
San Mateo 12, 1-8
En aquel tiempo, Jesús atravesaba un sembrado en día de sábado. Sus discípulos, con hambre, comenzaron a arrancar espigas y a comerlas.
Al verlo, los fariseos le dijeron: “Mira, tus discípulos están haciendo lo que no está permitido en sábado”. Jesús les respondió: “¿No han leído lo que hizo David… comió de los panes de la proposición?”, y añadió: “El Hijo del hombre es señor del sábado”.
Recordándoles la ley que los sacerdotes podían trabajar en el templo sin culpa, concluyó: “Si supieran lo que significa: ‘Quiero misericordia y no sacrificio’, no condenarían a los inocentes.”
Mensaje
Hoy muchos católicos están confundidos pensando que “ser misericordiosos” significa permitir que el pecado continúe sin corrección. ¡Eso no es misericordia! Jesús mismo corrigió, enseñó y perdonó, pero nunca dejó que el pecado se instalara cómodamente en el alma de nadie. La verdadera misericordia cura, transforma, enseña, alimenta y llama a la conversión continua.
Como familias católicas, estamos llamados a practicar las obras de misericordia corporales y espirituales que Jesús nos dejó como camino de santidad. ¿Cómo hacerlo? Empezando en casa, con nuestras propias familias.
Estas son las obras de misericordia corporales:
- Dar de comer al hambriento – Mt 25,35
- Dar de beber al sediento – Mt 25,35
- Dar posada al peregrino (o techo al necesitado) – Mt 25,35
- Vestir al desnudo – Mt 25,36
- Visitar a los enfermos – Mt 25,36
- Visitar a los presos – Mt 25,36
- Enterrar a los muertos – Tobit 1,17
Son actos visibles del amor de Dios. La misericordia es concreta, no es solo un sentimiento. Las obras de misericordia corporales atienden las necesidades físicas: dar alimento, bebida, abrigo, consuelo, compañía.
Las obras de misericordia espirituales son tan urgentes como las primeras:
- Enseñar al que no sabe – Mt 28,19-20; Lc 24,45
- Dar buen consejo al que lo necesita – Proverbios 27,9
- Corregir al que se equivoca – Gal 6,1; Mt 18,15
- Perdonar al que nos ofende – Mt 6,14; Lc 17,3-4
- Consolar al triste o afligido – 2 Cor 1,3-4
- Sufrir con paciencia los defectos del prójimo – Ef 4,2; Col 3,13
- Rezar a Dios por vivos y muertos – 2 Macabeos 12,43-46; 1 Tim 2,1
¡Qué importante enseñar esto a nuestros hijos y vivirlo en comunidad!
Ser misericordiosos no es ser permisivos. Es amar tan profundamente, que nos duele ver al otro alejarse de Dios. Es actuar con compasión y también con verdad. Como Jesús, estamos llamados a tender la mano, pero también a decir con firmeza: “no peques más.”
“Misericordia quiero, y no sacrificio” no significa ignorar el pecado, sino amar tanto que estemos dispuestos a acompañar, corregir, cuidar y sanar al prójimo con ternura y firmeza. Vivir esto en familia es el camino más seguro hacia la santidad.
“La misericordia no consiente el pecado: lo corrige con amor, sana las heridas que deja con la verdad del Evangelio y llama a una conversión continua.”
Invitación para hoy
- 1. Misericordia que transforma, no que consiente: Jesús no dejó que el pecado se instalara cómodamente en nadie. Imitemos su compasión firme: corrijamos con amor, enseñemos con la verdad del evangelio y cuidemos las almas sin caer en la permisividad.
- 2. Las obras de misericordia comienzan en casa: El camino a la santidad empieza en tu familia. Alimenta, abriga, consuela, acompaña… pero también enseña, corrige y perdona. Educar en la misericordia es formar hogares santos.
- 3. Amar también es corregir: La verdadera misericordia no es callar ante el pecado. Es amar tanto que estemos dispuestos a decir la verdad con ternura, acompañar en la lucha y tender la mano sin soltar la fidelidad al Evangelio.
- 4. Enseña a tus hijos a amar con verdad: La misericordia espiritual es urgente. Enseña, corrige, reza, consuela y perdona. Enséñales que la fe se vive en obras concretas y que la caridad no es debilidad, sino fuerza del amor de Dios.
Con cariño y bendición,
El equipo de Confesión Perfecta
“El Sacramento que cambiará tu Vida y salvará tu Alma”