San Hospicio de Niza: El Anacoreta Profético de la Penitencia

Historia

San Hospicio (también conocido como San Sospis o San Hospitius) fue un venerable monje nacido en Egipto a principios del siglo VI. Se cree que fue parte de las comunidades monásticas del desierto, imbuidas por el espíritu de los grandes Padres del yermo. En su anhelo de santidad y conversión más profunda, emigró a la Galia, estableciéndose como ermitaño en las ruinas de una antigua torre cerca de Villefranche-sur-Mer, en la península de Cap Ferrat, al este de Niza.

Su retiro fue tan radical y austero como el de los antiguos anacoretas (Un anacoreta es un cristiano que, impulsado por el deseo de vencer a la carne, al mundo y al demonio, se retira del bullicio de la sociedad para vivir en soledad, penitencia y oración, buscando la unión más íntima con Dios, sin dejar de estar al servicio de la Iglesia y del prójimo cuando la caridad lo llama) . Se ciñó con una cadena de hierro en penitencia por los pecados que confesaba haber cometido y se alimentaba solamente de pan, dátiles y raíces. Durante la Gran Cuaresma, intensificaba sus mortificaciones y vivía exclusivamente de tubérculos. Toda su existencia fue un acto continuo de reparación, sacrificio y adoración.

Hospicio fue honrado por Dios con los dones de profecía y de milagros. San Gregorio de Tours, su contemporáneo, recogió su vida y testimonios. En el año 575, predijo la violenta invasión de los lombardos en la región, y aconsejó a los monjes de un monasterio cercano que huyeran de inmediato. “Yo no me iré”, les dijo. “Los insultarán, pero no los matarán. Yo debo quedarme.”

El ataque sucedió como lo había anunciado. Los bárbaros llegaron hasta su torre. Al encontrarlo encadenado, creyeron que era un criminal. Al interrogarlo, Hospicio respondió humildemente: “Soy un gran pecador, indigno de vivir”. Uno de los soldados levantó la espada para matarlo, pero su brazo quedó rígido e inmóvil. Solo cuando Hospicio hizo la señal de la cruz sobre él, recuperó el movimiento. El soldado quedó tan impresionado que se convirtió, renunció a su vida anterior y pasó sus días como discípulo del Señor.

San Hospicio también predijo el momento de su tránsito. Poco antes de morir, pidió que se avisara a su amigo Austadius, obispo de Cimiez, para que pudiera asistirlo y hacerse cargo de su entierro. Se quitó la cadena de penitencia, se arrodilló durante largo tiempo en oración, y luego se tendió sobre la tierra. Así, entregó su alma a Dios en paz, en el año 581.

Su sepultura fue venerada desde entonces. Las reliquias del santo fueron trasladadas a la isla de Lérins, y su fiesta se celebra el 21 de mayo. La península donde vivió es conocida aún hoy como Cap-Saint-Hospice o Cap-Saint-Sospis. En el siglo XI se construyó una capilla sobre los restos de la torre donde había vivido. Sus reliquias aún se veneran en la Catedral de Santa Reparata en Niza y en las iglesias de Villefranche-sur-Mer, La Turbie y San-Sospis.

Lecciones

1. La penitencia no es castigo, sino medicina del alma:

San Hospicio no huía del dolor, sino que lo abrazaba como medio de reparación. Con sus cadenas, su alimento sencillo – poco abundante y su soledad, ofrecía su cuerpo como un sacrificio vivo por amor a Dios y a los pecadores.

2. La humildad es la llave del cielo:

Cuando fue acusado de ser un criminal, no se defendió. “Soy un gran pecador”, dijo. No temía confesar su miseria, porque sabía que en su debilidad se manifestaba la gloria de Dios.

3. La verdadera caridad no calla ante el pecado:

Hospicio denunció la tibieza y la infidelidad del pueblo, advirtiendo el castigo inminente. Pero lo hizo por amor, para salvar a los que aún podían escapar, y ofrecer su vida por los que no lo harían.

4. El poder de la Cruz sana y convierte:

La señal de la Cruz, hecha con fe, liberó a su atacante de la parálisis, y a su alma del paganismo. Hospicio fue testigo de que el amor de Cristo vence el odio, y su misericordia transforma a los enemigos en hermanos.

5. El alma unida a Dios tiene autoridad espiritual:

El don de profecía y los milagros son frutos de una vida escondida en Dios. Hospicio fue escuchado por los hombres porque primero fue escuchado por Dios.

“San Hospicio hizo temblar al infierno y abrió las puertas del Cielo con su cruz y su penitencia.”

Fuentes: CalendariodeSantos, Vida Santas, Santopedia, Wikipedia, ACI Prensa, EWTN

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