
El clamor del Corazón de Jesús en nuestros días
Vivimos en tiempos de gran confusión espiritual, en los que muchos corazones se enfrían, las almas se distraen y la tibieza amenaza incluso a quienes han sido llamados a vivir cerca del Señor. En medio de esta oscuridad, Jesús sigue llamando, con amor herido, desde su Corazón traspasado: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres… y no recibe de ellos sino ingratitudes.” Estas palabras, dichas a Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII, resuenan hoy con más fuerza que nunca. El Corazón de Jesús no ha cambiado: sigue siendo fuego ardiente de amor, siempre abierto, esperando ser amado, adorado y consolado.
Durante los siglos, el Sagrado Corazón se ha revelado a almas escogidas —santas, beatas, humildes siervos y siervas— para transmitir al mundo un mensaje central: el Amor de Dios hecho Carne nos suplica respuesta. No se trata de una devoción más, sino del núcleo mismo del Evangelio: el Corazón de Dios que late por cada uno de nosotros, herido por nuestros pecados, pero incansable en su deseo de salvarnos.
A través de los testimonios y escritos de tres grandes almas escogidas —Santa Margarita María de Alacoque, Sor Josefa Menéndez y el Beato Bernardo de Hoyos— descubriremos la voz viva del Corazón de Jesús que nos habla, nos llama y nos espera. El Corazón de Jesús nos llama a volver a Él, a refugiarnos en su ternura y a consagrar nuestras vidas para que Él reine por completo en nosotros. Si su Corazón está traspasado, que nuestras almas no permanezcan indiferentes.
Tenemos que arrodillarnos y decir: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.”
El significado profundo del Sagrado Corazón
1. El Corazón de Jesús: símbolo y realidad de su amor redentor
El Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo más profundo y teológico del misterio del amor divino hecho carne, el mismo amor con el que Dios ha amado desde la eternidad y que se ha revelado plenamente en Jesucristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña con claridad: “Jesús nos ha amado con un corazón de hombre. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, ‘es considerado el principal signo y símbolo […] de ese amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres’. (Pío XII, Haurietis aquas).” (CIC, n. 478)
Este amor se nos manifiesta especialmente en la Pasión del Señor, cuando su Corazón fue traspasado en la Cruz. San Juan da testimonio de este momento decisivo: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante brotó sangre y agua” (Juan 19,34). Los Padres de la Iglesia vieron en ese costado abierto el nacimiento de la Iglesia, esposa del Cordero, y la fuente inagotable de los sacramentos.
El Corazón traspasado es, por tanto, fuente de vida nueva, de salvación, de perdón, de ternura. Es la prueba última de un amor que se entrega hasta el extremo (cf. Juan 13,1).
2. Fundamento bíblico: el corazón que revela al Padre
El lenguaje bíblico atribuye al “corazón” no solo los sentimientos, sino también las intenciones, la voluntad, el centro de la persona. En Jesús, el Corazón expresa todo su ser divino-humano entregado al Padre y a los hombres. Él mismo dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11,29).
Estas palabras son una revelación del carácter íntimo de Dios hecho hombre. El Corazón de Jesús es humilde, es manso, no se impone, sino que se entrega. No exige amor por la fuerza, sino que suplica amor con ternura. Quien se consagra a su Corazón entra en esta escuela de mansedumbre y entrega.
3. Enseñanza del Magisterio de la Iglesia
El Papa León XIII, en la encíclica Annum Sacrum (1899), preparó el camino para la Consagración del género humano al Sagrado Corazón, afirmando: “De esta devoción se esperan grandísimas cosas; y la primera de todas, la restauración del Reino de Cristo.”
Uno de los documentos más profundos sobre esta devoción es la encíclica Haurietis Aquas del Papa Pío XII (1956), en la cual afirma: “La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, por su naturaleza misma, es el culto al amor con que Dios nos ha amado por medio de Jesucristo…” (Haurietis Aquas, n. 15) Y añade: “La herida abierta en el costado del Salvador es el símbolo de aquel amor con el cual Él ha amado siempre a su Padre y a los hombres.” Esta encíclica reafirma que la devoción al Corazón de Jesús no es una práctica secundaria, sino que tiene “una dignidad excelsa” y “una base sólida en las fuentes de la revelación”.
4. El Corazón de Jesús, centro y fuente de la vida cristiana
Quien se consagra al Corazón de Jesús no se entrega a un símbolo muerto, sino que entra en comunión viva con el Corazón que late en la Eucaristía, con el Corazón que sigue ofreciendo su Sangre en el altar por amor a cada alma.
El Sagrado Corazón es fuente de unidad para la Iglesia, fuente de sacerdocio santo, de vida familiar transformada, de consagración interior. Como enseña el Catecismo: “Jesús nos ha amado hasta el fin (Juan 13,1), hasta el don de su vida. En su pasión y muerte, su humanidad se convierte en instrumento libre y perfecto de su amor divino.”
(CIC, n. 609)
Por eso, la devoción al Sagrado Corazón es una transformación interior, una configuración con Cristo que nos lleva a amar como Él, a sufrir con Él, a reparar con Él.
5. ¿Por qué es urgente hoy esta devoción?
En un mundo donde el amor verdadero se enfría y se sustituye por egoísmos e idolatrías, el Corazón de Jesús es la única medicina eficaz para sanar el alma humana. Esta devoción nos enseña a vivir el Evangelio con profundidad, a orar con amor reparador, a servir con generosidad y a consagrarnos con confianza plena. “Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación.” (Isaias 12,3).
El Corazón de Cristo es fuente inagotable de gracia, manantial de misericordia y escuela de santidad. Beber de sus fuentes es dejar que Él viva en nosotros.
Santa Margarita Maria de Alacoque: la revelación al mundo
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, aunque tiene raíces bíblicas y patrísticas, fue encendida con nuevo ardor para el mundo entero a través de las revelaciones que recibió Santa Margarita María de Alacoque, una humilde religiosa de la Orden de la Visitación, nacida en 1647 en Francia.
Desde muy joven, Margarita experimentó un amor extraordinario por Jesús en el Santísimo Sacramento. Sin embargo, fue entre 1673 y 1675 cuando el Corazón de Jesús le manifestó su voluntad con gran claridad: Jesús deseaba ser amado con un amor reparador y universal, y le pedía ser honrado mediante la consagración al Sagrado Corazón.
En la primera gran aparición, el 27 de diciembre de 1673, Jesús se presentó a Margarita con su Corazón “como un sol brillante y radiante de amor”. Le dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres y por ti en particular, que no puede contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad y necesita esparcirlas por medio tuyo, y manifestarse a ellos para enriquecerlos con sus preciosos tesoros.”
Jesús le mostró su Corazón rodeado de llamas, con una cruz en lo alto, coronado de espinas y con una herida abierta. Le dijo: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor. Y en agradecimiento, no recibo de la mayoría sino ingratitudes, irreverencias, sacrilegios y frialdades en este sacramento de amor.”
El Señor no solo se queja: llama al consuelo, al amor reparador, a la entrega generosa de quienes lo aman.
Fueron doce las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, desde 1673 hasta 1675.
Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús:
- Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
- Estableceré la paz en sus familias.
- Los consolaré en todas sus aflicciones.
- Seré su refugio en su vida y, sobre todo, la muerte.
- Bendeciré grandemente todas sus empresas.
- Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
- Las almas tibias crecerán en fervor.
- Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección.
- Bendeciré el hogar o sitio donde esté expuesto mi Corazón y sea honrado.
- Daré a los sacerdotes el don de tocar a los corazones más empedernidos.
- Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en mi Corazón y de él nunca serán borrados.
- Yo les prometo, en el exceso de la infinita misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso les concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en desgracia ni sin recibir los sacramentos; mi Corazón será su refugio seguro en ese último momento.
Jesús pidió a Margarita dos prácticas concretas, que luego la Iglesia ha aprobado y recomendado:
- La Hora Santa, los jueves por la noche, en memoria de la agonía en Getsemaní. “Me quedarás acompañando en la oración que entonces presenté a mi Padre, para apaciguar su justicia divina, y obtendrás misericordia para los pecadores.”
- La Comunión Reparadora de los Primeros Viernes de mes, durante nueve meses consecutivos. “Yo les prometo, en el exceso de la infinita misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso les concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en desgracia ni sin recibir los sacramentos; mi Corazón será su refugio seguro en este último momento.”
Este último pedido ha sido conocido como la gran promesa del Sagrado Corazón. Es camino de conversión continua, de amor confiado y reparación perseverante.
Jesús también pidió a través de Margarita que se estableciera una fiesta litúrgica en honor de su Sagrado Corazón: “Te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus sea dedicado a una fiesta especial para honrar mi Corazón, comulgando ese día y reparando por medio de una solemne expiación las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha permanecido expuesto sobre los altares.”
Esta petición fue finalmente acogida por la Iglesia en 1856, cuando el Papa Pío IX extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia y Pío XII (1956) escribió la encíclica conmemorando ese acto y explicando su significado teológico. Hoy se celebra cada año con misa propia, el viernes posterior a Corpus Christi.
En el centro de las revelaciones a Santa Margarita hay un mensaje fundamental que sigue vigente: el Corazón de Jesús está herido por la indiferencia y el pecado, y desea ser amado, adorado y consolado por sus amigos fieles. “Tú, al menos, ámame”, suplicaba el Corazón de Jesús a Margarita.
Este llamado es urgente hoy. El Sagrado Corazón busca almas que se entreguen a Él sin reservas, que lo consuelen con una vida pura, sacrificada, eucarística y reparadora.
Santa Margarita no fue teóloga ni escritora por oficio, pero sus visiones y cartas, con aprobación eclesial, han sido una de las semillas más fecundas de la espiritualidad del Sagrado Corazón en toda la Iglesia. Su vida fue un continuo ofrecimiento: penitencia, adoración, oración y obediencia. Ella no buscó gloria, sino que todo lo hizo “por amor al Sagrado Corazón y para que Él reine”. No dejemos caer en el olvido el llamado de Jesús a través de esta santa. Su mensaje no es del pasado. Es para este tiempo, para este mundo, para cada uno de nosotros. “Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.”
Sor Josefa Menéndez: El clamor misericordioso del Corazón herido
Sor Josefa Menéndez (1890–1923), religiosa coadjutora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, vivió una vida oculta y silenciosa. No destacó por estudios ni cargos importantes; sin embargo, fue elegida por Jesús para transmitir una vez más el ardiente deseo de su Corazón: ser amado, consolado y reconocido por sus hijos, especialmente por los sacerdotes y los consagrados.
La riqueza de sus confidencias se halla recogida en el libro “Un llamamiento al amor”, publicado con aprobación eclesiástica. En él, Jesús habla directamente, con dulzura y gravedad, en un lenguaje sencillo pero profundamente espiritual, dirigido sobre todo a los corazones humildes, a los pecadores, a los consagrados tibios y a los que dudan de la misericordia divina. “¡Amo a las almas hasta el punto de haber dado mi vida por ellas! ¡Y ellas no lo creen! ¡No tienen confianza en Mí! ¡Soy un Dios de amor!… ¿Quién podrá comprender el dolor de mi Corazón, que no se cansa de esperar, de amar y de perdonar?”
Jesús se presenta a Josefa como el Amigo fiel y el Esposo herido, lleno de amor, pero continuamente despreciado. Sus palabras son un llamado desgarrador a la confianza y la reparación: “Mi Corazón no puede contener más las llamas que lo consumen. ¡Necesito derramarlas sobre las almas!… ¡Sobre todo sobre las almas sacerdotales!”. Aquí aparece con fuerza el vínculo entre el Sagrado Corazón y el sacerdocio: Jesús busca almas sacerdotales unidas a su Corazón, que lo consuelen, lo imiten y lo ofrezcan al Padre por los pecadores.
En múltiples ocasiones, Jesús le dice a Sor Josefa que su mayor dolor no son tanto los grandes pecadores que no le conocen, sino las almas consagradas que le han dado su amor y luego se alejan de Él: “Mi dolor más agudo es el abandono de muchas almas escogidas… que fueron la delicia de mi Corazón y ahora me hieren con su tibieza, su ingratitud, su olvido.” “¡Oh, si los sacerdotes comprendieran el poder que tienen para consolarme! ¿Quién como ellos puede reparar por las ofensas, salvar a las almas, hacerme amar?”
Jesús muestra que su Corazón es traspasado no solo por los pecados graves, sino también por la frialdad, indiferencia y rutina espiritual, especialmente en los llamados a ser sus íntimos.
En medio de este dolor, Jesús no se muestra como un juez implacable, sino como un Dios “sediento de almas”. Esta expresión se repite constantemente en sus confidencias: “¡Tengo sed!… No de agua, sino de almas que me amen, que confíen en mí, que me dejen salvarlas. ¿Por qué tienen miedo de mí?… Soy todo Amor y Misericordia.”
Este clamor misericordioso recuerda las palabras de Cristo en la cruz: “Tengo sed” (Juan 19,28).
Es la sed de almas, la sed de amor, la sed de redención.
El Catecismo de la Iglesia Católica n. 478 nos recuerda: “Jesús nos ha conocido y amado a cada uno durante su vida, su agonía y su pasión, y se ofreció por cada uno de nosotros: ‘El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí’ (Ga 2,20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por eso, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, ‘es considerado el principal signo y símbolo (…) del amor con que el divino Redentor ama continuamente al Padre eterno y a todos los hombres’ (Pío XII, enc. Haurietis aquas).”
A través de Sor Josefa, Jesús insiste en la reparación: no por miedo, sino por amor y gratitud. El Señor no busca castigar, sino que quiere ser consolado, amado, acompañado. “Dame almas que reparen, que se ofrezcan por los que me ofenden, por los que me olvidan. No busco grandezas, solo amor y fidelidad en lo pequeño.”
Se trata de una vida interior reparadora, vivida con humildad, generosidad y abandono.
Sor Josefa Menéndez no fundó órdenes, ni escribió tratados, ni hizo milagros visibles. Pero el Corazón de Jesús la eligió para hablarle nuevamente a su Iglesia con palabras sencillas y eternas. Su vida es un eco del llamado del Corazón de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mateo 11,28). Y su mensaje es claro: Jesús ama, sufre por amor, y espera con paciencia ser amado. “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.”
Beato Bernardo de Hoyos: La profecía del reinado del Corazón de Jesús
El Beato Bernardo de Hoyos (1711–1735), joven jesuita español, fue uno de los primeros y más ardientes apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús en lengua castellana. A través de sus experiencias místicas, Jesús le reveló una misión profética: establecer el Reinado del Corazón de Jesús en España, como inicio de su reinado universal en las almas y en las naciones.
Murió con solo 24 años, pero dejó un testimonio de amor y entrega que sigue ardiendo como una llama viva, especialmente entre quienes anhelan una renovación espiritual profunda del mundo a través del amor misericordioso del Corazón traspasado de Cristo.
El origen de esta devoción en Bernardo no fue una emoción pasajera ni una simple práctica piadosa, sino un encuentro providencial con un libro que marcó para siempre su vida interior. En el mes de marzo de 1733, mientras se encontraba en el colegio de los jesuitas de Valladolid, recibió de manos de un compañero un pequeño volumen titulado: “Vida y virtudes de la Venerable Margarita María de Alacoque”, escrito por el Padre G. Gallifet, S.J., gran promotor de la devoción al Sagrado Corazón en Francia.
Apenas comenzó su lectura, su alma quedó profundamente tocada. Él mismo narra en su diario espiritual Tesoro Escondido: “En cuanto comencé a leer, sentí una fuerza interior que me arrastraba irresistiblemente al Amor del Corazón de Jesús. Parecía que cada página me llamaba por mi nombre y me decía: ‘Tú también has sido escogido para hacerme amar.’”
Fue tal el ardor que se encendió en su alma que, en cuestión de días, empezó a practicar la devoción al Sagrado Corazón con un amor intensísimo, consagrándose a Él con promesas privadas de amor y reparación. Así comenzó un camino de unión mística, donde Jesús mismo le instruyó interiormente sobre el significado de su Corazón y su deseo ardiente de reinar en el mundo por medio de los corazones que se le entregan.
El 14 de mayo de 1733, solo dos meses después de ese encuentro con el libro sobre Santa Margarita María, Bernardo tuvo su gran revelación espiritual. Mientras oraba con fervor ante una imagen del Sagrado Corazón en la capilla del colegio, oyó interiormente estas palabras de Cristo: “Reinaré en España, y con más veneración que en muchas otras partes.”
Estas palabras no eran una mera promesa devocional. Expresaban el designio divino de instaurar el Reinado del Amor de Cristo en los corazones, en las familias, y en las naciones, a través de la consagración, la reparación y la vida interior transformada por la gracia.
No se trataba de un reinado político, sino de un reinado espiritual y real en las almas, como enseñará más tarde la Iglesia. “Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En Él, la historia de la humanidad, y aun toda la creación, encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente.” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 668)
Este anuncio profético fue, en cierto modo, una confirmación privada del Magisterio futuro, pues en 1925 el Papa Pío XI, en su encíclica Quas Primas, instituirá la solemnidad de Cristo Rey, proclamando que Jesús debe reinar sobre los pueblos y las naciones mediante su Corazón traspasado.
Bernardo ingresó al noviciado jesuita a los 14 años. Desde muy pronto se destacó por su pureza, obediencia y profundo deseo de santidad. Sin embargo, su alma cambió de modo radical al descubrir el Sagrado Corazón, como él mismo lo describe: “Desde entonces, no me pertenece mi corazón; lo entregué del todo al Corazón de Jesús. Él es mi vida, mi amor, mi todo.” (Tesoro Escondido, 16 de mayo de 1733)
Jesús le concedió múltiples favores místicos: locuciones interiores, visiones, y un ardor espiritual que crecía día tras día. Era un joven alegre, obediente, silencioso, profundamente humilde. Pero su mayor anhelo era: “Hacer amar al Corazón de Jesús en todos los corazones del mundo.”
El Beato Bernardo de Hoyos no fue obispo ni misionero de tierras lejanas, pero sus escritos y experiencias místicas, aprobadas por la Iglesia, han sido una de las fuentes más luminosas de la devoción al Sagrado Corazón en lengua española. Su vida fue breve, pero intensamente ofrecida: oración ferviente, obediencia filial, estudio aplicado y un amor ardiente por el Corazón de Jesús. No buscó prestigio alguno, sino que todo lo vivió “por amor al Sagrado Corazón y para que Él reine en España y en el mundo”.
Cómo prepararse para consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús
La consagración al Sagrado Corazón de Jesús es una entrega de todo el ser a Jesucristo, una respuesta de amor al Amor que se nos ha revelado en su Corazón traspasado (cf. Juan 19,34). Por eso, prepararse bien es fundamental. Como enseñaban Santa Margarita María, Sor Josefa Menéndez y el Beato Bernardo de Hoyos, la consagración debe brotar de una vida transformada por la gracia y orientada hacia el Sagrado Corazón de Jesús.
Ofrecemos una guía para consagrarse auténticamente al Sagrado Corazón:
1. Conocimiento del Corazón de Jesús
Antes de consagrarnos, debemos conocer a Aquel a quien vamos a entregarnos. El Corazón de Jesús es el centro de esta alianza. Conocerlo es conocer el amor de Dios revelado en Cristo. Esto implica:
- Meditar frecuentemente en los Evangelios, especialmente los pasajes que revelan el amor, la misericordia y la compasión de Cristo (por ejemplo, Mateo 14,14, Mateo 20,34, Marcos 1,40-42, Marcos 8,2, Lucas 13,12-13, Lucas 15, Lucas 23,34, Juan 6,35, Juan 11,33-35, Juan 13–17, Juan 19, 1 Juan 4,9-10, Apocalipsis 1,5).
- Profundizar en la doctrina de la Iglesia sobre el Corazón de Jesús, especialmente lo que enseña el Catecismo: (CIC 368 El corazón como centro espiritual, 478 El Corazón humano de Jesús y su amor redentor, 766 Costado traspasado de Cristo: nacimiento de la Iglesia, 1432 Conversión del corazón a Dios, 1850 El pecado rechaza el amor del Corazón de Cristo y 2669 Oración al Corazón de Jesús)
- Leer el libro “La Historia de la Sagrada Pasión” Padre Luis de la Palma (Jesuíta Español, Toledo 1560 – Madrid 1641) es una herramienta excelente para preparar el alma: te lleva al corazón mismo de Jesús sufriente y te enseña a amarlo, consolarlo y unirte a Él con todo tu ser.
- Leer los escritos aprobados de los santos devotos al Corazón de Jesús, como las Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesus de Santa Margarita Maria de Alacoque, Un Llamamiento al Amor de Sor Josefa Menéndez, y El Tesoro Escondido del Beato Bernardo de Hoyos.
- Leer el Libro Sagrado Corazón de Jesús: Tesoro de bondad y de amor del P. Juan S. Clá Días.
- Ver estos documentales que te ayudarán a conocer mejor el mensaje del Corazón de Cristo y vivir con más fervor tu consagración: El Poder del AMOR, Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
- Ver Charlas sobre la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
2. Conversión y vida de gracia
La consagración exige un corazón limpio y dispuesto. No es necesario ser perfecto, pero sí estar en camino de conversión sincera. La limpieza de corazón nos permite entrar en comunión con el Sagrado Corazón de Jesús. Esto incluye:
- Confesión frecuente, como medio para purificarse y recibir la misericordia del Corazón de Cristo.
- Combate contra el pecado mortal y los apegos desordenados, con ayuda de la oración, el ayuno y el acompañamiento espiritual.
- Vida sacramental y eucarística: asistir a Misa (si es posible todos los días), adorar al Santísimo (por lo menos una vez por semana) y vivir en gracia (sin pecado mortal). “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios..” (Mateo 5,8)
3. Oración y ofrecimiento diario
Antes de la consagración, es recomendable iniciar un tiempo de preparación espiritual, que puede durar entre 9 días (una novena) y 33 días (como en la consagración mariana). Novenda en pdf para descargar, Estampa en pdf para descargar. Durante este tiempo:
- Se reza diariamente una oración al Sagrado Corazón de Jesús, como la jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”, o la oración de consagración escrita por Santa Margarita.
- Se hace un ofrecimiento diario, entregando las acciones, sufrimientos y alegrías del día por amor a Jesús.
- Se medita en el amor del Sagrado Corazón de Jesús, preferentemente con textos bíblicos o de los santos mencionados.
4. Acto de consagración
Después del tiempo de preparación, se realiza el acto de consagración en un ambiente de fe y recogimiento. Puede hacerse:
- En una Misa solemne, en presencia del Santísimo Sacramento, si es posible.
- Privadamente, con la asistencia espiritual de un sacerdote o guía.
- En familia, para consagrar el hogar entero al Sagrado Corazón de Jesús.
Este acto debe incluir:
- Una renuncia al pecado y un deseo firme de conversión.
- La entrega total del corazón, de la vida, de todo lo que se es y se posee.
- Un compromiso de vivir en reparación, amor y fidelidad al Sagrado Corazón de Jesús.
5. Vivir la consagración cada día
Consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús es mucho más que una devoción hermosa. Es un llamado de amor para los últimos tiempos. Una elección de vida. Una alianza sellada con el Corazón herido que nos ama hasta el extremo. La consagración no termina en el día en que se pronuncia, sino que apenas comienza. Cada día es una renovación humilde y ardiente de esa entrega que es como un camino seguro hacia la santidad. Porque cuando uno se consagra, ya no se pertenece a sí mismo, sino que queda marcado para siempre por la llama viva del Amor de Jesús.
Se concreta en:
- a. Un corazón dócil a Jesús: “Hijo mío, préstame atención y acepta de buena gana mis caminos.” (Proverbios 23,26). Esto significa: entrégame tu voluntad, tus deseos, tus heridas, tu historia. La consagración se vive en la docilidad. No en el hacer muchas cosas, sino en hacer su Voluntad en lo pequeño y en lo grande. “No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.” (Mateo 7,21).
- b. Fidelidad en lo cotidiano: El Sagrado Corazón no pide cosas extraordinarias, sino amor fiel. Vivir tu vocación —como esposo, esposa, sacerdote, madre, joven, anciano— con amor puro y constante. Cada acto, si es hecho por amor, se vuelve eterno. “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho….” (Lucas 16,10).
- c. Reparación y adoración: Jesús desea ser amado. En el Huerto de los Olivos clamaba: “…. «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?” (cf. Mateo 26,40). La Hora Santa los jueves por la noche, en unión con la agonía de Jesús en Getsemaní, La Comunión Reparadora de los Primeros Viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, La Adoración Eucarística, El ofrecimiento de los Sacrificios, La reparación por los pecados del mundo… son obras que consuelan su Sagrado Corazón y salvan almas.
- d. Ser apóstol de su Amor: La consagración no te encierra en ti mismo. Te lanza. Te hace instrumento del Reino del Sagrado Corazón, en tu familia, en tu parroquia, en tu entorno. No puedes quedarte callado si has conocido ese Amor. Es el fuego que urge el alma a evangelizar con obras y palabras.
Vivir consagrado al Corazón de Jesús es vivir en el Amor y para el Amor, crucificado con Él, y resucitado con Él. Es dejar que su Corazón sea tu refugio, tu escuela, tu fuerza y tu meta. No temas: Él lo hará todo en ti si tú te dejas amar y transformar por Él.
Fórmulas aprobadas de consagración al Sagrado Corazón de Jesús
A lo largo de la historia, santos, Papas y fieles han compuesto oraciones de consagración al Sagrado Corazón de Jesús, muchas de las cuales han sido aprobadas por la Iglesia y enriquecidas con indulgencias. Estas fórmulas: son expresiones vivas de fe, amor y entrega total al Corazón divino de Cristo. A continuación, presentamos algunas de las más significativas, con un breve contexto de su origen y uso.
1. Consagración compuesta por Santa Margarita María de Alacoque
Esta fórmula, sencilla y ardiente, nació del corazón de la santa que recibió las revelaciones del Sagrado Corazón. Fue aprobada y promovida por su confesor, San Claudio de la Colombière.
“Yo, N. N., me entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no servirme más de ninguna parte de mi ser sino para honrar, amar y glorificarle.
Es mi voluntad irrevocable ser todo suyo y hacer todo por su amor, renunciando de corazón a cuanto pudiera desagradarle.
Te elijo, oh Sagrado Corazón, como único objeto de mi amor, protector de mi vida, garantía de mi salvación, remedio de mi fragilidad e inconstancia, reparador de todas mis faltas y asilo seguro en la hora de mi muerte.
Sé, oh Corazón de bondad, mi justificación ante Dios Padre y aparta de mí los rayos de su justa cólera.
Corazón de amor, pongo en Ti toda mi confianza; temo todo de mi debilidad, pero espero todo de tu misericordia.Consume en mí cuanto pueda desagradarte o resistirse a Ti.
Que tu puro amor se imprima tan profundamente en mi corazón, que jamás pueda olvidarte ni separarme de Ti.
Te suplico, por tu bondad infinita, que mi nombre esté escrito en Ti, porque en Ti quiero vivir y morir.
Amén.”
2. Consagración compuesta por el Papa León XIII (Encíclica Annum Sacrum, 1899)
Esta oración fue escrita para la consagración solemne del mundo al Sagrado Corazón de Jesús, acto realizado el 11 de junio de 1899. Ha sido recomendada para uso personal y comunitario.
“Oh dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente postrados ante tu altar.
Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para que podamos vivir más estrechamente unidos a Ti, hoy, cada uno de nosotros, espontáneamente se consagra a tu Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás te conocieron; muchos, despreciando tus mandamientos, te han rechazado.
Ten piedad de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a tu Corazón Santísimo.
Sé Rey, Señor, no sólo de los fieles que nunca se han alejado de Ti, sino también de los hijos pródigos que te han abandonado. Haz que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de miseria y hambre.
Sé Rey de aquellos que viven engañados por el error, o separados por la discordia.
Llama a puerto seguro de la verdad y a la unidad de la fe a cuantos están sumidos en tinieblas.
Sé finalmente, Rey de todos los que viven en la antigua superstición del paganismo.
Conduce a todos al redil de la Iglesia, para que haya un solo rebaño y un solo pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia libertad segura y sin trabas; concede a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que desde un confín del mundo al otro resuene una sola voz:
¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salvación!
A Él sea gloria y honor por los siglos de los siglos.
Amén.”
3. Consagración familiar al Sagrado Corazón (indulgencias)
Promovida por el Padre Mateo Crawley-Boevey en su cruzada de entronización del Corazón de Jesús en los hogares: Esta fórmula fue aprobada por el Papa San Pío X el 19 de mayo de 1908. Se requiere leerla tal y como está para ganar las indulgencias. Por lo tanto, no puede ser modificada. Se le recita de rodillas, tanto el sacerdote como la familia. Si el sacerdote no está presente, la dirige el padre de familia. Folleto con la fórmula completa aprobada por Pío X. Formula en pdf para descargar.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, que hiciste conocer a Santa Margarita María Tu deseo ardiente reinar sobre las Familias Cristianas míranos aquí reunidos hoy para proclamar Tu dominio absoluto sobre nuestro hogar.
De ahora en adelante nos proponemos llevar una vida como la Tuya, para que florezcan entre nosotros las virtudes por las que Tu prometiste la paz sobre la tierra, y para ese fin desterraremos de entre nosotros el espíritu mundano que Tu aborreciste tanto.
Reina sobre nuestro entendimiento por la simplicidad de nuestra fe. Reina sobre nuestros corazones por un amor ardiente a Ti; y esté la llama de ese amor guardada siempre ardiente en nuestros corazones por la recepción frecuente de la Sagrada Eucaristía.
Dígnate, Oh Divino Corazón presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas, tanto espirituales como temporales, para desterrar toda aflicción e inquietud, santificar nuestras alegrías, y aliviar nuestros pesares. Si alguno de nosotros tuviera alguna vez la desgracia de apenar a Tu Divino Corazón, recuérdale de Tu bondad y misericordia para con el pecador arrepentido.
Finalmente, cuando suene la hora de la separación, y la muerte hunda nuestro hogar en la aflicción, resignémonos, todos y cada uno de nosotros, a Tus eternos decretos, y busquemos consuelo en el pensamiento que algún día nos reuniremos en el Cielo, a cantar las alabanzas y bendiciones de Tu Sagrado Corazón por toda la eternidad.
Dígnense el Inmaculado Corazón de María, y el glorioso Patriarca San José, ofrecer a Ti esta, nuestra Consagración, y recordarnosla todos los días de nuestra vida. Gloria al Divino Corazón de Jesús, nuestro Rey y nuestro Padre. Amen.
Estas fórmulas son faros que iluminan el camino hacia una vida profundamente unida al Sagrado Corazón de Jesús. Pueden rezarse diariamente como renovación de la consagración o solemnemente en una fecha especial (como el Primer Viernes o la fiesta del Sagrado Corazón). Lo más importante no es la fórmula en sí, sino el deseo sincero del alma de pertenecer enteramente a Jesús, amarle, reparar por los pecados y extender su reinado con la consagración de más almas.
El Corazón de Jesús ya ha hecho todo: se ha encarnado, ha vivido entre nosotros, ha sufrido, ha muerto, ha resucitado, permanece en la Eucaristía, nos espera en el sagrario, nos busca en cada confesión. Sólo falta que nosotros abramos el corazón.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!