
Historia
Arialdo, nacido alrededor del año 1010 en Cucciago (o Carimate), provenía de una familia noble de terratenientes y recibió una sólida formación cultural en la escuela diocesana de Milán y posiblemente en Laon, París o Cluny. Fue ordenado diácono por el arzobispo Guido da Velate, quien siguió métodos típicos de simonía promovidos por el Imperio.
Entre 1056 y 1057, Arialdo inició una predicación ascendente en Varese y luego en Milán, denunciando enérgicamente la simonía (compra de cargos) y el nicolaismo (el matrimonio clerical), causando gran impacto entre el pueblo. Con Landolfo Cotta, organizó la Pataria, una asociación de laicos y clérigos ejemplares que:
- Exigían un clero casto y sin simonía.
- Promovían una “campaña de huelga litúrgica”, boicoteando actos religiosos de sacerdotes corruptos.
- Fundaron una canonica regular bajo protección, en el entorno de Santa María alla Porta.
En 1057, Guido convocó un sínodo en Fontanero que excomulgó a Arialdo y Landolfo. Ante este hecho, Arialdo viajó a Roma, donde el Papa Esteban IX levantó su excomunión y envió legados como Anselmo da Baggio (futuro Alejandro II) e Ildebrando (futuro Gregorio VII), y luego Pedro Damiani, para que la reforma llegara a Milán.
Estimulado por los apoyos romanos y el respaldo nacional, en Pentecostés de 1066, Guido respondió con interdicto contra Milán, provocando la expulsión de los patarinos. En el año 1066, tras años de predicar la reforma de la Iglesia en Milán y denunciar con valentía la corrupción del clero —particularmente la simonía y el concubinato sacerdotal—, San Arialdo fue traicionado y capturado por dos clérigos partidarios del arzobispo Guido da Velate, el principal opositor a su misión evangélica.
Estos dos clérigos, en complicidad con el poder eclesiástico y civil de la época, lo hicieron prisionero en el castillo de Angera, a orillas del lago Maggiore. Allí fue sometido a una tortura cruel e inhumana: le cortaron la mano derecha, lo mutilaron en su cuerpo (castraron) y finalmente le asestaron una lanza. Luego, ataron su cuerpo a un peso y lo arrojaron al fondo del Lago Mayor el 27 de junio de 1066, esperando borrar su memoria.
Sin embargo, Dios glorificó a su siervo: diez meses después, el cuerpo de San Arialdo fue hallado milagrosamente incorrupto y perfumado, flotando sobre las aguas. El pueblo cristiano, conmovido, reconoció su santidad. Sus restos fueron trasladados con gran veneración a Milán, y en el año 1067 el Papa Alejandro II lo declaró oficialmente mártir de la fe y de la reforma de la Iglesia.
El Papa Alejandro II lo declaró mártir en el año 1067, y sus restos fueron llevados con gran honor a Milán: primero depositados en la basílica de Sant’Ambrogio, luego trasladados a San Celso. En el año 1099, sus reliquias fueron llevadas a San Dionigi, y finalmente, en 1528, colocadas en el Duomo de Milán, donde reposan actualmente. Su culto fue confirmado oficialmente por el Papa San Pío X el 12 de julio de 1904.
Lecciones
1. La santidad nace del compromiso valiente con la verdad:
Arialdo no dudó en denunciar el mal, incluso frente a la autoridad eclesiástica.
2. La reforma interior y social puede empezar desde un diácono:
Su labor viéndola desde la escuela y el altar, tocó el corazón del pueblo y del clero.
3. La unidad con Roma fortalece la misión:
El envío de legados y la intervención papal mostraron que la Iglesia jerárquica apoya a quienes luchan por la pureza.
4. El martirio es testimonio supremo de celo pastoral:
Entregó su cuerpo por la causa de la reforma, resistiendo sin claudicar, Su cuerpo incorrupto y su culto han inspirado generaciones enteras en la misión eclesial.
“San Arialdo de Milán, diácono mártir de la reforma, transforma nuestra tibieza en pasión por la santidad y nuestra fidelidad en un fuego que purifica la Iglesia.”