San Lorenzo: El Diácono que Encendió Roma con el Fuego de su Amor a Cristo

Historia

San Lorenzo nació hacia el año 225 en Huesca, España, en una casa de campo llamada Loreto, cerca de la ciudad. Sus padres, Orencio y Paciencia, son venerados también como santos. Desde joven fue educado en la fe y las letras, creciendo en virtud y atrayendo el aprecio de los cristianos. En Roma conoció al futuro Papa Sixto II, a quien sirvió fielmente.

En el año 257, Sixto II fue elegido Papa y nombró a Lorenzo archidiácono de Roma, cargo de gran confianza. Como tal, tenía a su cuidado la administración de los bienes de la Iglesia y el servicio a unos 40.000 cristianos, en especial a los pobres, viudas y huérfanos. El diaconado era —y sigue siendo— un ministerio de servicio: asistir en la liturgia, custodiar el orden, distribuir la comunión y cuidar de los necesitados.

En julio del 258, el emperador Valeriano decretó la ejecución inmediata de obispos, sacerdotes y diáconos, sin juicio previo, y la confiscación de bienes a los cristianos nobles. El 6 de agosto, Sixto II fue apresado celebrando la Eucaristía en las catacumbas y condenado a muerte junto con sus sacerdotes.

Lorenzo, con lágrimas, suplicó acompañarlo: “¿A dónde vas, padre, sin tu hijo? ¿Cómo ofrecerás el sacrificio sin tu diácono?”. El Papa le respondió proféticamente: “A ti te queda una batalla más dura… pronto me seguirás, pero con tormentos más atroces”.

Obedeciendo al Papa, Lorenzo pasó la noche visitando a los pobres y escondidos, lavando sus pies, consolándolos, repartiendo limosnas y curando milagrosamente enfermos. El emperador, ansioso por las supuestas riquezas de la Iglesia, le ordenó presentarlas en tres días. Lorenzo pidió el plazo… para reunir a los verdaderos tesoros.

En el día señalado, Lorenzo presentó ante el emperador a ciegos, cojos, leprosos, ancianos y huérfanos, diciendo: “Estos son los tesoros de la Iglesia, por quienes suben al cielo nuestras limosnas”. La burla encendió la ira del tirano, que ordenó crueles azotes, quemaduras con planchas de hierro y tormentos prolongados.

Finalmente, Valeriano mandó preparar una parrilla de hierro sobre brasas encendidas. Lorenzo, tendido sobre ella, exclamó: “Este fuego es para mí refrigerio y regalo; todo su ardor lo guarda para quemarte a ti eternamente”. En un gesto de humor santo, pidió que lo giraran: “Ya estoy asado, ahora pueden comer”.

El 10 de agosto del 258, entregó su alma diciendo: “Gracias te doy, Señor mío y Dios mío, por haberme dado entrar en tu reino”. Fue sepultado por cristianos en la propiedad de la viuda Siriaca. Su culto se extendió por toda la cristiandad; emperadores y reyes levantaron templos en su honor, y su nombre quedó asociado para siempre a la valentía y la caridad

Lecciones

1. Ver a Cristo en los pobres:

San Lorenzo nos recuerda que el verdadero tesoro de la Iglesia no está en el oro, sino en las almas necesitadas de Dios.

2. Amar hasta el extremo:

Su entrega total en el martirio nos enseña que la caridad llega hasta dar la vida por Cristo.

3. Obedecer con fe:

Siguiendo el mandato del Papa Sixto II, cumplió su misión hasta el final, confiando en la voluntad de Dios.

4. Mantener la alegría en la prueba:

Incluso en la parrilla, su humor santo mostró la libertad y paz que da vivir para el Señor.

“San Lorenzo nos enseña que quien sirve a Cristo en los pobres y abraza la cruz con alegría, brilla con un fuego que ni la muerte puede apagar.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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