San Pantaleón: Mártir, Médico de los Cuerpos y del Alma

Historia

San Pantaleón nació en Nicomedia en el siglo III, hijo de Eustorgio —un senador pagano— y de Eubula, una cristiana piadosa que murió cuando él era muy joven. Aunque ella le transmitió nociones de la fe, fue educado por su padre en el paganismo y en la ciencia médica. Su habilidad y noble carácter lo llevaron a convertirse en médico personal del emperador Diocleciano, en medio del esplendor y poder de la corte pagana.

La Providencia lo condujo al humilde sacerdote Hermolao, escondido a causa de las persecuciones. En una conversación providencial, Hermolao le habló de Jesucristo como el verdadero Médico del alma y del cuerpo. Esta verdad quedó sembrada en su corazón. Poco después, al encontrar un niño muerto por mordedura de víbora, recordó esas palabras y exclamó con fe: “En el nombre de Jesucristo, ¡vive niño! ¡Y tú, serpiente, muere!”. El milagro ocurrió. El niño volvió a la vida y la serpiente cayó muerta.

Conmovido, corrió a los pies de Hermolao para pedir el bautismo, y fue instruido durante siete días. Su conversión fue auténtica: comenzó a sanar en nombre de Cristo, sin pedir nada a cambio. En una ocasión, curó milagrosamente a un ciego delante de su padre, quien también abrazó la fe y destruyó sus ídolos con inmensa alegría, recibiendo el bautismo poco antes de morir.

Tras la muerte de su padre, Pantaleón liberó a sus esclavos, repartió su fortuna entre los pobres, y dedicó su vida al servicio gratuito como médico de los necesitados. Esta caridad encarnada molestó a los médicos paganos, que lo denunciaron ante el emperador. Su fama, sus milagros y su fe creciente se convirtieron en amenaza para el paganismo institucional.

Llevado ante Diocleciano, desafió a los sacerdotes paganos a una prueba: que cada quien rogara por un paralítico. Los paganos fracasaron. Pantaleón, en nombre de Jesucristo, lo curó instantáneamente. Muchos paganos se convirtieron, pero los celosos sacerdotes exigieron su muerte. Se intentó quemarlo, torturarlo con ganchos de hierro, arrojarlo a una caldera de plomo fundido, lanzarlo al mar con una piedra al cuello, y a las fieras del circo… pero el Señor lo protegía milagrosamente en cada tormento, mientras muchos testigos se convertían.

Finalmente, tras múltiples intentos fallidos, fue atado a un olivo para ser decapitado. El verdugo levantó la espada… y esta se dobló como cera. Pantaleón oró por sus enemigos y les rogó que cumplieran la sentencia. Sólo después de insistir, fue decapitado. El olivo floreció al instante y su sangre fue recogida con devoción. Así murió el mártir de la misericordia, a quien una voz del cielo llamó “Panteleimon”, que significa: el compasivo con todos.

sangre de san pantaleón

Sus reliquias fueron veneradas desde muy temprano. Constantinopla, Lyon y París conservan parte de sus restos. La sangre de San Pantaleón, conservada en Ravello (Italia), se licúa milagrosamente cada 27 de julio, como testimonio de su intercesión viva. Su nombre figura entre los Catorce Santos Auxiliadores y es considerado patrono de médicos, enfermos, hospitales y farmacéuticos.

En una época donde se quiere separar la fe del servicio público, la medicina de la moral, y el amor de la verdad. Su vida es una exhortación urgente a vivir con caridad heroica, fidelidad radical y compasión verdadera, incluso bajo persecución.

Lecciones

1. Cristo es el único Médico verdadero:

Ni la ciencia, ni los imperios, ni el prestigio salvan el alma. Pantaleón aprendió que solo Cristo sana lo más profundo del corazón humano.

2. El servicio gratuito transforma al mundo:

El servicio humilde, sin buscar reconocimiento, da testimonio del Reino de Dios y mueve corazones.

3. La fidelidad valiente provoca milagros:

Enfrentar a un imperio con la fuerza de la fe es posible. El poder de Dios actúa donde hay obediencia total y confianza sin reservas.

4. La misericordia es la corona del mártir:

Pantaleón perdonó, oró por sus enemigos y abrazó el martirio con alegría.

“San Pantaleón, médico de los cuerpos y del alma, enséñanos a curar con caridad, a servir sin miedo y a morir perdonando, para vivir con Cristo por toda la eternidad.”

Fuentes: FSSPX, CalendariodeSantos, Vida Santas, Santopedia, Wikipedia, ACI Prensa, EWTN, Heraldosdelevangelio

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