
No basta asistir, hay que participar con devoción
San Leonardo de Porto-Maurizio, en su obra El Tesoro Escondido de la Santa Misa, insiste en un punto decisivo: no basta con asistir a la Misa físicamente; hay que escucharla con fruto espiritual.
Con gran claridad, enseña que muchos cristianos, aunque no falten al precepto dominical, se privan de innumerables gracias porque entran en el templo distraídos, conversando, pensando en sus negocios o cumpliendo apenas un deber exterior.
El santo suplica: “No vayáis a la iglesia solo a pasar el tiempo, sino a uniros a Cristo en el sacrificio de la Cruz”.
A continuación se presentan sus consejos prácticos para participar en la Misa con devoción, aprender a unirse con fe y amor al misterio del altar, y hacer de cada celebración una fuente abundante de frutos espirituales.
Preparación antes de la Misa
San Leonardo enseña que la participación en la Misa comienza antes de entrar al templo.
Dice: “Quien desea oír la Misa con fruto debe disponerse con recogimiento, limpiando su conciencia por la confesión frecuente y ofreciendo a Dios el corazón contrito”.
Esto significa que conviene:
- Guardar silencio interior al acercarse a la iglesia.
- Hacer un acto de contrición sincero.
- Presentar desde el inicio nuestras intenciones: por nosotros mismos, por los difuntos, por la Iglesia, por el mundo entero.
El santo insiste en que no debemos llegar tarde ni con precipitación, porque así se pierde el recogimiento y se falta al respeto debido al sacrificio.
El recogimiento durante la Misa
San Leonardo advierte contra el gran peligro de las distracciones: “El demonio hace más esfuerzo para distraer a un cristiano en la Misa que en cualquier otro momento, porque sabe que allí se decide la salvación de muchas almas”.
Por eso aconseja fijar los ojos en el altar y el corazón en Dios, evitando mirar a los demás o conversar.
Añade: “No pienses en los negocios de la tierra mientras se abre para ti el cielo; no pierdas la eternidad por un instante de distracción”.
El recogimiento es la clave para que la Misa sea un verdadero encuentro con Cristo.
Unirse a Cristo en el sacrificio
Para San Leonardo, el modo más perfecto de oír la Misa es unirse interiormente al sacrificio de Jesús.
Escribe: “Cuando el sacerdote ofrece la Víctima, ofrécete tú mismo con ella: tus dolores, tus alegrías, tu vida entera”.
Esto significa que el fiel no debe estar pasivo, sino realizar una ofrenda espiritual: entregar sus penas, su familia, su trabajo, sus luchas, para que Cristo las una a su oblación.
El santo asegura: “Quien en la Misa se ofrece con Cristo, aprende a morir a sí mismo y se llena de fortaleza para perseverar en la virtud”.
Participar con amor y fe
San Leonardo insiste en que la devoción no se mide por las palabras exteriores, sino por el amor interior:
“Quien oye la Misa con fe y amor, aunque no entienda todas las palabras, recibe gracias abundantes”.
Esto es especialmente importante para los laicos sencillos: aunque no conozcan latín o no tengan un misal a mano, lo esencial es unirse con fe al sacrificio. La Misa es un misterio que sobrepasa la comprensión humana y pide sobre todo adoración y amor.
El momento de la consagración
San Leonardo pone especial énfasis en el instante sublime de la consagración:
“Cuando el sacerdote eleva la Hostia y el cáliz, abre los cielos; la Sangre del Redentor intercede por ti; ese es el momento más favorable para pedir gracias”.
Recomienda que en ese momento el fiel haga tres actos:
- Adoración profunda, reconociendo la presencia real de Cristo.
- Ofrenda de sí mismo, renovando la entrega personal a Dios.
- Súplica confiada, presentando las necesidades propias, de la familia, de la Iglesia y del mundo.
El santo asegura: “Más se alcanza en un minuto de la consagración que en horas enteras de oración fuera de la Misa”.
Método sencillo para escuchar la Misa con fruto
San Leonardo propone un método práctico que puede seguir cualquier fiel:
- Desde el inicio, ofrécete a Dios y ofrece la Misa por una intención concreta.
- En el ofertorio, entrega a Dios tus trabajos, tus penas y tus alegrías.
- En la consagración, adora y pide con confianza gracias espirituales y temporales.
- En la comunión, une tu corazón al de Cristo, aunque no puedas comulgar sacramentalmente (porque estas en pecado mortal); haz al menos una comunión espiritual (Oración de San Alfonso María de Ligorio)
- Después de la Misa, permanece unos instantes en acción de gracias, pidiendo la gracia de vivir en unión con lo que has celebrado.
Este método, sencillo pero profundo, convierte cada Misa en un verdadero tesoro espiritual.
La comunión espiritual
San Leonardo insiste en que incluso quienes no pueden comulgar sacramentalmente deben hacer la comunión espiritual durante la Misa:
“Quien desea ardientemente recibir a Jesús, aunque no pueda acercarse al altar, lo recibe en su corazón con igual fruto”.
Por eso aconseja rezar con fervor en el momento de la comunión, pidiendo que Cristo venga espiritualmente al alma y la llene de su gracia.
Oración de San Alfonso María de Ligorio:
“Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Como si ya hubieras venido, te abrazo y me uno todo a Ti.
No permitas que jamás me separe de Ti. Amén.”
Después de la Misa: prolongar los frutos
El santo recuerda que los frutos de la Misa no terminan con la bendición final:
“Quien se retira de la iglesia debe llevar en su corazón la luz del sacrificio, prolongando en la vida lo que celebró en el altar”.
Esto significa vivir cada día en espíritu de ofrenda, recordando que hemos participado en el sacrificio de Cristo y que toda nuestra vida debe ser una prolongación de la Misa.
La diferencia entre oír con devoción o con rutina
San Leonardo advierte con energía: “Más aprovecha una sola Misa oída con devoción que cien oídas distraídamente”.
El fruto depende de la disposición del corazón. Dios da siempre su gracia en abundancia, pero solo la recibe en plenitud quien la acoge con fe y amor.
Por eso insiste en que los fieles hagan el esfuerzo de asistir a la Misa como si fuera la primera y la última de su vida.
Un llamado a los sacerdotes
El santo no olvida a los sacerdotes. Les exhorta: “Celebrad la Misa con tal devoción que los fieles aprendan de vuestro ejemplo lo que es el Calvario”.
Cuando el sacerdote celebra con recogimiento, fervor y amor, transmite a los fieles la grandeza del misterio. Por el contrario, la rutina o la prisa apagan la devoción del pueblo.
San Leonardo sabía que la santidad del sacerdote es una de las claves para que los fieles aprendan a participar con fruto en la Misa.
Hacer de cada Misa un tesoro
El Tesoro Escondido de la Santa Misa termina con una invitación ardiente:
“Cristianos, amad la Misa, escuchadla con devoción, y recogeréis frutos eternos. Una sola Misa oída con fe vale más que todas las riquezas del mundo”.
Escuchar la Misa con fruto es aprender a prepararse, unirse con amor, ofrecerse con Cristo, comulgar espiritualmente y prolongar en la vida diaria lo que se celebró en el altar.
No hay otro camino más seguro hacia la santidad. Quien ama la Misa y la escucha con devoción encuentra en ella la fuerza para perseverar, la gracia para vencer las tentaciones y el anticipo de la gloria eterna.
Que resuene siempre en nosotros la voz de San Leonardo:
“No asistáis a la Misa como espectadores distraídos, sino como almas amantes que se unen a Cristo crucificado. Así recogeréis frutos de vida eterna”.