Beato Ángel de Acri: Predicador que venció al demonio con la Humildad y la Cruz

Historia

El Beato Ángel de Acri nació en 1669 en Calabria, al sur de Italia, en el seno de una familia sencilla y piadosa. Desde niño, se distinguió por su profunda devoción a la Virgen María y por un deseo ardiente de vivir solo para Dios. Su madre lo sorprendía rezando de rodillas sobre piedras frente a una imagen de la Virgen, y desde pequeño construía altares con flores y santos, prefiriendo la oración al juego. A los pocos años ya mostraba el alma de un contemplativo.

Al llegar a la juventud, el Señor comenzó a llamarlo a una vida más alta. Una misión predicada por un fraile capuchino encendió en su corazón el deseo de consagrarse a Dios. Sin embargo, el demonio lo tentó dos veces, haciéndolo abandonar el convento por miedo a la austeridad de la vida religiosa. Pero la gracia triunfó: volvió arrepentido, pidió perdón y fue admitido una tercera vez en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Desde entonces, su alma se abrazó a la cruz sin mirar atrás.

Durante su noviciado, sufrió fuertes tentaciones, pero se fortaleció con oración, penitencia y la devoción al Crucificado. Imitando a los santos capuchinos, se disciplinaba, ayunaba y buscaba mortificarse por amor a Cristo. Cuando pronunció sus votos solemnes en 1691, tomó el nombre de Fray Ángel, en memoria del ángel que lo había sostenido en sus caídas. Su alma había sido purificada por el fuego del arrepentimiento.

Estudió filosofía y teología, destacándose no por su talento, sino por su humildad y amor a la oración. Se ordenó sacerdote en 1701, con lágrimas y temblor ante la grandeza del sacerdocio. Su vida sacerdotal fue un continuo sacrificio: pasaba largas horas ante el Santísimo, y durante la Misa muchas veces entraba en éxtasis, irradiando luz y paz. Vivía de la Eucaristía y para la Eucaristía.

El Señor le concedió dones extraordinarios. A menudo veía al Niño Jesús que le hablaba con ternura, y sentía en su pecho el fuego del amor divino. Amaba con locura a la Virgen María, especialmente en su Inmaculada Concepción. Su vida era una oración constante: en el coro, en el camino o en las plazas, su alma no dejaba de conversar con Dios.

Cuando comenzó a predicar, fracasó en su primer intento: olvidó todo lo que había preparado. Lleno de tristeza, oró a Dios, y una voz del cielo le dijo: “Predica en estilo sencillo para que todos te entiendan.” Desde entonces, habló solo con el Evangelio y el Crucifijo. Sus sermones, simples y ardientes, conmovían corazones endurecidos, convirtiendo pecadores públicos y blasfemos. Su palabra estaba llena de fuego porque venía del alma que oraba y sufría.

El Beato Ángel también fue un hombre de milagros y profecías. Curó enfermos, expulsó demonios y profetizó sucesos históricos, como la victoria cristiana de Belgrado sobre los turcos en 1717. Fue ministro provincial, ejemplo de humildad y caridad: servía a los enfermos, barría la cocina y besaba los pies de quienes lo insultaban. Nunca se consideró más que un pecador perdonado.

Murió santamente el 30 de octubre de 1739, pronunciando los dulces nombres de Jesús y María. Su cuerpo exhalaba un perfume celestial. Fue beatificado en 1825 por el Papa León XII. Su vida nos enseña que las caídas no son el fin del camino, sino el inicio del amor verdadero cuando se vuelve con humildad a Dios.

Lecciones

1. La perseverancia vence las caídas. Aunque abandonó dos veces el convento, se levantó con más humildad y confianza en la gracia.

2. El poder de la Eucaristía transforma el alma. Vivió unido al Santísimo hasta alcanzar una comunión mística con Cristo.

3. La humildad es la fuerza de los santos. Cuanto más se rebajaba, más lo exaltaba Dios ante los hombres.

4. La oración sencilla mueve el cielo. Predicando con palabras humildes y alma encendida, salvó incontables almas.

“El Beato Ángel de Acri nos enseña que la santidad es levantarse siempre por amor a Jesús y seguirlo con Humildad hasta la Cruz.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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