
Historia
El Beato Juan Carlos Cornay nació el 27 de febrero de 1809 en Loudun, Poitou (Francia), en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio textil. Desde niño se mostró sencillo, amable y de carácter pacífico. Nada hacía presagiar que aquel joven de aspecto común sería un día héroe de la fe. Su humildad y dulzura conquistaban a todos, pues en él no había rastro de orgullo ni deseo de protagonismo.
A los 18 años ingresó en el Seminario Conciliar de Poitiers. Su vida era ordenada y piadosa, pero sin rasgos llamativos. Sin embargo, Dios obraba en silencio en su corazón. Un día, al escuchar la conferencia de un misionero sobre la propagación de la fe, nació en él el deseo ardiente de ir a las misiones y ofrecer su vida por Cristo. Con ternura y firmeza comunicó su decisión a su familia, que inicialmente se opuso. Pero en cartas llenas de fe y amor filial explicó que debía obedecer la llamada de Dios antes que la voluntad humana.
En 1830 ingresó al Seminario de Misiones Extranjeras de París. Al año siguiente fue enviado, aún diácono, a la misión de Sichuan (China). Sin embargo, por diversas dificultades quedó destinado en Tonkín (Vietnam), donde fue ordenado sacerdote en 1834. Allí, entre enfermedades, fiebres y trabajos ocultos, ofrecía su vida silenciosamente al Señor.
La persecución contra los cristianos se intensificaba. Acusado falsamente por enemigos de la fe, fue arrestado en 1837. Relató su cautiverio en cartas llenas de serenidad, describiendo con sencillez cómo rezaba el rosario escondido, cómo predicaba incluso desde su jaula de bambú y cómo, aun en medio de los tormentos, cantaba con alegría para testimoniar su fe.
Sometido a crueles interrogatorios, se negó a pisotear el crucifijo o renegar de Cristo. El rey Minh Mang, viendo su constancia, ordenó su ejecución. El 20 de septiembre de 1837, con apenas 28 años, fue llevado al suplicio. Aunque la sentencia pedía que lo descuartizaran lentamente, finalmente fue decapitado, y luego su cuerpo fue mutilado según la costumbre cruel de la época.
Aun los paganos se sorprendieron de su valentía. Los cristianos recogieron con devoción su sangre y restos, venerándolos como reliquias preciosas. Su martirio se convirtió en semilla de nuevos cristianos en Vietnam. En 1900 fue beatificado por el papa León XIII junto con otros 76 misioneros mártires.
El Beato Juan Carlos Cornay fue un mártir alegre, que supo unir ternura y firmeza, obediencia filial y valentía apostólica. Su vida nos muestra que la santidad no exige cualidades extraordinarias, sino un corazón dispuesto a obedecer a Cristo hasta la muerte.
Lecciones
1. La vocación es un don de Dios: la llamada al sacerdocio y a las misiones debe ser obedecida antes que cualquier interés humano.
2. La cruz purifica el corazón: enfermedades, cárcel y torturas fueron el crisol donde se manifestó la fortaleza del mártir.
3. La alegría es signo del Espíritu Santo: incluso en los tormentos, Cornay cantaba, porque Cristo era su fuerza.
4. El martirio fecunda la Iglesia: su sangre derramada dio frutos de fe en tierras lejanas y sigue fortaleciendo hoy a los católicos perseguidos.
“Beato Juan Carlos Cornay nos enseña que la verdadera santidad se alcanza cuando obedecemos la voz de Dios con fidelidad y abrazamos la cruz con amor.”