
Historia
El Beato Buenaventura de Barcelona nació el 24 de noviembre de 1620 en Riu Dons, un pequeño pueblo de Cataluña, en el seno de una familia de labradores pobres, pero profundamente temerosos de Dios. Sus padres le inculcaron desde niño el amor a la oración, la devoción a la Virgen María y la fidelidad a la Santa Iglesia. Su nombre de bautismo fue Miguel Bautista, aunque al entrar en la vida religiosa lo cambiaría por Buenaventura.
Desde joven mostró un gran espíritu de oración. Pasaba noches enteras en adoración ante el Santísimo Sacramento, sobre todo en la víspera de las grandes fiestas, mientras trabajaba en las duras faenas del campo. Su alma deseaba consagrarse enteramente al Señor, pero obedeciendo a su padre, se casó con una doncella virtuosa. Ambos esposos vivieron en pureza, como hermanos, guardando perfecta virginidad. A los 16 meses de matrimonio, la esposa murió santamente, confesando que Dios le había concedido el don de conservar intacta la virginidad.
Libre ya de los lazos del mundo, Miguel se dirigió al convento franciscano de San Miguel de Escornalbó y pidió ingresar como fraile lego. Tomó el hábito el 14 de julio, fiesta de San Buenaventura, en honor del gran doctor seráfico. Desde entonces fue conocido como Fray Buenaventura de Barcelona, destacándose por su amor a la pobreza, su obediencia y su humildad.
Su vida religiosa se caracterizó por un ardiente celo apostólico. A pesar de ser fraile lego, se dedicó a convertir pecadores y herejes, enfrentando con valentía el libertinaje que traían los ejércitos franceses calvinistas en Cataluña. Logró incluso la conversión de un alto oficial enemigo, demostrando que la gracia de Dios actúa por medio de los humildes.
El demonio, envidioso de tanto bien, le persiguió con apariciones espantosas y golpes violentos. Pero Buenaventura, con fe firme, se defendía haciendo la señal de la cruz e invocando los santos nombres de Jesús y María. Dios le consolaba con dones extraordinarios: éxtasis, levitaciones mientras predicaba el amor a la Virgen, y milagros como transformar alimentos quemados en manjares exquisitos o multiplicar el pan para los frailes y los pobres.
Con profunda humildad, siempre se reconocía indigno de las gracias recibidas. En Roma, gozó de la amistad de cardenales y tuvo audiencia con el Papa Alejandro VII, quien aprobó su proyecto de reforma franciscana. Así nació la Reforma de la Estricta Observancia, conventos donde se vivía la Regla de San Francisco con todo rigor, sin provisiones ni estipendios, confiando únicamente en la Providencia divina.
Durante sus últimos años, Fray Buenaventura fue un verdadero padre para sus hermanos, enseñando doctrina a los niños, visitando enfermos y multiplicando milagros en favor de los necesitados. Su fama de santidad creció tanto que el pueblo lo veneraba como santo en vida. Murió el 11 de septiembre de 1684, después de recibir los sacramentos con gran devoción, repitiendo amorosamente: “¡Paraíso, paraíso!”. Fue beatificado por San Pío X en 1906.
Lecciones
1. La humildad abre el cielo: aunque fue solo un fraile lego, alcanzó las más altas cumbres de la santidad porque se humilló ante Dios y sirvió a todos con caridad.
2. La pureza es camino de santidad: vivió su matrimonio en virginidad, mostrando que la castidad es una fuerza espiritual que eleva el alma a Dios.
3. El celo apostólico vence al demonio: no tuvo miedo de enfrentarse al pecado y a los herejes, confiando en la fuerza de la cruz y en la gracia del Señor.
4. La Providencia nunca abandona: multiplicó panes, transformó alimentos y salvó vidas para mostrar que quien confía en Dios jamás quedará defraudado.
“Beato Buenaventura de Barcelona: humilde fraile lego que, confiando solo en Dios y en la Virgen, reformó la vida religiosa y nos enseña que la santidad florece en la humildad y en la obediencia.”