
Historia
San Pedro Julián Eymard nació el 4 de febrero de 1811 en La Mure, Francia. Desde niño fue atraído por la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento. Su madre y su familia lo llevaban con frecuencia a la iglesia, donde se exponía el Santísimo. Apenas tenía uso de razón cuando ya buscaba arrodillarse lo más cerca posible del altar. Se escapaba de la banca familiar y se colocaba en primera fila, permaneciendo horas frente al Sagrario. Aquella inocencia pura anunciaba el futuro de un apóstol eucarístico.
Aún antes de hacer su Primera Comunión, Pedro Julián se formaba en la fila con los demás fieles. Con resignación aceptaba cuando el sacerdote le recordaba que debía esperar, pero su deseo de recibir a Jesús era tan fuerte que, en un gesto conmovedor, le pidió a su hermana mayor —que acababa de comulgar—:
«Tú que tienes a Jesús, pídele que yo sea un gran santo, humilde y devoto de la Virgen Santísima.»
Su rectitud de conciencia brillaba desde pequeño. No habiendo recibido aún la Primera Comunión, buscaba insistentemente un sacerdote que lo confesara. Muchos lo rechazaban por su corta edad. Pero su perseverancia lo llevó, acompañado de un amigo, a un sacerdote que finalmente aceptó escuchar su confesión. Con inocencia y sinceridad, Pedro Julián confesó un hecho que lo había marcado: siendo niño, tomó un casco militar con pluma roja que había visto en casa de un familiar. Aunque fue un simple impulso infantil, aquel pequeño “robo” lo había hecho llorar desconsoladamente y pesaba en su conciencia durante años.
Al salir de esa primera confesión, era otro niño: radiante, alegre, libre. Contó a su amigo: «¡Qué alegría! Al fin conseguí confesarme de aquello que tanto me pesaba.» Este episodio revela su extraordinaria sensibilidad espiritual y nos muestra que desde la infancia se dejaba guiar por el Espíritu Santo para mantener recta su conciencia.
Ordenado sacerdote en 1834, sirvió primero como cura rural y luego, en 1839, ingresó en la Sociedad de María. Allí descubrió más claramente su misión: hacer del Santísimo Sacramento el centro de la vida cristiana. Su oración en el santuario de Fourvière fue decisiva: percibió el abandono en que se encontraba Jesús Eucaristía y sintió la llamada a reparar y difundir su amor.
La Adoración Eucarística es el mayor acto de santidad en la tierra”. San Pedro Julián Eymard
En 1856 fundó en París la Congregación de los Sacerdotes del Santísimo Sacramento, aprobada por Pío IX en 1863. Dos años después, junto con Margarita Guillot, fundó también la rama femenina, las Siervas del Santísimo Sacramento. Con ellos inició la adoración perpetua: turnos continuos de almas orando ante Jesús Eucaristía día y noche, movimiento que cambiaría la devoción de la Iglesia universal.
Las Letanías del Santísimo Sacramento
Escritas por San Pedro Julián Eymard (1811–1868), “apóstol de la Eucaristía” Aprobadas por la Iglesia y recomendadas especialmente para:
- Procesiones con el Santísimo
- Exposiciones prolongadas
- Horas santas de reparación
Estas letanías son un responso de amor, donde cada invocación proclama un atributo de Cristo en la Eucaristía:
Cada invocación eleva el alma y fortalece la fe en la Presencia Real.
Puedes rezarlas en silencio, en comunidad, o como acto reparador ante el abandono e indiferencia hacia el Santísimo.
No faltaron pruebas: la pobreza, las incomprensiones y las críticas de algunos clérigos lo acompañaron hasta el final. Sin embargo, su amor al Santísimo nunca vaciló. Decía: «La Eucaristía es el cielo en la tierra.» Murió el 1 de agosto de 1868, dejando una obra que aún hoy arde en la Iglesia. Fue canonizado por San Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
Lecciones
1. La rectitud de conciencia:
Incluso una pequeña falta debe movernos a la confesión, como lo hizo con aquel casco que tanto pesaba en su alma.
2. La Eucaristía es el centro de la vida:
Sin Jesús en el Sagrario, no hay verdadera transformación personal ni apostólica.
3. La adoración perpetua es un faro para la Iglesia:
Responder al abandono de Cristo Eucaristía con amor constante.
“La santidad comienza en una conciencia recta y florece arrodillada ante el Santísimo: así lo vivió San Pedro Julián Eymard, y así nos invita a vivirlo hoy.”