San Maximino de Tréveris: Defensor de la verdadera Fe

Historia

San Maximino nació a comienzos del siglo IV en Poitiers, Aquitania (antigua Galia, actual Francia), en el seno de una familia profundamente piadosa. Fue educado en la fe desde pequeño, en una época de grandes tensiones para la Iglesia. El cristianismo apenas salía de las persecuciones del Imperio Romano, pero enfrentaba un nuevo enemigo: las herejías que buscaban dividir a los fieles desde adentro.

Desde joven, Maximino tuvo un deseo ardiente de conocer y vivir la verdad del Evangelio. No se conformó con la comodidad de su tierra natal. Movido por la sed de santidad, emprendió un viaje a Tréveris (hoy Trier, Alemania) en busca del sabio y santo obispo Agricio, atraído por su fama de virtud y enseñanza. Esta decisión cambiaría su vida y, más adelante, protegería la integridad doctrinal de toda la Iglesia.

Agricio reconoció en el joven Maximino una inteligencia lúcida, un alma recta y una pasión profunda por la fe. Lo formó en teología, humanidades y vida espiritual, y finalmente le confirió las sagradas órdenes. Como sacerdote, Maximino se destacó rápidamente por su celo pastoral, su humildad y su firmeza ante las verdades de la fe.

Cuando Agricio falleció, el clero y el pueblo de Tréveris, testigos del testimonio de vida de Maximino, lo eligieron por aclamación como su sucesor. Así, en el año 332, fue consagrado obispo de Tréveris.

Pero la paz de la Iglesia estaba amenazada por la herejía arriana, que negaba la divinidad de Cristo y, por lo tanto, el misterio de la redención. En este contexto, Maximino no fue un obispo tibio ni acomodado. Fue un verdadero defensor de la fe católica.

Su apoyo incondicional a San Atanasio, el gran defensor de la ortodoxia, es una de las páginas más luminosas de su vida. Atanasio, injustamente exiliado por influencia de los arrianos ante el emperador Constantino, fue acogido por Maximino en Tréveris en el año 336. No solo le abrió las puertas de su diócesis, sino también las de su corazón. Maximino cuidó del santo desterrado, lo fortaleció en la fe y lo defendió públicamente. Hizo lo mismo con Pablo, obispo de Constantinopla, también víctima del arrianismo.

En el año 345, Maximino participó en el Concilio de Milán, donde los arrianos fueron nuevamente condenados. Pero entendiendo que la división continuaba, propuso a los emperadores Constante y Constancio la celebración de un concilio ecuménico, que se realizó en Sárdica (actual Sofía, Bulgaria). Allí volvió a defender a Atanasio y a todos los obispos perseguidos por sostener la verdad revelada.

Este testimonio de fortaleza le costó mucho: la incomodidad de los poderosos, el desprecio de los herejes y el sacrificio de su tranquilidad. Pero Maximino nunca buscó agradar a los hombres, sino ser fiel a Cristo.

Cuando finalmente regresó a su diócesis, se dedicó con ahínco a la caridad, cuidando a los pobres, visitando a los enfermos y formando al clero. Viajó a Poitiers a visitar a su familia y allí entregó su alma a Dios en el año 349.

Sus reliquias fueron trasladadas a Tréveris, ciudad que lo recuerda como uno de sus más grandes pastores y defensores de la fe.

Lecciones

1. La búsqueda de la santidad exige dejar la comodidad:

San Maximino dejó su hogar para buscar una formación sólida. Nosotros también estamos llamados a dejar la mediocridad y formarnos en la verdad, sin descanso.

2. Un buen maestro puede transformar un alma:

Así como Agricio acompañó y formó a Maximino, también nosotros debemos buscar mentores santos y formar a otros en la verdad de Cristo.

3. La fidelidad a la doctrina cuesta, pero es gloriosa:

Maximino defendió con valentía a San Atanasio y a los obispos fieles. Hoy también se nos pide defender la verdad ante la confusión, sin miedo a ser perseguidos.

4. La caridad debe acompañar la ortodoxia:

No basta con enseñar bien, hay que amar bien. Maximino no fue solo un defensor de la fe, sino un padre para los pobres y un consuelo para los perseguidos.

“San Maximino defendió la verdadera fe con la valentía de un corazón fiel a Cristo: en tiempos de confusión, fue roca firme que sostuvo a la Iglesia contra el error.”

Fuentes: CalendariodeSantos, Vida Santas, Santopedia, Wikipedia, ACI Prensa, EWTN

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