
Historia
Santa Berta nació hacia el 640 en Teruana, Francia, hija del conde Rigoberto, mayordomo del palacio de Clodoveo II, y Ursana, hija del rey de Kent. A los 20 años se casó con Sigfrido y juntos tuvieron cinco hijas. Tras enviudar en 672, Berta sintió clara la llamada a la vida consagrada.
Entre 682 y 685 fundó un monasterio en Blangy-sur-Ternoise, en el antiguo territorio de la Galia Atrebatense. Se retiró allí junto a dos de sus hijas, Gertrudis y Deotila, que la siguieron en este ideal de santidad. El monasterio, su obra espiritual, se convirtió en un faro de vida cristiana.
Como abadesa instruyó a su comunidad en la observancia regular, construyó la iglesia de Blangy y otros templos dedicados a San Hipólito, San Martín de Tours y San Audomaro. Al crecer en santidad, depositó gradualmente la dirección en su hija Deotila, y se retiró a una celda anexa donde vivió en clausura parcial, vigilante y entregada a la oración.
Durante su retiro fue acusada falsamente por Roger de Artois —rechazado por su hija—, pero el rey Thierry la defendió, ordenando protección divina tanto para ella como para sus hijas. Este episodio mostró su coraje, su dignidad y la protección divina que acompañó su vida de santidad.
Santa Berta vivió el resto de su vida recluida en pequeña celda con vista a la iglesia y al altar, dedicando sus días a la oración y el ayuno como anacoreta – eremita. La palabra “eremita” proviene del griego “eremos”, que significa desierto o lugar aislado. La vocación de un eremita se hizo más popular entre los primeros cristianos, quienes, inspirados por santos como Elías y Juan el Bautista, deseaban vivir una vida apartada y, por lo tanto, se retiraron al desierto para vivir en oración y penitencia.
La definición de eremita se encuentra en el canon 603 del Código de Derecho Canónico, la norma que rige a la Iglesia Católica (vida eremítica o anacorética). (Un anacoreta es un cristiano que, impulsado por el deseo de vencer a la carne, al mundo y al demonio, se retira del bullicio de la sociedad para vivir en soledad, penitencia y oración, buscando la unión más íntima con Dios, sin dejar de estar al servicio de la Iglesia y del prójimo cuando la caridad lo llama).
Murió en Blangy en 725, a avanzada edad, tras medio siglo de santidad vivida en orden y humildad.
Las reliquias de Santa Berta fueron trasladadas en 825 a Estrasburgo para protegerlas de las invasiones, y devueltas en 1032 al monasterio de Blangy, ya reformado bajo la Orden Benedictina. Su culto se consolidó con fuerza en la región y en la Iglesia de Francia. Aunque su canonización fue anterior a los procesos formales actuales, fue declarada santa por aclamación popular y reconocida oficialmente por la Iglesia. Su nombre figura en el Martirologio Romano, y su memoria se celebra cada 4 de julio.
Lecciones
1. La santidad nace de la familia y el sacrificio:
Supo reconciliar la maternidad con la vida consagrada, convirtiendo el hogar en semillero de vocaciones.
2. El servicio crece con la humildad y la clausura:
Su retiro voluntario enseñó que al silenciar el ruido del mundo, se aviva la voz de Dios.
3. El amor pastoral supera toda calumnia:
Frente a engaños adversos, Berta se mantuvo firme y Dios hizo brillar su verdad ante todos.
4. Fundadora:
Edificó iglesias y comunidad, sembrando esperanza en corazones débiles.
“Santa Berta de Blangy nos recuerda que en el silencio de una celda, un corazón humilde puede cambiar el mundo: fundar comunidades, confrontar las calumnias y encender la esperanza de generaciones.”