sobornó superiores, e incluso involucró al emperador. Pero Luis fue firme: “Si tengo que elegir entre obedecer a Dios o a mi padre, elijo a Dios.”

Finalmente, en 1585, renunció a sus derechos de sucesión en favor de su hermano Rodolfo y fue admitido en el noviciado jesuita de Roma.

En el noviciado, San Luis abrazó la humildad con radicalidad. Lavaba platos, limpiaba pisos, servía a sus hermanos enfermos y pedía siempre los trabajos más difíciles. Vivió bajo la dirección espiritual de San Roberto Belarmino, doctor de la Iglesia, quien llegó a decir: “No he conocido alma más pura ni más encendida de amor a Dios que la de Luis.”

En 1591, una epidemia de peste azotó Roma. Los jesuitas organizaron hospitales improvisados y buscaron voluntarios. Luis se ofreció de inmediato. A pesar de su débil salud, cargaba a los enfermos sobre sus hombros, los limpiaba, los alimentaba, los consolaba espiritualmente. Fue en uno de estos servicios que contrajo la enfermedad.

Pasó sus últimos tres meses en una cama, sufriendo dolores intensos, pero con una paz sobrenatural. Tuvo una visión en la que un ángel le reveló que moriría en la octava del Corpus Christi. Y así fue: murió el 21 de junio de 1591 a los 23 años, con el nombre de Jesús en los labios.

Luis Gonzaga fue beatificado por el Papa Pablo V el 19 de octubre de 1605, apenas 14 años después de su muerte, dada la fama de santidad que ya tenía en vida y después de su fallecimiento. Fue canonizado por el Papa Benedicto XIII el 31 de diciembre de 1726, ese mismo Papa lo proclamó también Patrono de la Juventud Cristiana en 1729.

Lecciones

1. La pureza se conquista con la gracia, pero también con lucha:

Luis vivió en un entorno profundamente mundano, pero nunca permitió que el pecado reinara en su corazón. Su pureza fue un fruto de la oración, la penitencia y la vigilancia.

2. La vocación exige renuncia y fuego interior:

No dejó que su futuro lo definiera el mundo, sino Dios. Su ejemplo es un faro para sacerdotes y laicos que dudan si entregar del todo su vida a Cristo.

3. El sacerdocio espiritual es entrega total:

Aunque no fue ordenado sacerdote, vivió como si ya lo fuera: su vida fue oración, sacrificio y servicio. Esto interpela especialmente a quienes ya han recibido el sacramento del Orden: ¿Vivo mi sacerdocio como una entrega total?

4. La caridad es el rostro del Evangelio:

Su entrega a los enfermos en tiempos de epidemia fue el acto culminante de su santidad. No tuvo miedo al contagio, ni al sufrimiento, ni a la muerte, porque sabía que el amor de Cristo lo esperaba.

“San Luis Gonzaga prefirió morir sirviendo al prójimo antes que vivir siendo aplaudido por el mundo; porque comprendió que sólo el amor puro y sacrificado abre las puertas del cielo.”

Fuentes: CalendariodeSantos, Vida Santas, Santopedia, Wikipedia, ACI Prensa, EWTN,

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