
Historia
San Hipacio de Bitinia, también conocido como Hypatius, fue un monje, abad y defensor de la fe del siglo V. Su vida, cargada de austeridad y valentía, es un testimonio vivo de santidad.
Nacido en Frigia a principios del siglo V, que hoy forma parte del territorio de Turquía. su padre, hombre de estudios, esperaba que siguiera una carrera intelectual. Sin embargo, a los 18 años, tras un episodio violento en casa, escapó hacia Tracia en busca de la paz del Señor. trabajó como pastor, rezando los salmos que un sacerdote le enseñó y alimentando su alma de sed de Dios.
En Tracia se unió a un ermitaño (eremita – anacoreta), Jonás. Ambos practicaron penitencias severísimas: ayunos prolongados de hasta 40 días sin comer ni beber, viviendo solo de oración y abandono total a la Providencia. Este radical desprendimiento marcó su alma para siempre. La palabra “eremita” proviene del griego “eremos”, que significa desierto o lugar aislado. La vocación de un eremita se hizo más popular entre los primeros cristianos, quienes, inspirados por santos como Elías y Juan el Bautista, deseaban vivir una vida apartada y, por lo tanto, se retiraron al desierto para vivir en oración y penitencia.
La definición de eremita se encuentra en el canon 603 del Código de Derecho Canónico, la norma que rige a la Iglesia Católica (vida eremítica o anacorética). (Un anacoreta es un cristiano que, impulsado por el deseo de vencer a la carne, al mundo y al demonio, se retira del bullicio de la sociedad para vivir en soledad, penitencia y oración, buscando la unión más íntima con Dios, sin dejar de estar al servicio de la Iglesia y del prójimo cuando la caridad lo llama).
Guiado por una visión divina, Hipacio y Jonás se dirigieron a Constantinopla y luego cruzaron a Asia Menor. En Calcedonia (Bitinia), restauraron el antiguo monasterio de los Rufinos, convirtiéndose en líder de una comunidad de monjes. Como abad, implantó la perfecta obediencia y el temor de Dios.
Antes de que el Concilio de Éfeso (año 431) condenara oficialmente el nestorianismo, San Hipacio ya discernía el grave error de Nestorio, quien enseñaba que en Cristo había dos personas distintas y negaba que María fuera verdaderamente Madre de Dios (Theotokos). Movido por el Espíritu Santo y su vida de intensa oración, Hipacio decidió borrar el nombre de Nestorio de los libros litúrgicos de su monasterio, aunque esto lo llevó a enfrentarse con valentía a su propio obispo, Eulalio. No temió al juicio humano porque amaba más la verdad que la aprobación del mundo. Además, acogió a San Alejandro Akimetes y a sus discípulos, perseguidos por rechazar el nestorianismo, dándoles refugio espiritual y material. Así, defendió la fe con caridad y firmeza, siendo luz en tiempos de confusión doctrinal.
Conocido como el “estudioso de Cristo”, Hipacio fue famoso por sus milagros y dones proféticos. Algunos sectores de la aristocracia y autoridades locales quisieron restaurar estos juegos con sus ceremonias originales, invocaciones a divinidades, danzas rituales, sacrificios simbólicos y procesiones que claramente se oponían al cristianismo. Ante esta amenaza espiritual, San Hipacio no permaneció en silencio. Al enterarse del proyecto, se presentó con firmeza ante las autoridades locales y pronunció una declaración contundente: “¡Antes prefiero morir que ver a Calcedonia manchada de nuevo con los ídolos del paganismo!”
Esta frase fue una auténtica manifestación de amor por Cristo y celo por la fe verdadera. Para Hipacio, permitir esos juegos significaba: Una traición al Evangelio, Un retroceso espiritual hacia las tinieblas del error. Una ofensa grave a Dios, por volver a dar culto a falsos dioses. Gracias a su intervención valiente, acompañada de oración y ayuno de toda su comunidad, la iniciativa fue abandonada y Calcedonia permaneció fiel a la luz del Evangelio.
San Hipacio falleció en Bitinia alrededor del año 446, a una edad avanzada, tras muchos años al frente de su monasterio. Su discípulo Calínico escribió su biografía, recogida después en los Acta Sanctorum.
Su santidad fue reconocida por culto popular y tradición eclesial antes de existir procesos formales de canonización, su fiesta es el 17 de junio
Lecciones
1. La conversión exige valentía:
Su huida del hogar mostró que a veces hay que dejarlo todo para encontrar la libertad con Dios.
2. La austeridad alimenta el alma:
Sus ayunos de 40 días enseñan que, en la entrega radical, Dios suple cada fragilidad humana.
3. El liderazgo nace del servicio humilde:
Como abad, no impuso su autoridad, sino que la ejerció con ejemplo, enseñando el temor de Dios y la obediencia.
4. Defender la fe es un acto de amor:
Se enfrentó a heréticos y paganos, porque amar a Dios implica compromiso con la verdad.
“San Hipacio fue un alma escondida en el silencio, pero poderosa en la fe, que con oración y humildad derroto al error y encendió a otros en el fuego del amor a Cristo.”