
San Juan 19, 25‑34
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde entonces, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed.”
Había allí un jarro lleno de vinagre… Cuando Jesús lo tomó, exclamó: “Todo está cumplido.” E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Mensaje
Hoy, ante la cruz de Cristo, se revela un misterio de amor profundo: Jesús no sólo muere por nosotros, sino que nos regala a su propia Madre como Madre nuestra. En su hora más oscura, Él piensa en ti, en tu hogar, en tu dolor, y te deja el consuelo más puro que existe: María, Madre de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros.
En ese instante sagrado, se funda la Iglesia en forma de familia, porque el amor se vuelve hogar cuando María entra en nuestra casa como entró en la del discípulo amado. Cada familia católica está llamada a vivir al pie de la cruz con María, acompañando a Cristo con amor, sin huir del sufrimiento, sin renunciar a la fe, sin apagar la esperanza.
“Tengo sed” no es sólo una frase física, es un grito eterno de amor: Jesús tiene sed de ti, de tu conversión, de tu entrega, de tu fidelidad como esposo, esposa, hijo, madre o padre. Y cuando dice “Todo está cumplido”, nos muestra que el amor que sufre y se dona hasta el extremo es el que verdaderamente salva y transforma.
La cruz no es el fin. Es el altar desde el cual nace la salvación del mundo y se derrama el agua viva del Espíritu Santo sobre nuestras familias que están en estado de gracia.
“En la hora más dolorosa, Jesús pensó en tu familia… y te entregó lo más valioso: su propia Madre. No estás solo. A los pies de la Cruz, nace tu salvación.”
Invitación para hoy
- 1. Recibe a la Virgen María en tu casa, como lo hizo San Juan. Conságrate a su Inmaculado Corazón, entrégale tu familia, tus heridas, tus sufrimientos y tus sueños. Reza con tu familia el Santo Rosario para ganar una indulgencia plenaria.
- 2. Ofrece a Jesús tus sufrimientos familiares como una participación en su Cruz. ¿Hay cansancio, discusiones, separación o dolor en casa? Hoy, díselo así: “Jesús, tengo sed de amarte más. Calma mi alma”.
- 3. Haz un acto de reparación: visita a Jesús en el Santísimo y adóralo por los menos 30 minutos para ganar una indulgencia plenaria.
Con cariño y bendición,
El equipo de Confesión Perfecta
“El Sacramento que cambiará tu Vida y salvará tu Alma”