
Historia
San Gregorio Taumaturgo —llamado antes Teodoro— nació hacia el año 210 en Neocesarea, en el Ponto. Provenía de una familia noble y acomodada, pero pagana. A los 14 años murió su padre y, en ese momento, la gracia divina comenzó a iluminar profundamente su alma, haciéndole ver la falsedad del culto idolátrico.
Su madre lo dedicó al estudio, como su padre había deseado. Aprendió retórica, derecho romano y la lengua latina. Era un joven brillante, recto, enemigo de la adulación y de todo lo que no fuera digno de alabanza. Con su hermano Atenodoro emprendió un viaje para continuar estudios jurídicos, pero la Providencia tenía otros planes.
Al llegar a Cesarea, conocieron la escuela del gran Orígenes. La santidad, sabiduría y profundidad del maestro tocaron sus corazones. Ambos jóvenes quedaron fascinados por su doctrina y decidieron permanecer allí. Orígenes los instruyó con esmero, les enseñó filosofía, los guió hacia el deseo del soberano Bien y finalmente los condujo al bautismo.
Gregorio dejó por escrito el plan de estudios que siguió bajo la dirección de Orígenes, testimonio valiosísimo para la historia de la educación cristiana antigua.
Después de la persecución de Maximino, que obligó a Orígenes a huir, Gregorio continuó sus estudios en Alejandría. Allí sufrió su primera calumnia cuando una mujer impura intentó difamarlo públicamente. Su respuesta serena, unida al milagro que expulsó al demonio de aquella mujer, revelaron ya la gracia que lo acompañaba. Fue su primer prodigio.
Vuelto a Cesarea, completó su formación, recibió el bautismo y regresó a su patria. Pero Dios le pedía más. Fedimo, obispo metropolitano del Ponto, quiso consagrarlo obispo de Neocesarea. Gregorio, lleno de humildad, huyó varias veces para evitar el cargo, temiendo no estar a la altura. Sin embargo, ante la voz insistente de la Iglesia, aceptó.
En ese tiempo de preparación recibió una gracia extraordinaria: una visión de la Santísima Virgen junto al apóstol San Juan, quienes le revelaron de modo sublime los misterios de la Trinidad y de la Encarnación. Gregorio escribió ese símbolo, que luego fue aprobado por grandes Padres como San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio Niseno.
Un pastor con poder sobre la creación
Al llegar a Neocesarea encontró apenas 17 cristianos. El resto era totalmente pagano. Pero Gregorio, respaldado por la oración constante, convirtió multitudes enteras. Los prodigios se multiplicaban:
- expulsó demonios con autoridad única,
- movió una montaña por oración para construir una iglesia,
- secó una laguna para impedir un derramamiento de sangre,
- detuvo un río desbordado con su báculo,
- curó innumerables enfermos,
- convirtió a sacerdotes de ídolos mediante señales prodigiosas,
- transformó ciudades corruptas en centros de fe.
Por estos prodigios, sus contemporáneos le dieron el nombre de Taumaturgo, es decir, “obrador de milagros”.
Durante la persecución de Decio, aconsejó prudentemente a los cristianos que huyeran para salvar su fe. Él mismo se retiró a una montaña, donde continuó sosteniendo a su pueblo mediante la oración.
Durante una espantosa peste que duró 12 años, sus súplicas lograron la liberación de la ciudad, moviendo a muchos paganos a la conversión.
Su sabiduría pastoral quedó plasmada en la Epístola Canónica, uno de los documentos más antiguos sobre penitencia, donde Gregorio enseñó cómo imponer penitencias justas y medicinales.
Su humildad era impresionante: evitaba la apariencia de grandeza, vivía como pobre y deseaba que nadie lo exaltara.
Al final de su vida pidió saber cuántos paganos quedaban en su diócesis. Le dijeron que solo 17. Aquellos mismos que encontró al llegar, pero ahora invertidos: en lugar de 17 cristianos rodeados de paganos, había 17 paganos rodeados de una multitud cristiana.
Agradeció al Señor y entregó su alma hacia el año 270.
Lecciones
1. La oración hecha con fe mueve montañas
San Gregorio literalmente movió montes, detuvo ríos y venció a demonios. Enseña que la oración confiada lo puede todo cuando se hace para la gloria de Dios.
2. La vida del pastor debe ser humilde y pura
Rechazó honores, riquezas y cargos civiles. Huyó del episcopado hasta estar seguro de que era la voluntad divina. Su humildad fue la base de su poder espiritual.
3. La autoridad de la Iglesia vence a los ídolos
Purificó templos paganos, derrotó a sacerdotes de ídolos y convirtió a multitudes, recordándonos que el nombre de Cristo es superior a todo poder demoníaco.
4. La caridad pastoral busca salvar almas, no ganar discusiones
Ya fuera pacificando pleitos, guiando conversos, sanando enfermos o escribiendo normas de penitencia, siempre buscó una cosa: la salvación de las almas.
“San Gregorio Taumaturgo nos enseña que un solo santo lleno de gracia puede transformar una ciudad entera y hacer retroceder al infierno.”
