
Historia
San Pelayo de Córdoba, también llamado Pelagius, Paio o Pelagio, fue un adolescente cristiano del siglo X, que, con apenas 13‑14 años, ofreció su vida antes que renegar de su fe, de su pureza y de su amor a Cristo. Su fiesta se celebra el 26 de junio, y su historia es una llamada vehemente a la fidelidad radical y la castidad defendida hasta la muerte.
Nacido hacia el año 911 en Albeos, Crecente (Galicia), dentro de una familia profundamente cristiana, fue criado por su tío Hermogio, obispo de Tuy. Posterior a la derrota cristiana en Valdejunquera en 920, el obispo fue capturado, y entregó a Pelayo como rehén en Córdoba, con la esperanza de liberar su propia persona.
Pelayo pasó casi cuatro años en cautiverio, creciendo espiritualmente y dando testimonio de su fe a quienes le escuchaban .
Al cumplir los 13‑14 años, su belleza y talento llamaron la atención del califa Abd al‑Rahmán III, quien lo tuvo en su corte. El califa lo tentó con riquezas, honores, la conversión al islam y hasta con proposiciones sexuales contrarias a su castidad.
Pelayo respondió con una fe indomable:
“Nací cristiano, soy cristiano y permaneceré cristiano por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada.”
Ante su firmeza, el califa ordenó torturarlo durante seis horas con tenazas de hierro, y luego lo desmembraron vivo. Su cuerpo fue arrojado al Guadalquivir el 26 de junio de 925.
Sus restos fueron recogidos en secreto por fieles cristianos y sepultados en San Ginés, mientras que su cabeza fue depositada en San Cipriano. Desde el año 967, se veneran en León y posteriormente en el monasterio benedictino de Oviedo, dedicado a su memoria.
La Passio Sancti Pelagii, escrita poco después por el presbítero Raguel y de forma independiente por la monja Hrotsvitha, consolidó su culto. En 2024 se abrió un Año Jubilar por el 1.100º aniversario de su martirio, presidido por el Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández, con misas y plenarias indulgencias vestidas de fe y castidad.
Lecciones
1. La santidad no está limitada por la edad:
Con solo 13‑14 años, San Pelayo demostró que la fidelidad a Cristo trasciende la juventud.
2. La castidad es un tesoro que honra a Dios:
Su negativa a ceder a las tentaciones reafirma que la pureza es un camino hacia el Reino.
3. El martirio de un joven puede avivar la fe de toda la Iglesia:
Su testimonio impulsó la Reconquista espiritual y moral en tiempos difíciles.
4. El proselitismo personal es poderoso:
Aunque preso, proclamó con valentía el Evangelio, llevando almas a Cristo con su ejemplo.
“San Pelayo, mártir niño de pureza y fe inquebrantable, enséñanos que el verdadero coraje es darlo todo por Cristo, incluso la vida y la castidad.”