San José de Calasanz: Fundador de las Escuelas Pías y Maestro de Santidad

Historia

José de Calasanz nació el 15 de septiembre de 1556 en Peralta de la Sal (Aragón), en una familia noble y profundamente cristiana. Desde los cinco años mostraba una sensibilidad espiritual extraordinaria: rezaba el Rosario diariamente, enseñaba el catecismo a sus compañeros y organizaba pequeñas “guerras contra el diablo”, mostrando un espíritu combativo contra el mal. Su amor a la pureza fue tal que guardaba un recato heroico, y desde pequeño ofrecía penitencias —dormía sobre la mesa, ayunaba y se disciplinaba— para templar su voluntad.

Estudiante ejemplar en Estadilla y Lérida, fue apodado “el Santito” por su virtud. Estudió Filosofía, Derecho canónico y civil, y Teología, alcanzando el grado de doctor. Ya como joven universitario, estableció un reglamento severo para custodiar su alma: una sola comida al día, frecuentes confesiones, largas horas de oración, y mortificaciones constantes. Mientras estudiaba, dedicaba tiempo a enseñar doctrina, visitar pobres y cuidar enfermos.

Al morir su hermano mayor, su padre quiso que abandonara la carrera eclesiástica para sucederlo y contraer matrimonio. José resistió con firmeza: había hecho voto de castidad perpetua y deseaba ser sacerdote a cualquier precio. Una enfermedad grave lo llevó a pedir permiso para consagrarse al Señor si sanaba. Recuperó la salud y fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1583, sirviendo con celo en Albarracín y Urgel, donde hizo un gran bien a sacerdotes y fieles. El rey de España lo destinaba a un obispado, pero una voz interior le repetía: “Vete a Roma, José, vete a Roma”.

Llegó a Roma en 1592 como un sacerdote sin honores, llevando vida de oración y penitencia intensísima: recorría cada día las siete basílicas a pie, visitaba enfermos y presos, ayudaba en parroquias y enseñaba catecismo incluso en las plazas. Descubrió la triste ignorancia religiosa de los niños pobres, que vivían sin doctrina ni educación. A los 40 años, vio claro su llamado definitivo: dedicar su vida entera a la educación cristiana gratuita.

En 1597, con apoyo del párroco de Santa Dorotea, abrió en Trastevere una escuela gratuita para los niños más pobres. Compró mesas, libros y premios con su propio dinero y las limosnas que pedía. La escuela creció rápidamente hasta albergar cientos de alumnos, y su éxito atrajo a otros sacerdotes y laicos celosos, que trabajaban sin sueldo por amor a Cristo. El Papa Clemente VIII bendijo la obra. Para subrayar su carácter espiritual, José la llamó Escuelas Pías, es decir, piadosas.

En 1621, el Papa Gregorio XV aprobó canónicamente la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, conocidos como Escolapios. José, renunciando a todos sus bienes, fue el primero en profesar los votos solemnes. Rompió sus títulos universitarios y con los pergaminos hizo látigos para corregir a los niños, recordando que la verdadera ciencia debe servir para salvar almas.

La orden se extendió por Italia, España, Austria y Alemania. En Roma fundó el Colegio Nazareno, que aún existe. Sin embargo, el demonio atacó con intrigas internas y calumnias. Dos religiosos ambiciosos sembraron división y falsificaron documentos; incluso el Papa Inocencio X, mal informado, suprimió temporalmente los votos de la orden (1646). José, anciano de casi 90 años, aceptó la humillación con paz heroica: “La obra es de Dios; Él sabrá cuidarla”.

Murió en Roma el 18 de agosto de 1648, a los 92 años, después de 52 dedicados a la educación de los niños pobres. Predijo que su orden sería restaurada, y así sucedió diez años después. Fue canonizado por Clemente XIII en 1767 y declarado Patrono universal de las Escuelas Populares Cristianas por Pío XII en 1948. Muchos milagros acompañaron su muerte y sepultura.

Lecciones

1. La verdadera grandeza está en servir: renunció a honores y poder para entregar su vida a los niños pobres.

2. “Piedad y Letras”: educar la inteligencia y el alma es el camino seguro para formar santos y ciudadanos virtuosos.

3. La cruz acompaña toda obra de Dios: soportó calumnias, intrigas y humillaciones sin perder la paz ni la fe.

4. La Providencia nunca falla: cuando los hombres destruyen, Dios restaura y multiplica los frutos.

“San José de Calasanz nos enseña que, al educar en la fe a los pequeños y pobres, acariciamos el mismo Corazón de Cristo y sembramos santos para el futuro.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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