
Historia
Santa Lutgarda nació hacia el año 1182 en Tongeren, Bélgica, en el seno de una familia burguesa. Siendo aún niña, sus padres, al perder su dote, la ingresaron en el convento benedictino de Santa Catalina en Saint-Trond, no por vocación religiosa sino por razones sociales y económicas. Durante sus primeros años de claustro vivió más como una interna que como una monja comprometida: le gustaban los vestidos, las conversaciones frívolas y las visitas.
Sin embargo, a los 17 años, mientras conversaba con amigas, tuvo una visión de Cristo mostrándole Su Costado herido, invitándola a amarlo por completo. Este encuentro con el Amor Crucificado transformó su vida radicalmente.
Lutgarda pidió a Jesús un signo de Su amor, y Él le ofreció su Corazón a cambio del suyo, gesto místico que anticipó siglos antes la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Este intercambio fue tan real y profundo que marcó toda su espiritualidad. Desde entonces, su vida se convirtió en un ascenso continuo en la vida interior, de oración intensa, mortificación y amor esponsal por Cristo.
Buscando una vida más recogida y austera, en 1208 Lutgarda abandonó las benedictinas y entró al monasterio cisterciense de Aywières, donde vivió hasta su muerte. Allí evitó incluso aprender el idioma francés para mantenerse en el silencio interior. Fue favorecida con visiones de Jesús, de la Virgen, de San Juan Evangelista, y también del alma del Papa Inocencio III, quien le pidió oraciones.
Vivió con dones extraordinarios como la lectura de corazones, el sudor de sangre, estigmas, éxtasis y levitación, que nunca buscó ni presumió. Ella los ofrecía por la conversión de los pecadores y la santificación del clero. Su vida escondida fue una intercesión viva.
A los 53 años, Santa Lutgarda quedó ciega, y lejos de lamentarse, lo acogió como una bendición para vivir más profundamente unida al Amado. Con visión interior, anticipó el día exacto de su muerte: el 16 de junio de 1246, cuando fue llevada dulcemente al cielo por su Esposo celestial.
Poco después de su muerte, su fama de santidad se extendió rápidamente. El Papa Clemente XII confirmó su culto en el año 1249, un acto que hoy reconocemos como canonización equipolente, ya que confirmó el culto litúrgico constante que le rendía el pueblo de Dios, en especial en Bélgica y Francia.
Sus reliquias fueron trasladadas a Ittre (Bélgica), donde aún hoy se le venera como patrona de los ciegos, de las personas con enfermedades graves y de quienes desean crecer en el amor al Sagrado Corazón de Jesús.
Lecciones
1. La conversión es don y respuesta:
Su paso de una vida distraída a una vida mística nos recuerda que la gracia siempre puede romper la rutina más tibia si el alma está dispuesta.
2. Amor místico, amor real:
El intercambio de corazones con Cristo es un lenguaje espiritual, pero también un llamado real a vivir con el Corazón de Cristo, sintiendo con Él, ofreciendo con Él.
3. Silencio que escucha la Voz de Dios:
Lutgarda eligió no aprender lenguas para guardar silencio, recordándonos que el alma que calla hacia fuera se abre mejor a la Palabra divina.
4. Sufrimiento ofrecido, alma redentora:
Sus enfermedades, su ceguera, sus estigmas: todo fue ofrecido con amor por la conversión de los demás. Hoy también los sacerdotes y laicos que sufren pueden vivir ese dolor con sentido redentor.
5. Devoción profunda al Sagrado Corazón:
Fue una precursora profética de esta devoción. Su vida enseña que el Corazón de Jesús no es solo un símbolo, sino una realidad que transforma nuestra vida interior.
“Santa Lutgarda nos recuerda que la santidad se vive en el silencio del alma enamorada por Jesús: un alma que cambia su corazón por el de Jesús y lo deja latir dentro de sí para amar, sufrir y salvar.”