
Historia
San Ivo nació en el año 1253 en Kermartin, cerca de Tréguier, en la región de Bretaña, Francia, en una familia noble pero profundamente cristiana. Desde niño mostró una inteligencia viva y un corazón compasivo. Sus padres le ofrecieron una formación sólida en las letras, pero también en la fe, cultivando en él una sensibilidad especial hacia los pobres.
A los 14 años fue enviado a París, donde estudió teología y filosofía en la Sorbona. Luego se trasladó a Orleans, donde completó estudios en derecho civil y canónico. En ambas disciplinas brilló por su capacidad, pero aún más por su integridad: estudiaba para servir, no para enriquecerse ni escalar poder.
Ya como abogado, San Ivo se distinguió radicalmente de sus colegas: no aceptaba casos injustos, jamás cobraba a los pobres, y defendía a los más débiles con firmeza y sabiduría. Pronto fue conocido como el abogado de los pobres, porque sus servicios eran guiados más por la caridad que por el dinero. No buscaba ganar pleitos, sino buscar la verdad y la reconciliación según el Evangelio.
Muchos testigos afirman que, incluso antes de ser sacerdote, su vida era ya profundamente evangélica: vivía con austeridad, hacía penitencia, ayudaba a los necesitados y rezaba intensamente. Era un hombre de profunda vida interior.
Fue nombrado juez eclesiástico en Rennes y luego en Tréguier. Desde ese cargo, luchó contra la corrupción, el soborno y el favoritismo, causas comunes de injusticia en su tiempo. Fallaba con imparcialidad, promovía la reconciliación entre las partes, e incluso pagaba de su propio bolsillo las deudas de quienes no podían saldar los pleitos.
A pesar de la presión de poderosos, Ivo siempre favorecía la verdad y la justicia del Evangelio, sin temor a las consecuencias. No negociaba con el pecado, pero jamás perdía la caridad hacia el pecador.
A los 30 años, ya siendo juez y abogado de renombre, Ivo escuchó el llamado de Dios al sacerdocio. No lo hizo para abandonar su misión de justicia, sino para vivirla desde su raíz más profunda: el amor salvífico de Cristo crucificado por todos.
Fue ordenado sacerdote y designado párroco en Louannec, cerca de su pueblo natal. Allí vivió con absoluta pobreza, predicó con fervor, confesaba con misericordia, atendía a los enfermos y abría su casa a los huérfanos y peregrinos. Su vida entera fue un reflejo de Cristo Buen Pastor.
Durante años siguió ejerciendo como juez y abogado de los pobres, pero ahora con el poder espiritual del sacerdocio, que le permitía no solo defender legalmente a los oprimidos, sino también sanar sus almas y conducirlas al cielo.
San Ivo murió el 19 de mayo de 1303, a los 50 años, rodeado de fama de santidad, amado por el pueblo y venerado por su integridad y su caridad heroica. Fue canonizado en 1347 por el Papa Clemente VI. Su cuerpo reposa en la catedral de Tréguier, y su tumba se convirtió en lugar de peregrinación.
Es patrono de los abogados, jueces, notarios y, sobre todo, de los pobres, los huérfanos y los que buscan justicia.
Lecciones
1. Integridad en el ejercicio profesional:
San Ivo nos enseña que es posible ejercer profesiones como el derecho con honestidad y al servicio de la justicia, especialmente en favor de los más vulnerables.
2. Compromiso con los pobres:
Su vida es un ejemplo de cómo dedicar tiempo y recursos personales para aliviar el sufrimiento de los necesitados, construyendo hospitales y brindando asistencia legal gratuita.
3. El sacerdocio perfecciona la vocación a servir:
San Ivo entendió que el mayor servicio que podía ofrecer a los pobres era llevarles a Cristo, alimentarlos con la Palabra y con los sacramentos. La caridad legal se convirtió en caridad sacerdotal.
4. La pobreza vivida por amor es una fuerza transformadora:
Aunque era juez y tenía prestigio, vivía con humildad, desprendido de todo, cercano a los más pobres. Su vida fue un constante recordatorio de que la santidad pasa por la cruz y la entrega.
“En un mundo donde la justicia a menudo se vende al mejor postor, San Ivo nos muestra que la santidad nace cuando defendemos al pobre, servimos con humildad y vivimos con rectitud, aunque cueste todo.”