
Historia
San Fermín nació en Pamplona en el siglo III, en el seno de una familia noble. Sus padres, Firmo y Eugenia, recibieron la fe gracias a la predicación de San Honesto, discípulo de San Saturnino de Tolosa. En aquella misma conversión fue bautizado el joven Fermín, junto con sus hermanos. Desde pequeño fue educado en la fe cristiana, creciendo en sabiduría, oración y celo por las almas. A los 17 años ya destacaba en virtudes y en el deseo de entregar toda su vida a Cristo.
Bajo la guía de San Honesto, Fermín maduró en la fe y pronto fue considerado digno del sacerdocio. Más adelante, San Honorato de Tolosa lo consagró obispo, enviándolo como apóstol a evangelizar tierras todavía dominadas por el paganismo. Al imponerle las manos le dijo: “Alegraos, hijo, porque habéis sido elegido vaso de Dios para llevar su Evangelio a las naciones”, y le anunció que sufriría mucho antes de recibir la corona eterna.
De regreso a Pamplona, Fermín predicó con ardor y convirtió multitudes. No se conformó con su tierra natal, sino que partió hacia las Galias, anunciando el Evangelio en Agen, Clermont-Ferrand, Beauvais y Amiens. Su celo lo impulsaba siempre a ir más lejos, allí donde Cristo aún no era conocido.
En Francia, sus palabras estaban acompañadas de milagros: curaciones de enfermos, ciegos, sordos y hasta resurrecciones. Muchos pueblos enteros abrazaron la fe gracias a él. No obstante, también despertó la furia de los sacerdotes paganos, quienes lo acusaron de atentar contra los dioses y el Imperio. La luz de Cristo siempre desenmascara las tinieblas del error.
Llevado a juicio en Amiens, Fermín confesó sin miedo su fe:
“Soy cristiano, soy obispo, y fui enviado a predicar el Evangelio del Hijo de Dios. No hay otro Señor en el cielo ni en la tierra más que el Creador de todas las cosas.”
Sus palabras resonaron con firmeza apostólica. Ante la amenaza de tormentos y muerte, replicó: “No me arredra tu poder ni tus tormentos. Cristo me dará fuerza para alcanzar la corona de gloria.”
Finalmente, fue encarcelado y, en secreto, degollado en la prisión por orden de los gobernadores romanos. Era el 25 de septiembre. San Fermín entregaba así su vida a Cristo, convirtiéndose en el primer obispo de Amiens y mártir glorioso de la fe. Sus reliquias serían veneradas durante siglos, y Pamplona lo honraría siempre como a su santo patrono.
Lecciones
1. La fe nace de la predicación y del testimonio: Como sus padres se convirtieron por la palabra de San Honesto, así también nosotros estamos llamados a anunciar a Cristo con valentía para que otros lo conozcan.
2. La santidad comienza en la juventud: Fermín, siendo joven, ya se entregaba a Cristo con todo su corazón. Los sacerdotes y laicos debemos enseñar a los niños y jóvenes a buscar la santidad desde ahora.
3. El celo apostólico no conoce fronteras: San Fermín no se conformó con su ciudad; llevó el Evangelio a nuevas tierras. También nosotros hemos de desear que Cristo reine en las almas de nuestros hermanos, aun a costa de sacrificios.
4. La fidelidad hasta la muerte es la victoria: Su martirio muestra que la vida cristiana es un combate. El mundo nos quiere apartar de Cristo, pero solo quien permanece fiel alcanzará la corona de gloria.
San Fermín de Pamplona nos enseña que la fe se vive con valentía y se sella con amor hasta la muerte.