
Historia
Nacido en Nursia (Umbría, Italia) hacia el año 480, Benito provenía de una familia acomodada y estudió en Roma, donde se familiarizó con la retórica y filosofía. Atraído por lo mundano, pronto sintió la insatisfacción de los placeres vacíos, y, al poco tiempo, abandonó Roma para buscar sentido en la vida contemplativa.
Buscando la soledad de Dios, se trasladó a Subiaco, donde vivió como ermitaño en una cueva durante tres años, sostenido por la providencia y la caridad de un monje llamado Romanus. Su santidad atraerá multitud de discípulos, hasta ser considerado líder natural de aquellos monjes.
Cuando lo eligieron abad de una comunidad en Vicovaro, su austeridad provocó envidia. Intentaron envenenarlo, pero la copa resultó inofensiva se rompió luego que la bendijo haciendo la Señal de la Cruz sobre ella. Aún así, su fama se consolidó por su firmeza en oración, trabajo y obediencia.
En torno al año 529 fundó la abadía de Montecasino, tras derribar un templo pagano para erigir una capilla dedicada a San Juan Bautista. Allí redactó la famosa “Regla de San Benito” en torno al lema “Ora et Labora” (“Reza y Trabaja”), que equilibraba contemplación, vida comunitaria, trabajo manual y lectura espiritual. Esta regla es un verdadero camino de santificación para que todos los católicos puedan ordenar su vida según la voluntad Dios.
Su Regla se expandió durante quince siglos, inspirando no solo monjes sino también la configuración cultural y social de Europa. Fue declarado Patriarca del monacato occidental y, en 1964, Patrono de Europa por el papa Pablo VI.
Se le atribuyen prodigios: curaciones, control sobre espíritus malignos (con la Medalla de San Benito) y sabiduría para guiar a gobernantes y Papas. La Medalla de San Benito es uno de los sacramentales más poderosos y extendidos de la Iglesia Católica. Es un signo de protección espiritual que lleva grabadas varias letras que encierran oraciones de exorcismo y súplicas de liberación. En el anverso aparece la imagen de Cristo crucificado con San Benito sosteniendo su Regla. En el reverso, alrededor de una cruz central, se leen letras que representan frases en latín:
Español | Latín |
La Santa Cruz, sea mi Luz que el demonio no sea mi guía retrocede Satanás No me aconsejes cosas vanas Es malo lo que me ofreces bebe tú mismo tu veneno | Crux sacra sit mihi lux non draco sit mihi dux vade retro satana numquam suade mihi vana sunt mala quae libas ipse venena bibas |
Estas inscripciones constituyen una auténtica oración contra el mal, basada en la autoridad espiritual de San Benito, reconocido por la tradición como exorcista, protector contra las tentaciones. (No es un amuleto, sino un recordatorio de que el poder de la cruz de Cristo, vivido con fe, vence toda oscuridad).
Se le adjudica predecir la fecha de su muerte, un 21 de marzo de 547, pocos días después de fallecer Santa Escolástica que es la hermana gemela de San Benito de Nursia. Ella se consagró su vida a Dios desde joven. Inspirada por la espiritualidad de su hermano, fundó una comunidad femenina de vida monástica cercana al monasterio de Montecassino, donde vivía San Benito.
Falleció en Montecasino, acompañado por sus monjes. Fue enterrado junto a su hermana. Su memoria litúrgica es el 11 de julio —la fecha transferida para evitar la Cuaresma— y permanece como guía espiritual.
Lecciones
1. La santidad brota del despojamiento interior:
Abandonó Roma y privilegios para buscar una vida profunda en el Señor.
2. Pruebas fortalecen más que aplausos:
Ante la envidia y el veneno, respondió con oración y silencio, testimonio de humildad y confianza divina.
3. Equilibrio sagrado en la vida cristiana:
Combinó trabajo manual, estudio, oración y comunidad bajo una Regla vivible y sabia. “Regla de San Benito” en torno al lema “Ora et Labora” (“Reza y Trabaja”).
4. Espiritualidad protectora y liberadora:
Su cruz y medalla acompañan a millones para fortalecer la lucha contra el mal.
“San Benito nos dejó una Regla que enseña a buscar a Dios en el equilibrio entre la oración y el trabajo, y una medalla que es escudo de fe contra el mal, recordándonos que solo en Cristo está la victoria verdadera.”