
Historia
Santa María Magdalena de Pazzi nació en 1566 en Florencia, Italia, en una familia noble que esperaba para ella un futuro destacado. Pero desde pequeña sintió una fuerte atracción por la vida espiritual, enamorándose de la oración, el silencio y la Eucaristía. A los 16 años ingresó al convento carmelita de Santa María de los Ángeles, donde pudo comulgar con frecuencia, lo que era para ella una gran alegría.
Poco antes de hacer sus votos, cayó gravemente enferma. Por temor a que muriera, sus superioras le permitieron adelantar la profesión religiosa. Aquel día, al recibir el crucifijo, el sacerdote le dijo unas palabras que marcarían toda su existencia:
“A mí, líbreme Dios de gloriarme en otra cosa que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (cf. Gál 6,14).
Desde entonces, ardió en su alma un amor desbordante por el Crucificado.
Al salir de la ceremonia y ser llevada a la enfermería, tuvo su primer éxtasis. Su rostro brillaba, estaba empapado en lágrimas, y repetía:
“¡Oh amor de Dios, que no eres conocido ni amado, cuán ofendido estás!”
Durante cuarenta días recibió gracias místicas extraordinarias, que luego fueron seguidas por profundas purificaciones: enfermedades, sequedades espirituales, tentaciones, oscuridades del alma. Ella lo ofrecía todo en silencio, repitiendo su lema de vida:
“No morir, sino sufrir. Ni sanar, ni morir, sino vivir para sufrir.”
Recibió los estigmas de Cristo, sufrió los dolores del Viernes Santo, y Durante sus éxtasis —muchos de los cuales fueron registrados por tres religiosas a petición de su confesor—, hablaba con Dios, intercedía por la Iglesia, pedía almas dispuestas a amar y sufrir por Cristo. De esas revelaciones nació el libro Contemplaciones, un tesoro de teología mística citado a menudo por San Alfonso María de Ligorio.
Dios le concedió dones extraordinarios: bilocación, conocimiento de conciencias, visiones proféticas. A Alejandro de Médicis le profetizó que sería Papa (León XI) y moriría poco después, como así ocurrió. Curó enfermos, leyó almas, y —lo más impresionante— soportó con paz el abandono interior conocido como la “noche oscura del alma”.
Su cuerpo se convirtió en un verdadero campo de dolor: violentos dolores de cabeza, parálisis, sensibilidad extrema al tacto, desgano espiritual, tentaciones impuras. Y sin embargo, seguía repitiendo:
“¡Señor, hágase tu santa voluntad! No morir, sino sufrir.”
Murió el 25 de mayo de 1607, a los 41 años, transfigurada por el amor de Dios. Su rostro quedó hermoso y sonrosado, y su cuerpo permanece incorrupto en el convento de las Carmelitas en Florencia.
Fue canonizada en 1669. Su vida sigue siendo un faro de luz para quienes desean amar verdaderamente a Cristo crucificado.
Lecciones
1. La santidad consiste en amar con obras:
Santa María Magdalena de Pazzi nos enseña que la vida espiritual no es una emoción, sino una decisión radical de amar a Cristo en todo, especialmente en la cruz.
2. Quien sufre por amor a Dios se vuelve bello a sus ojos:
Dios le reveló que las almas que unen sus sufrimientos a los de Cristo se vuelven “inmensamente hermosas”. Es un consuelo inmenso para quienes cargan cruces.
3. Contemplar la Pasión fortalece para sufrir sin quejas:
Ella aprendió a mirar las heridas de Jesús para no quejarse de las suyas. En nuestra vida, mirar el crucifijo es la mejor medicina contra la impaciencia y el desaliento.
4.La noche oscura no es abandono, sino purificación:
Pasó por terribles pruebas interiores, y sin embargo perseveró. Su experiencia nos recuerda que Dios purifica al alma para hacerla más humilde, más fiel y más santa.
5. Todos los días podemos ofrecer nuestros pequeños sufrimientos:
Dolores físicos, enfermedades, injusticias, tentaciones, preocupaciones… todo puede ser ofrecido como sacrificio por amor a Jesús y por la conversión de las almas.
“Santa María Magdalena de Pazzi nos enseña que quien abraza la cruz con amor, transforma su dolor en redención y su vida en un himno silencioso de salvación para el mundo.”