San José de Cupertino: El Santo que voló por Amor a Dios

Historia

San José de Cupertino nació en 1603 en un establo de la villa de Cupertino, Reino de Nápoles, hijo de un humilde carpintero. Como el mismo Señor Jesucristo y San Francisco, comenzó su vida en la pobreza y la sencillez. Desde niño se sintió atraído por Dios, aunque era torpe para los estudios y el trabajo. Era débil, enfermizo y poco hábil en las tareas manuales, pero rico en gracia y en amor a la oración.

Su infancia estuvo marcada por la enfermedad, llegando a estar cubierto de úlceras que lo hacían repugnante a la vista. La Virgen María lo curó milagrosamente, y desde entonces quiso entregarse enteramente a Dios. Intentó ingresar a varias órdenes religiosas, pero lo rechazaban por su incapacidad. Finalmente, los franciscanos conventuales lo recibieron, y sus superiores descubrieron en él una humildad y obediencia tan profundas que vieron en José un verdadero tesoro espiritual.

Aunque con gran dificultad aprendió a leer y escribir, Dios intervino en su vida de modo providencial. En el examen previo a recibir el diaconado, le preguntaron el único pasaje del Evangelio que sabía de memoria. Más tarde, en 1628, fue ordenado sacerdote. Esta circunstancia mostraba que Dios elige a los pequeños y sencillos para confundir a los sabios y poderosos.

San José intensificó entonces su vida de penitencia y oración. Comía muy poco, ayunaba largas temporadas y se disciplinaba con dureza, queriendo unirse al sacrificio de Cristo. Desde joven experimentaba frecuentes éxtasis, pero siendo sacerdote éstos se multiplicaron. Bastaba oír el nombre de Jesús o de María para que se elevara en oración. Así comenzaron los célebres milagros de levitación, que le hicieron conocido en toda Italia.

El pueblo lo veneraba como un santo, y muchos acudían a él para recibir consejo y pedir milagros. Sin embargo, no faltaron quienes lo envidiaban o dudaban de su autenticidad. Fue incluso sometido a juicios por la Inquisición, que lo halló intachable en doctrina y costumbres. Su vida era un signo visible de la acción del Espíritu Santo, que eleva el alma más allá de lo natural.

Durante años fue trasladado de convento en convento para evitar el tumulto de multitudes que lo seguían. En Asís, donde residió un tiempo, fue acogido con alegría y veneración. Allí se le vio elevarse para besar una imagen de la Virgen, a quien amaba con ternura filial. Su fama de taumaturgo se extendió hasta príncipes y cardenales, e incluso un príncipe luterano se convirtió tras presenciar sus milagros durante la Santa Misa.

Los últimos años los pasó en reclusión en Ósimo, donde vivió casi permanentemente en éxtasis. Allí murió santamente el 18 de septiembre de 1663, después de recibir el viático con fervor. Su cuerpo se conserva en la iglesia de Ósimo, donde aún hoy es venerado. Fue beatificado en 1767 y canonizado poco después, extendiéndose su fiesta a toda la Iglesia.

San José de Cupertino es patrono de los estudiantes y aviadores, pero sobre todo es modelo de humildad y confianza en Dios. Su vida nos recuerda que la verdadera sabiduría no está en los libros, sino en el amor ardiente a Cristo y a su Madre Santísima.

Lecciones

1. Dios elige a los pequeños: José era débil y torpe, pero Dios lo hizo instrumento de milagros.

2. La oración lo transforma todo: Su vida de unión con Cristo lo elevaba al cielo, literalmente.

3. La cruz purifica: Enfermedad, rechazos y humillaciones fueron el camino que lo santificó.

4. La humildad es la clave de la santidad: Nunca se atribuyó sus milagros, sino que todo lo daba a la gloria de Dios.

“San José de Cupertino nos enseña que la santidad se alcanza cuando dejamos que la humildad y la oración eleven nuestra alma al cielo.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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