
Historia
En medio de los tiempos convulsos que siguieron a las persecuciones romanas, Dios quiso levantar a un pastor según Su Corazón: San Dámaso, nacido alrededor del año 305, de padres hispanos de noble linaje. Desde su infancia, estuvo rodeado del perfume de la vida cristiana: su padre, después de años de matrimonio, abrazó el estado eclesiástico hasta llegar al sacerdocio; su madre Lorenza y su hermana Irene vivieron en santa pureza. En este ambiente de fe sólida, germinó en Dámaso la vocación sacerdotal, especialmente en la basílica de San Lorenzo in Dámaso, donde servía junto a su padre.
Muy joven ingresó al servicio de la Iglesia Romana como escribano y lector, mostrando una fidelidad y talento que lo vincularon a los Papas de su tiempo. San Julio I lo ordenó diácono, y San Liberio lo nombró arcediano, confiándole altas responsabilidades en la administración eclesial. Aun en medio de sus deberes, Dámaso dedicaba su tiempo a formar comunidades de vírgenes y viudas en el Monte Aventino, inspiradas por el ideal monástico que San Atanasio había difundido en Roma.
Cuando estalló la persecución del emperador Constancio —defensor del arrianismo—, Dámaso mostró una valentía apostólica admirable. Acompañó al Papa Liberio en su destierro y, con riesgo personal, juró públicamente no reconocer a ningún otro pontífice mientras él viviera. Esta lealtad absoluta a la Sede de Pedro sería la nota constante de toda su vida.
Tras la muerte de Liberio, una profunda división sacudió a Roma: mientras la gran mayoría del clero y del pueblo eligió a Dámaso, un grupo faccioso proclamó a un antipapa, Urcicino. Hubo disturbios, violencias y momentos críticos; sin embargo, Dámaso mantuvo un espíritu pastoral, buscando la paz y la unidad. Cuando un ciego le suplicó la curación, él simplemente trazó sobre sus ojos la señal de la cruz diciendo: “Te salve tu fe”… y el hombre recuperó la vista. Este milagro inclinó el corazón de Roma hacia su verdadero pastor.
Restablecida la unidad, San Dámaso se entregó con ardor a la veneración de los mártires. Fue llamado el “cantor de los mártires” porque restauró sus tumbas en las catacumbas, adornándolas con inscripciones poéticas grabadas en mármol con la elegante escritura que hoy llamamos “damasiana”. Su devoción impulsó nuevas obras, basílicas, hospitales y templos que elevaban la vida cristiana de Roma.
Su pontificado estuvo marcado por una lucha incansable contra las herejías que devastaban Oriente y Occidente, especialmente el arrianismo. Obispos de todas partes acudían a él en busca de claridad doctrinal. San Jerónimo, su secretario, fue instrumento privilegiado para expresar con precisión teológica el pensamiento del Papa, especialmente en la revisión del Nuevo Testamento y del salterio. Bajo su influencia se compuso también el catálogo de los libros sagrados.
Además de combatir errores doctrinales, San Dámaso enfrentó diversos cismas, particularmente el de Antioquía, actuando siempre con prudencia sobrenatural para salvaguardar la unidad. Su sabiduría orientó a emperadores, obispos y pueblos, y su autoridad fue decisiva para enfrentar los últimos resabios del paganismo, como la disputa por el altar de la Victoria o la abolición del culto de Vesta.
Hacia el final de su vida, cargado de méritos, trabajó sin descanso para embellecer los templos y servir a los pobres. Deseaba morir cerca de los mártires, pero su humildad le impidió ocupar los lugares que él mismo había honrado; pidió ser enterrado junto a su madre y hermana. El 10 de diciembre del año 384, tras recibir el Viático, levantó los ojos y los brazos hacia el cielo, y entregó su alma al Señor que había servido con fidelidad inquebrantable.
Lecciones
1. Firmeza absoluta en la fe verdadera
San Dámaso no cedió ante amenazas, persecuciones ni presiones imperiales. Enseña que la fidelidad doctrinal es un acto de amor a Cristo.
2. Unidad de la Iglesia sobre toda preferencia personal
Aun en el conflicto más doloroso, buscó la paz, la reconciliación y la restauración de la comunión. Nos recuerda que la unidad es tesoro sagrado.
3. Amor a los mártires y a la Tradición
Con su labor en las catacumbas honró la memoria de quienes dieron su vida por Cristo. Nos muestra que la fe se fortalece cuando recordamos a los santos.
4. Sabiduría pastoral que ilumina las almas
Su consejo fue buscado por obispos, emperadores y fieles. Con él aprendemos que el verdadero pastor guía con verdad, prudencia y caridad.
“San Dámaso nos enseña que la fortaleza del cristiano nace de la fidelidad a la verdad y del amor inquebrantable a la Iglesia.”
