El Silencio que Adora
Este es uno de los caminos más sublimes y accesibles para entrar en comunión con Jesús vivo en la Eucaristía: la adoración silenciosa.
El Corazón Eucarístico de Jesús se deja encontrar en el silencio humilde y amoroso de quien simplemente está con Él.
Fundamento eclesial y magisterial
La Iglesia ha promovido con firmeza la adoración eucarística, no sólo durante la Misa, sino también fuera de ella, especialmente en la exposición del Santísimo Sacramento:
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:
“La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).” CIC, n. 2096
¿Qué es la adoración silenciosa?
La adoración silenciosa es estar en presencia de Jesús Eucaristía sin palabras, sin lecturas, sin fórmulas. Es mirarlo y dejarse mirar, como lo hacía la Virgen María, como lo hicieron los discípulos en el Tabor, como lo hacen los santos en la eternidad.
No se trata de “hacer cosas”, sino de “estar con Él”:
Por qué el silencio es adoración
- Dios habla en el silencio (cf. 1 Reyes 19,12). En el bullicio del mundo, Jesús se revela en el recogimiento del alma.
- El silencio es acoger su mirada, que sana, consuela, fortalece.
- En el silencio, no controlamos nada: nos rendimos ante Él.
- En el silencio, Él es el protagonista.
¿Quién puede adorar en silencio y Cómo hacer adoración silenciosa?
¡Todos! Esta forma de adoración es universal:
- Los ancianos que ya no pueden leer.
- Los niños que no saben orar.
- Los enfermos que no pueden hablar.
- Los laicos ocupados, que necesitan un respiro del alma.
- Los sacerdotes con la agenda llena, pero corazón hambriento de Dios.
No se necesita elocuencia, solo presencia amorosa.
Paso 1. Entrar en la capilla o iglesia
Al ver al Santísimo haz una genuflexión o ponte de rodillas y haz la señal de la cruz.
Paso 2. Ponte de rodillas, quédate de pie o siéntate.
El cuerpo debe expresar humildad y recogimiento. Si tienes dolor o fatiga, siéntate sin culpa, pero con el corazón en adoración.
Paso 3. Mira a Jesús o Cierra tus ojos
Contempla el Santísimo Sacramento. No digas nada. Sólo míralo y déjate mirar.
Adorar al Santísimo Sacramento no requiere ver con los ojos del cuerpo, sino con los del alma. Una persona que cierra los ojos, o incluso una persona ciega, puede adorar profundamente con un acto de fe viva, diciéndole a Jesús: “Creo que estás aquí y te adoro con todo mi corazón”. El verdadero centro de la adoración no es la vista, sino la presencia amorosa, el recogimiento interior y la entrega total al Corazón Eucarístico. Así como María adoraba en silencio al pie de la cruz, también el alma que no ve, pero ama y se abandona, ofrece una adoración pura, silenciosa y poderosa, muy grata a Dios.
Paso 4. Abandónate
No luches contra distracciones. Si vienen pensamientos, ofrécelos a Jesús. Si sientes sequedad, díselo con sencillez. Él ve el corazón:
No luches contra las distracciones: entrégalas
Durante la adoración, es común que surjan pensamientos, recuerdos, preocupaciones o distracciones. No debes angustiarte ni pelear con ellos. No estás fallando al orar: simplemente eres humano.
Cuando surjan esas distracciones, en lugar de frustrarte, haz esto:
- Reconócelas con humildad, sin miedo ni culpa.
- Ofrécelas a Jesús como parte de tu oración: “Señor, te doy este pensamiento, esta inquietud, este cansancio. Lo dejo en tu presencia.”
- Si es una preocupación por alguien, conviértela en intercesión: “Te entrego a mi hijo, a mi amiga, a mi parroquia…”
Estas interrupciones pueden convertirse en puentes hacia una adoración más profunda, si las llevas al Corazón de Jesús.
Si sientes sequedad espiritual, díselo con sencillez
Habrá momentos en que no sentirás nada: ni consuelo, ni fervor, ni emoción. Esto se llama sequedad espiritual y es parte del camino de la fe. Los santos la conocieron bien. San Juan de la Cruz, Santa Teresa, el Cura de Ars, todos pasaron por esta noche del alma.
¿Qué hacer?:
- No te inquietes. La fe no se mide por lo que sientes, sino por tu fidelidad.
- Dile a Jesús con total confianza: “Señor, no siento nada, pero estoy aquí por amor a Ti.”
- Esa sola presencia silenciosa, aunque sin gusto ni consuelo, es una adoración profunda, sincera y purificadora.
Recuerda siempre: Él ve el corazón
Jesús no necesita que seas perfecto ni que tengas una mente vacía de pensamientos. Él mira tu deseo, tu fidelidad, tu esfuerzo humilde. Incluso cuando te distraes, si vuelves una y otra vez al silencio y a su presencia, Él lo recibe como un acto de amor.
“No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; así que lo que más os despertare a amar, eso haced.” Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús, capítulo 13, número 11. Santa Teresa habla de cómo orar y buscar a Dios, explicando que el valor de la oración no está en el esfuerzo intelectual, sino en el amor que se pone en ella.
Por eso, no luches, entrega, permanece. Y deja que el Santísimo haga en ti lo que tú no puedes hacer por ti mismo.
Paso 5. Quédate así, aunque sean solo 5 minutos
Puedes empezar con 5, 10, 15 minutos. Luego, según la gracia, crecerás. La fidelidad transforma el alma. Antes de irte, deténte un instante y dile a Jesús con el corazón: “Gracias Señor por permitirme estar contigo. Me voy, pero sé que Tú sigues conmigo.”
Planifica visitarlo al menos una vez por semana. Tu vida cambiará.
El mundo necesita adoradores. La Iglesia necesita adoradores. Jesús Eucaristía los espera. Que cada sacerdote haga de la adoración el alma de su sacerdocio, y que cada laico convierta la adoración en el fuego de su vocación bautismal.