
Historia
Ambos nacieron hacia el final del siglo V, probablemente en el territorio que hoy es Francia, siendo hijos de la noble familia franca de Nectar (o Nectardus) y Protagia, una noble gala que se convirtió al cristianismo al casarse. La tradición afirma que eran hermanos gemelos, y nacieron, murieron y fueron canonizados el mismo día.
Gildardo se convirtió en obispo de Rouen desde aproximadamente 488 hasta 525. Fue un líder valiente y pionero: se le reconoce como el primer franco al ocupar esa sede episcopal. En 511 asistió al Primer Concilio de Orleans, convocado por Clodoveo I. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de Santa María en Rouen y más tarde trasladado a Soissons durante las incursiones normandas.
Medardo obtuvo el obispado de Tournai y más adelante el de Noyon (o Viromandensium, según algunas fuentes) aproximadamente entre 530 y su muerte en 545. Fue un gran apóstol de la Galia, ayudando a consolidar la fe tras la conversión del rey Clodoveo I. Protegió a la reina Radegunda cuando ella renunció al mundo y la consagró diaconisa, a pesar de las consecuencias políticas. Se conmemora su fama de santidad en la tradición y devoción popular: al nacer, un águila lo habría protegido de la lluvia desplegando sus alas, y se le invoca contra la tuberculosis intestinal y el dolor de muelas.
Ambos murieron el 8 de junio: Gildardo hacia 525 y Medardo en 545. Fueron enterrados en lugares distintos, y aunque su historia gemelar tiene evidencias distintas, se mantuvo viva la tradición de su conexión fraterna. San Medardo es especialmente reconocido en Soissons, donde el rey Clotario I mandó construir una abadía en 557 para albergar sus reliquias. En cuanto a Gildardo, sus restos fueron trasladados a la abadía de San Medardo en Soissons.
Lecciones
1.Vocación familiar hacia la santidad:
Que dos hermanos, igualmente llamados a la misma santidad en su origen, nos inspire a creer que la gracia no distingue por lazos de sangre sino por la entrega al amor de Dios.
2.Liderazgo evangélico comprometido:
Gildardo y Medardo nos muestran cómo el liderazgo episcopal debe conjugar fortaleza y compasión, especialmente en tiempos de transición e inestabilidad.
3. Valor para proteger a los débiles:
Como Medardo al acoger a Radegunda, nos enseñan que la santidad exige valentía para acoger al que sufre, aun frente al poder y las consecuencias.
4. La sencillez y caridad desde la nobleza:
No importa la posición social: ambos, nobles y poderosos, permanecieron humildes y pastores cercanos del pueblo, entregándose sin reservas.
“Que el ejemplo de los santos Gildardo y Medardo nos recuerde que la santidad es compromiso familiar, liderazgo valiente, servicio humilde y amor misericordioso sin condiciones.”