Evangelio San Juan 15, 1-8

San Juan 15, 1-8

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo corta; y a todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada.
Si uno no permanece en mí, es arrojado fuera como el sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo echan al fuego y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá.
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.»

Mensaje

Jesús hoy nos habla con una imagen que atraviesa el corazón de la familia cristiana: Él es la vid, nosotros los sarmientos. Sin Cristo, la familia se seca. Sin la Eucaristía, el matrimonio se enfría. Sin oración, los hijos se pierden. Jesús no está adornando palabras: “Sin mí no podéis hacer nada”.

¿Cuántas veces buscamos soluciones humanas a los problemas espirituales del hogar? ¿Cuántas veces queremos frutos sin estar unidos a la raíz? El Señor nos lo dice claro: si no permanecemos en Él, nos secamos, nos perdemos, y somos arrojados al fuego. No hay término medio. O estamos en la gracia, o estamos en el pecado.

Pero Dios es un Padre que no corta sin haber podado antes, que no rechaza sin haber llamado. Si algo en tu familia está siendo podado —una crisis matrimonial, una enfermedad, un sufrimiento— no es castigo, es poda para dar más fruto. Dios no quiere destruirte, quiere purificarte. ¡Aprovecha la poda!

La fidelidad a Cristo en el hogar se muestra en la confesión frecuente, en el rezo del Rosario en familia, en la asistencia a la Misa, en el amor sacrificado entre los esposos. No hay frutos eternos sin raíces eternas. ¡La savia que corre por la vid es la gracia de Dios, y se recibe principalmente por los sacramentos!

Padres, madres, hijos: no vivan desconectados del Corazón de Cristo. Si lo hacéis, os secaréis espiritualmente. ¿Y de qué sirve tener éxito en el mundo si el alma de tus hijos está vacía? La poda duele, pero salva. La separación de la vid no duele… al principio. Pero al final, quema.

Este Evangelio no es una amenaza, es una advertencia misericordiosa. Jesús quiere salvarte, pero no sin tu conversión continua. Permanece en Él, aunque te cueste, aunque no entiendas. Solo en Él hay vida, amor y salvación.

“Una familia unida a Cristo jamás se seca: da frutos en la tierra… ¡y florece para el Cielo!”

Invitación para hoy

  • 1. Haz una confesión de poda: Jesús nos poda con su amor para que demos más fruto. Hoy examina tu alma y pregúntate: ¿qué hay en mí que debe ser cortado? ¿Pecados mortales ocultos? Ve a confesarte y deja que Cristo te limpie con su Palabra y con su Sangre.
  • 2. Reza el Rosario en familia, como sarmientos unidos a la vid: No hay mayor protección para el hogar que el Rosario rezado con amor. Reúnanse y recen juntos pidiendo permanecer en Jesús. María, Madre de la Vid, hará que no se sequen.
  • 3. Visita a Jesús sacramentado, la raíz de tu vida: Acércate al Sagrario hoy. Quédate en silencio unos minutos ante la verdadera Vid. Dile: “Señor, aquí estoy, sin Ti no soy nada”. Su gracia empezará a correr nuevamente por tu alma.

Con cariño y bendición,

El equipo de Confesión Perfecta
“El Sacramento que cambiará tu Vida y salvará tu Alma”

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