Evangelio San Mateo 11, 20‑24

San Mateo 11, 20‑24

En aquel tiempo, Jesús comenzó a reprender a las ciudades donde había hecho la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido:
“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.

Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.

Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio será más llevadero para Sodoma que para ti.”

Mensaje

En este Evangelio, Jesús no se dirige a enemigos declarados ni a paganos ignorantes, sino a quienes habían sido testigos de su presencia, de sus milagros, de su amor… y no se convirtieron. Lo más grave no es la ignorancia, sino la indiferencia. Y esa misma indiferencia habita hoy en muchos corazones bautizados que se dicen católicos, pero que viven como si Cristo no hubiera resucitado.

Este pasaje nos golpea con la verdad: no basta con haber visto milagros, haber oído la Palabra o haber recibido sacramentos. Si el corazón permanece tibio, si no hay conversión real, somos como Corozaín y Betsaida: ciudades que recibieron tanto, pero que no respondieron con amor. ¡Cuántos católicos asisten a Misa con el cuerpo presente pero el corazón lejos de Dios! Recitan oraciones de memoria, pero sin fe viva; buscan bendiciones, pero rehúsan la conversión. Algunos incluso desean que la Iglesia apruebe sus pecados, comulgan sin haber confesado sus pecados mortales, y viven sin obedecer el Evangelio, sin tomar la cruz que Jesús nos llama a cargar.

En nuestras familias también puede haber tibieza: cuando rezamos por costumbre pero no con el corazón, cuando perdemos la capacidad de asombrarnos por lo que Dios hace cada día, cuando nos acostumbramos a vivir en pecado mortal o justificamos lo que ofende a Dios. Jesús nos suplica: ¡Despierten! ¡Conviértanse mientras hay tiempo! ¡No desperdicien la gracia que se les ha dado!

Este Evangelio es un mensaje de urgencia y misericordia. El Señor nos advierte porque desea salvarnos. Nos habla fuerte, como un padre que ve que sus hijos caminan hacia el abismo (el infierno). Dios no se cansa de buscarnos, pero no nos obligará a amarlo. La conversión es una elección libre, concreta y diaria.

La buena noticia es que aún estamos a tiempo: mientras tengamos vida, tenemos esperanza de alcanzar el Cielo. Cada día es una oportunidad para despertar de la tibieza y encender el fuego del amor a Dios en nuestro hogar. Cada confesión bien hecha, cada acto de fe, cada gesto de caridad rompe las cadenas de la indiferencia y abre el alma a la acción poderosa del Espíritu Santo. No seamos católicos tibios, sino católicos fervorosos.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita familias que crean, que se conviertan, que vivan el evangelio sin miedo. Jesús lo dijo con claridad: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. ¡No hay excusas para vivir a medias! El cielo no es para los tibios, sino para los que se deciden por Cristo con todo el corazón.

“El cielo no es para los tibios: puedes ir a Misa cada domingo, pero si no hay conversión de corazón, te estás alejando de Dios.”

Invitación para hoy

  • 1. Haz un examen de conciencia: Pregúntate si vives como verdadero discípulo de Cristo o como un católico tibio. No te engañes: la fe sin conversión es fe muerta.
  • 2. Confiesa tus pecados mortales: No postergues más. Jesús te espera con los brazos abiertos. ¡No recibas la Eucaristía sin haberte reconciliado con Él!
  • 3. Despierta tu hogar de la tibieza: Enciendan una vela, recen juntos el Rosario, lean el Evangelio. Que tu familia vea que Cristo vive en tu casa. Si vives según el Evangelio, tu ejemplo tocará corazones endurecidos y salvará almas.

Con cariño y bendición,

El equipo de Confesión Perfecta
“El Sacramento que cambiará tu Vida y salvará tu Alma”

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