
Historia
San Esteban I, primer rey de Hungría y apóstol de su pueblo, nació hacia el año 975. Hijo del duque Geisa y de la piadosa Sarolta, fue bautizado solemnemente por San Adalberto de Praga, quien sería su guía espiritual. Desde joven mostró un corazón profundamente cristiano y un gran amor por la fe, cualidades que marcarían su futuro reinado.
Al morir su padre en el año 997, Esteban asumió el gobierno de Hungría. Su primer empeño fue asegurar la paz con los reinos vecinos para poder concentrarse en lo esencial: extender y consolidar la fe católica en sus tierras. No tardó en enfrentar la oposición de nobles paganos, quienes se rebelaron contra su autoridad. Con oración, ayuno y poniendo sus ejércitos bajo el amparo de San Martín de Tours y San Jorge, Esteban venció a sus enemigos, levantando un monasterio en acción de gracias.
Su victoria le abrió el camino para una obra gigantesca: fundar diócesis, levantar iglesias, monasterios y dotar de clero santo a su pueblo. Gracias a su celo, la idolatría desapareció casi por completo de Hungría. Pero Esteban sabía que no bastaba con el esfuerzo humano; necesitaba el reconocimiento de la Iglesia. Envió entonces al obispo Astric a Roma, quien presentó al papa Silvestre II la conversión de Hungría.
El Papa, inspirado por Dios, no dudó en reconocer a Esteban como rey legítimo y, más aún, como apóstol de su pueblo. Le envió una corona y una cruz, afirmando: “Yo soy el apostólico, pero él merece el título de apóstol porque ha ganado una nación entera para Cristo”. Fue coronado solemnemente en el año 1000, junto a su esposa Gisela, hermana del emperador San Enrique II.
El reinado de San Esteban se caracterizó por un amor profundo a la Santísima Virgen María. Consagró a Hungría a la Madre de Dios, llamando a su reino “Familia de Santa María”. En honor a la Virgen mandó edificar templos magníficos y fomentó una devoción mariana que marcó para siempre el alma húngara. Hasta hoy, Hungría se reconoce como tierra consagrada a la Virgen.
No menos admirable fue su caridad. Esteban cuidaba de los pobres, viudas y huérfanos. Muchas veces salía disfrazado a repartir limosnas, aceptando incluso ser maltratado y robado por quienes no lo reconocían. Lejos de enfurecerse, ofrecía esas humillaciones a Cristo y a la Virgen. Su caridad no era debilidad: también supo ejercer la justicia con firmeza cuando la paz del reino lo exigía.
En medio de su obra apostólica, sufrió pruebas muy duras: la muerte de varios hijos, quedando sólo el joven Emérico, a quien educó en la santidad bajo la guía de San Gerardo. Emérico murió en plena juventud, dejando a Esteban profundamente herido, pero el rey no se rebeló: besó la mano de Dios aceptando la cruz.
Finalmente, consumido por el dolor y las enfermedades, entregó su alma el 15 de agosto de 1038, día de la Asunción de la Virgen María, a quien había consagrado toda su vida y su reino. Su cuerpo fue enterrado junto al de su hijo y sobre su tumba se obraron innumerables milagros. La Iglesia lo honra como rey santo, apóstol y padre espiritual de Hungría.
Lecciones
1. La fe transforma pueblos enteros: La conversión de Esteban y su firmeza cristiana lograron lo que parecía imposible: transformar una nación pagana en tierra católica. Nos enseña que el celo apostólico comienza en el corazón, pero alcanza a multitudes.
2. Consagrar nuestra vida y familia a la Virgen María: Como Esteban consagró Hungría a la Madre de Dios, también nosotros debemos confiarle nuestro hogar, sacerdocio y patria. Bajo su protección todo florece en santidad.
3. La caridad verdadera nunca se cansa: San Esteban sufrió humillaciones al dar limosna, pero lejos de enfurecerse, decidió ser aún más generoso. Nos recuerda que la caridad no es sólo dar, sino dar con paciencia y humildad.
4. Aceptar las cruces con fe: La pérdida de sus hijos y las enfermedades no quebraron a Esteban. Supo besar la mano de Dios en medio del dolor, confiando que todo sufrimiento ofrecido en unión con Cristo conduce a la santidad.
“San Esteban I: el rey que consagró a su pueblo a la Virgen y transformó Hungría en la Familia de Santa María.”