San Maurilio de Angers: Pastor humilde y apóstol contra el paganismo

Historia

San Maurilio nació en Milán hacia el año 336, en una familia senatorial rica e influyente. Su madre, mujer piadosa, lo educó en el santo temor de Dios, alejándolo de los peligros que arruinaban la virtud de muchos jóvenes. Desde joven, Maurilio mostró un corazón abierto a la gracia, buscando ejemplos santos para seguir.

Su vida dio un giro providencial cuando conoció a San Martín de Tours, entonces exorcista de la Iglesia de Poitiers, que había llegado a Italia para combatir la herejía arriana. Bajo su guía, Maurilio aprendió la vida de oración, penitencia y estudio de las Escrituras. Más tarde, fue acogido también por San Ambrosio de Milán, quien lo ordenó lector y lo formó en el servicio a la Iglesia.

Con apenas veinte años, tras la muerte de su padre, Maurilio renunció a sus bienes y, dejando atrás las promesas de su madre y las seguridades materiales, marchó a servir a San Martín en Tours. Allí trabajó como cantor y luego fue ordenado sacerdote, siempre con una gran resistencia por su humildad, pues no se creía digno de cargos importantes.

Movido por el celo apostólico, se dirigió a la provincia de Anjou, donde el paganismo druídico y las supersticiones imperiales aún dominaban. Durante doce años luchó contra estas prácticas y, como un nuevo Elías, Dios le concedió signos prodigiosos, entre ellos que un fuego misterioso consumiera un templo pagano, logrando así muchas conversiones. Sobre aquellas ruinas, San Maurilio levantó un templo al verdadero Dios y fundó un monasterio, que fue centro de misión y oración.

En el año 397, al quedar vacante la sede de Angers, el pueblo y el clero lo eligieron obispo. San Martín mismo confirmó que era el elegido de Dios. Durante su consagración, una paloma blanca descendió sobre su cabeza, símbolo del Espíritu Santo que lo fortalecía para su nueva misión pastoral.

Durante más de treinta años, San Maurilio obró innumerables milagros: devolvió la vista a un ciego, curó enfermos, liberó a pecadores de sus castigos, e incluso resucitó a un niño muerto para poder confirmarlo, al que llamó Renato, “dos veces nacido”, quien luego sería su sucesor como obispo.

Su vida, sin embargo, estuvo marcada por la penitencia y la humildad. Un error pastoral —no haber podido confirmar a tiempo a un niño que murió— lo llevó a huir en penitencia y vivir oculto como jardinero en Inglaterra. Pero la Providencia lo devolvió a su diócesis mediante un milagro con las llaves de su iglesia encontradas en el vientre de un pez. Al regresar, Dios lo consoló con la resurrección del mismo niño que tanto había llorado.

San Maurilio murió a los 90 años, el 13 de septiembre del 427, tras una vida de pobreza, mortificación y celo por la salvación de las almas. Su pueblo lo lloró como a un padre y la Iglesia de Angers lo venera como patrono. Su vida fue un ejemplo de humildad, penitencia y caridad pastoral, digna de ser imitada por sacerdotes y laicos.

Lecciones

1. Renunciar al mundo por Cristo: San Maurilio dejó riquezas, honores y seguridad por seguir a Jesús, recordándonos que “donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6,21).

2. Combatir la idolatría moderna: Así como destruyó templos paganos, hoy los católicos debemos luchar contra las nuevas idolatrías —el dinero, el poder, el relativismo— con firmeza y fe.

3. Humildad en el servicio: Aunque obispo, vivió como un penitente y trabajador sencillo, mostrando que la verdadera autoridad en la Iglesia nace del servicio y no del poder.

4. Confianza en la Providencia: Su huida y retorno milagroso revelan que Dios nunca abandona a sus pastores ni a su Iglesia, y que incluso nuestras debilidades pueden ser ocasión de gracia.

“San Maurilio de Angers: obispo humilde y apóstol incansable, nos enseña que la santidad se alcanza cuando renunciamos al mundo para vivir solo de Cristo y entregarnos con valentía a la salvación de las almas.”

Fuentes: FSSPX, VidasSantas, Wikipedia

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