San Alfonso Rodríguez: El portero del Cielo

Historia

En la antigua ciudad de Segovia, el 25 de julio de 1531, nació San Alfonso Rodríguez, un hombre común que alcanzó una santidad extraordinaria desde la puerta de un colegio jesuita. Su vida parece sencilla, pero en ella resplandece el poder de la gracia que transforma el sufrimiento en amor. Desde niño mostró una tierna devoción a la Santísima Virgen María, quien se le apareció y le dijo: “Te amo mucho más de lo que tú podrías amarme”. Aquella respuesta celestial marcaría su alma para siempre.

Hijo de un tejedor, creció entre los muros humildes de Segovia, donde conoció la pobreza, el trabajo y la oración. A los diez años, dos jesuitas se hospedaron en su casa y le enseñaron el catecismo y el rezo del rosario. Fue su primer contacto con la Compañía de Jesús, una semilla que más tarde daría fruto abundante.

Casado con María Suárez, fue padre de familia y trabajador incansable. Pero el dolor visitó su hogar: perdió a su esposa y a sus tres hijos. Viudo a los 31 años, comprendió que todo lo terreno pasa. En medio de su soledad, elevó una súplica heroica: “Señor, prefiero sufrir todos los tormentos del infierno en esta vida antes que cometer un solo pecado mortal.” Fue el comienzo de su purificación interior.

Buscó entonces servir a Dios completamente. Intentó ingresar a la Compañía de Jesús, pero fue rechazado por su edad avanzada (38 años) y su falta de instrucción. Sin embargo, la perseverancia vence los imposibles: tras años de humildad y oración, fue finalmente admitido como hermano coadjutor jesuita. En lugar de predicar desde los púlpitos, serviría en la portería de un colegio, abriendo puertas a los hombres y cerrando su corazón al orgullo.

Durante más de treinta años fue portero en el colegio de Montesión, en Mallorca. Su oficio era sencillo, pero lo santificó con amor heroico. Cada toque de campana, cada llamada a la puerta, era para él la voz misma de Dios. En aquel lugar, con paciencia y sonrisa, convirtió su trabajo en altar, su portería en capilla y su silencio en oración continua.

Su vida fue una ofrenda de humildad y penitencia. Sufrió enfermedades dolorosas, sequedades espirituales, tentaciones terribles y humillaciones. Pero nunca se quejó. Repetía sin cesar los santos nombres de Jesús y María, su refugio y consuelo. Su obediencia era perfecta: su santidad consistía en hacer ordinariamente lo ordinario con amor extraordinario.

Dios le concedió también dones sobrenaturales. Tuvo visiones, profecías y fue guía espiritual del joven San Pedro Claver, a quien impulsó a ir a las misiones de América. Su consejo fue decisivo para aquel santo que sería el apóstol de los esclavos.

Finalmente, el 31 de octubre de 1617, expiró suavemente pronunciando el nombre de Jesús: “He aquí el Esposo que viene.” Tenía 86 años. La ciudad entera de Mallorca lloró su partida, y Dios confirmó su santidad con numerosos milagros junto a su tumba. Fue canonizado por el Papa León XIII en 1888.

Lecciones

1. La santidad está en lo pequeño

San Alfonso demuestra que no se necesita un púlpito ni una cátedra para ser santo. Su portería fue su camino al Cielo. Cada puerta que abría era un acto de amor a Dios. Los laicos y sacerdotes debemos aprender que la fidelidad en lo cotidiano es el alma de la santidad.

2. El dolor puede ser redentor

Perdió a su esposa e hijos, y lejos de rebelarse, transformó su sufrimiento en unión con Cristo Crucificado. Su vida enseña que las pruebas son instrumentos del amor divino cuando se ofrecen con fe.

3. La humildad es el camino más corto al Cielo

Aunque quiso ser sacerdote, Dios lo llamó a ser portero, y aceptó con alegría. Su humildad lo hizo grande. En un mundo que busca poder, él buscó servir, y en ese servicio se encontró con Cristo.

4. La devoción a Jesús y María transforma el alma

Su vida entera fue un diálogo de amor con la Virgen y con Jesús. En medio de las tentaciones y oscuridades, sus nombres fueron su fuerza. Quien ama así a María y a Jesús, nunca se perderá.

“San Alfonso Rodríguez: el portero que abrió las puertas del Cielo con su humildad.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

Scroll al inicio