
Historia
San Juan Cancio nació el 24 de junio de 1397 en Kenty, cerca de Cracovia, Polonia. Desde su niñez mostró un espíritu dócil, piadoso y amante de la oración. Sus padres, Stanislao y Ana, lo consagraron a Dios desde su nacimiento, enseñándole las oraciones básicas y el amor a la Virgen María. Desde pequeño destacó por su inteligencia y por su profunda sensibilidad hacia las cosas del alma.
Al crecer, sus padres lo enviaron a estudiar a la Universidad de Cracovia, donde se formó en filosofía y teología. Se distinguió no solo por su brillantez académica, sino por su vida de oración, humildad y pureza, virtudes que irradiaban a sus compañeros. Tras doctorarse en ambas disciplinas, fue ordenado sacerdote y se convirtió en profesor de teología. Pero su cátedra no era solo un lugar de ciencia, sino de santidad: su enseñanza era una verdadera predicación, impregnada de amor a Cristo y celo por las almas.
Durante la Santa Misa, el santo derramaba lágrimas al contemplar la Pasión del Señor. Muchos estudiantes y fieles se convirtieron al verlo celebrar con tanta devoción. Su amor a la Eucaristía era ardiente, y su oración, profunda. En una ocasión, un incendio amenazó la ciudad, y gracias a su intercesión y oración ferviente, el fuego se detuvo milagrosamente. Desde entonces, fue considerado un intercesor poderoso ante Dios.
El obispo de Cracovia lo nombró párroco en Ilkush. Allí, se entregó totalmente a la conversión de las almas y al servicio de los pobres. Ayunaba, hacía penitencias por sus feligreses y repartía cuanto tenía. En una ocasión, dio su capa a un mendigo que moría de frío; más tarde, la Virgen María se le apareció y le devolvió milagrosamente el manto como muestra de su amor maternal.
Agobiado por la responsabilidad de las almas, pidió dejar la parroquia para volver a su vida de enseñanza y oración. Desde entonces, su cátedra en la Universidad de Cracovia fue su púlpito, desde donde evangelizaba con la palabra y el ejemplo. Su humildad y mansedumbre eran tan grandes que respondía a las humillaciones con serenidad, repitiendo: “No es la primera vez que me pasa; Cristo sufrió más que yo.”
San Juan Cancio llevó una vida de austeridad y mortificación ejemplar. Dormía en un lecho duro, ayunaba con frecuencia y no probó carne durante los últimos treinta años de su vida. También realizó cuatro peregrinaciones a pie: tres a Roma y una a Jerusalén, donde predicó a los turcos con el deseo de morir mártir.
Su caridad era inagotable. En una ocasión, dio su comida a un pobre, y un ángel repuso milagrosamente su plato. Desde entonces, en la universidad se instituyó la costumbre de alimentar a un pobre cada día “en honor de Cristo”. Los milagros acompañaron su vida y continuaron después de su muerte. Murió santamente el 24 de diciembre de 1473, dejando tras de sí una estela de humildad, ciencia y caridad.
Fue canonizado por el Papa Clemente XIII en 1767, y su cuerpo reposa en la iglesia de Santa Ana en Cracovia.
Lecciones
1. La verdadera sabiduría nace de la humildad. San Juan enseñó que el conocimiento sin virtud es vacío; el sabio cristiano aprende para amar más a Dios.
2. El amor a los pobres revela el amor a Cristo. Su vida muestra que cada acto de caridad es una oración viva, un sacrificio agradable al Señor.
3. La penitencia y la mortificación purifican el corazón. Él comprendió que solo un cuerpo mortificado puede sostener un alma que desea la santidad.
4. El sabio santo transforma su entorno. Su ejemplo en la universidad convirtió la enseñanza en apostolado, y su humildad fue semilla de santidad para sus discípulos.
“San Juan Cancio nos enseña que la ciencia sin santidad es orgullo, pero la santidad con ciencia es luz que guía las almas al cielo.”
