
Historia
Santa Catalina de Génova nació en 1447 en una familia noble de gran prestigio. Desde niña mostró un corazón profundamente piadoso: a los ocho años ya practicaba penitencias severas y pasaba largas horas de oración frente a un cuadro del descendimiento de Cristo. Su alma ardía de amor por Jesús y aborrecía todo lo que apartara de Él, de modo que anhelaba consagrarse al Señor en un convento
Sin embargo, la Providencia le abrió otro camino. Con apenas 13 años, no fue admitida en el monasterio por su corta edad. A los 16, quedó huérfana de padre y, por un acuerdo familiar entre los Fieschi y los Adorno, contrajo matrimonio con Julián Adorno, un joven noble pero iracundo, jugador y mujeriego. Catalina, que había deseado ser esposa de Cristo, aceptó aquel matrimonio como cruz. Durante años sufrió desprecio, soledad y abandono espiritual, probada incluso por un aparente silencio de Dios
Después de cinco años de oscuridad, en 1474, Catalina entró en la iglesia de San Benito, desesperada, y pidió al Señor luz en su sufrimiento. Entonces ocurrió su gran conversión: una gracia interior le hizo ver con claridad la bondad infinita de Dios y la malicia del pecado. Cayó en un éxtasis de amor divino, excluyendo de su vida toda vanidad, y exclamó: “Amor mío, nunca jamás ofenderte”. Poco después, Cristo mismo se le apareció cargado con la cruz, mostrándole su sangre derramada por sus pecados
Desde ese momento, su vida cambió por completo. Comenzó a comulgar diariamente, algo excepcional en aquella época, y la Eucaristía fue durante 23 años su fuerza espiritual. Se entregó a una vida austera de penitencia, oración y servicio a los pobres, despojándose de adornos y comodidades. Pasaba horas de rodillas en oración, dormía sobre zarzas y vivía de una austeridad que parecía sobrehumana, sostenida por el amor de Cristo
No obstante, su penitencia no fue solo externa. Catalina comprendió que la verdadera mortificación está en el corazón: dominar la propia voluntad, renunciar al egoísmo y conformarse con la voluntad divina en todo. Por eso, en sus escritos espirituales —como el Tratado del Purgatorio y sus Diálogos— enseñó que la santidad no consiste solo en castigar el cuerpo, sino en purificar el alma para unirse enteramente a Dios
Al mismo tiempo, Catalina volcó su caridad en los enfermos. Se unió a la Compañía de la Misericordia de Génova, donde se dedicó con especial ternura a los leprosos y llagados. Venciendo su natural repugnancia, cuidaba de ellos como una madre, aplicando incluso sus labios sobre sus heridas para vencer toda repulsión. Así, su amor a Cristo se tradujo en un amor heroico al prójimo, especialmente a los más abandonados
Dios bendijo su perseverancia: con paciencia y oración logró la conversión de su esposo Julián, que acabó reconciliado con Dios, ingresó en la Tercera Orden Franciscana y murió piadosamente en sus brazos. Catalina, viuda, consagró entonces toda su vida a dirigir el Hospital de Pammatone, donde sirvió hasta el final de sus días
En medio de su servicio, Dios la favoreció con éxtasis místicos, profundos ardores de caridad y una ardiente visión del purgatorio, que plasmó en escritos de gran valor espiritual para toda la Iglesia. Sus últimos años fueron un verdadero martirio físico y espiritual, consumida por el amor divino hasta el extremo. Murió el 15 de septiembre de 1510, con las palabras de Cristo en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Fue canonizada en 1737 y es recordada como modelo de penitencia, caridad y unión mística con Dios
Lecciones
1. El dolor puede ser camino de santidad: sus sufrimientos en el matrimonio y la soledad se convirtieron en ocasión de unión más íntima con Dios.
2. La conversión es gracia transformadora: un instante de luz divina cambió su vida y la hizo arder en amor por Cristo.
3. La Eucaristía como alimento diario: su fuerza espiritual y apostólica brotaba de la comunión frecuente.
4. Caridad heroica con los pobres: venció la repugnancia natural para servir a los más enfermos y abandonados como si sirviera a Cristo mismo.
“Santa Catalina de Génova: del dolor nació un corazón en llamas de amor a Cristo.”