San Charbel

“Oración, Penitencia y Trabajo”. “Oh Jesús, Cada Líder en este mundo piensa que es el centro del universo, Oh Señor enséñanos que sólo tu Cruz es el centro del universo.” San Charbel.

La película nos muestra al joven Youssef Makhlouf, quien, tocado por la gracia, comprende que no puede servir a dos señores. Sin despedirse de su madre, para no flaquear en su resolución, huye al monasterio. Es una lección para nuestra juventud: cuando Dios llama, la respuesta debe ser inmediata y radical. Él cambia su nombre por el de Charbel, Eligió este nombre en honor a un mártir de la Iglesia de Antioquía del siglo II, muriendo así para el mundo y naciendo para el cielo. El nombre “Charbel” proviene del arameo y significa “Historia de Dios” o “Noticia de Dios”. ¡Y qué profético fue! Su vida se convirtió, efectivamente, en un relato vivo de la gloria de Dios.

Vemos a Charbel en el monasterio de Annaya, sometido a una regla austera. El filme retrata con fidelidad la vida del monje maronita: el trabajo manual en los campos, el estudio de las Escrituras y, sobre todo, el silencio. Para un cura que ama la Tradición, es emocionante ver cómo Charbel busca siempre el último lugar, obedeciendo a sus superiores como si fuera al mismo Cristo, sin una queja, sin un deseo propio.

Si algo destaca en esta producción es el respeto y la unción con que se retrata el Santo Sacrificio. Para San Charbel, la Misa es la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario. Pasaba horas en preparación y acción de gracias. Se nos muestra cómo su vida misma se convirtió en una hostia viva, consumida por el fuego del amor divino.

Tras años de vida comunitaria, se le permite retirarse a la ermita de los Santos Pedro y Pablo. Allí, en una celda minúscula, con una madera por almohada y una sola comida pobre al día, Charbel libra el combate final contra el demonio y las pasiones. La película plasma esa atmósfera de sobrenaturalidad donde el ermitaño intercede por el mundo entero ante el Trono de la Gracia.

La película culmina con su santa muerte en la víspera de Navidad, mientras recitaba las oraciones de la liturgia. Pero Dios quiso glorificar a su siervo: la luz misteriosa que emanó de su tumba durante meses y la milagrosa incorruptibilidad de su cuerpo, que sudaba sangre y agua, son signos de que la muerte no tiene poder sobre los que mueren en olor de santidad.

En estos tiempos de confusión, San Charbel nos recuerda que “el hombre que reza salva su alma y la de muchos otros”. Que el “Cedro del Líbano” nos enseñe a amar el silencio y la Santa Misa sobre todas las cosas.

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