
Historia
San Cayetano nació en 1480 en Vicenza, en una familia noble, rica en bienes materiales, pero aún más en virtudes cristianas. Su madre, movida por una inspiración divina, abandonó el lujo para dar a luz en una humilde casa. “No convenía que naciera en la opulencia quien sería apóstol de la pobreza evangélica”. Desde niño mostró un amor extraordinario por los pobres y una ternura que reflejaba el corazón de Cristo. Lo llamaban “el amiguito de los pobres”, y más tarde, simplemente, “su padre”.
Tras doctorarse en Derecho Civil y Canónico en Padua, se convirtió en abogado. Pero su alma ardía por la santidad y la salvación de las almas. En uno de sus terrenos construyó junto a su hermano una iglesia para que un pueblo pudiera recibir la Santa Misa. Esto marcó el inicio de un amor ardiente por la liturgia y el sacerdocio.
Su deseo de anonimato y humildad lo llevó a Roma. Pero el Papa Julio II, al ver su virtud, lo nombró protonotario apostólico. A pesar de preferir la soledad, obedeció con humildad, mostrando una docilidad ejemplar para todo sacerdote que busca la santidad.
En 1516, recibió los cuatro grados del Orden Sagrado en solo cuatro días gracias a un indulto papal. Su vida sacerdotal fue una llama viva: se decía que “era un serafín en el altar y un apóstol en el púlpito”. Una noche de Navidad, el Niño Jesús se le apareció y lo tomó en brazos. Desde entonces, vivía la Navidad como un misterio vivo que predicaba con lágrimas.
San Cayetano no fue un contemplativo encerrado. Fundó hospitales para incurables, reformó cofradías, y visitaba a los enfermos enseñando a sus laicos a curar, asistir y amar. Su lema era claro: amar a Dios oculto en el Sagrario y al prójimo herido en el lecho del dolor. Fue despreciado por nobles por “rebajarse” con obreros, pero su celo evangelizador convirtió incluso a sus críticos.
En 1524 fundó con el futuro papa Paulo IV la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos. Esta congregación buscaba reformar el clero con oración, pobreza radical, fidelidad a la liturgia y celo pastoral. Cayetano quería que sus religiosos no tuvieran ni para mañana, confiando solo en la Providencia. De ahí surgió la expresión: “vivir como un teatino”.
Durante el saqueo de Roma por tropas luteranas en 1527, fue capturado, torturado, pero ofreció todo como víctima expiatoria. Convertía enemigos, consolaba moribundos, y enseñaba que el martirio blanco también santifica a la Iglesia. Liberado milagrosamente, se trasladó a Nápoles, donde fundó nuevos conventos y rechazó toda renta, confiando únicamente en Dios.
Combatió la herejía con palabra firme y súplica orante. Intercedió ante el Papa para crear la Sagrada Congregación del Santo Oficio (hoy Doctrina de la Fe). En 1547, exhausto, enfermó. Rechazó cama y médico por humildad, queriendo morir como Cristo: sobre ceniza y en pobreza. Murió el 7 de agosto diciendo: “Mi Salvador murió en una cruz. ¡Bueno es que al menos yo muera sobre ceniza!”.
Lecciones
1. Nace espiritualmente en humildad para ser instrumento de Dios:
Así como su madre eligió la pobreza para darlo a luz, tú también estás llamado a renunciar a la comodidad y al ego para abrazar el Evangelio. Dios hace grandes cosas en almas humildes que no buscan aplausos, sino la voluntad divina.
2. Ama con ternura a Cristo en los pobres y en la liturgia:
San Cayetano amó a los pobres desde niño y edificó su camino a la santidad en el altar, en la caridad y en la defensa de la liturgia.
3. Reforma primero tu alma para reformar la Iglesia:
Fundador de los Teatinos, no predicó desde la crítica, sino desde la conversión personal. ¿Quieres cambiar el mundo? Comienza por ser fuego vivo en tu misa diaria, en tu confesión frecuente, en tu penitencia secreta. No seamos jueces, seamos víctimas para la salvación de las almas.
4. Vive como un hijo de la Providencia, sin miedo, sin reservas:
San Cayetano no temía la pobreza, la persecución ni la enfermedad. Vivía como un auténtico hijo del Padre, confiando en que Dios nunca falla. En un mundo que duda, tú sé testimonio de fe firme, pobreza digna y abandono total a la voluntad divina.
“San Cayetano nos enseña que la verdadera reforma nace en la Santa Misa, se prueba en la caridad y se consuma abrazando la cruz con confianza en la Providencia.”