
Historia
Los santos Priscila y Aquila fueron un matrimonio judío convertido al cristianismo que jugó un papel crucial en los comienzos de la Iglesia. Aquila era originario del Ponto (actual Turquía) y Priscila, según varias fuentes, era probablemente romana. Ambos eran artesanos fabricantes de tiendas, y su vida cambió radicalmente tras encontrarse con Cristo, a quien consagraron su matrimonio, su hogar y su trabajo.
En el año 49 d.C., a raíz del decreto del emperador Claudio que expulsó a los judíos de Roma (cf. Hch 18,2), se establecieron en Corinto, donde conocieron a San Pablo, quien “fue a verlos, y como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y a trabajar con ellos” (Hch 18,3). Esta convivencia duró aproximadamente un año y medio, y fue una etapa de gran fecundidad espiritual. El hogar de Priscila y Aquila no solo fue refugio para San Pablo, sino también un centro de evangelización y acogida para los primeros cristianos.
Más adelante, Priscila y Aquila acompañaron a Pablo a Éfeso (cf. Hch 18,18-19), donde siguieron colaborando en la misión. Allí destaca un episodio revelador: el elocuente predicador Apolos, aunque fervoroso, conocía solo el bautismo de Juan. Fue entonces cuando “al oírlo, Priscila y Aquila lo tomaron consigo y le explicaron más exactamente el camino de Dios” (Hch 18,26). Este gesto muestra su profunda formación, humildad y autoridad espiritual, ejercida sin necesidad de cargos formales.
San Pablo les tenía un gran aprecio. En la carta a los Romanos escribe: “Saluden a Prisca y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús. Ellos expusieron su vida por mí, y no sólo yo les estoy agradecido, sino también todas las iglesias del mundo pagano. Saluden también a la iglesia que se reúne en su casa” (Rom 16,3-5). En varias ocasiones (cf. 1 Cor 16,19 y 2 Tim 4,19), Pablo se refiere a la comunidad cristiana reunida en el hogar de este matrimonio, lo que indica que su casa fue verdaderamente una “iglesia doméstica” donde los fieles se congregaban para orar, compartir la Palabra y celebrar la Eucaristía.
El hecho de haber arriesgado su vida por Pablo muestra la intensidad de su compromiso y el peligro real de su discipulado. Su amor por Cristo no fue sentimental ni superficial, sino probado en el dolor, el exilio, las amenazas y el sacrificio. Aunque no se conocen detalles precisos de su muerte, el Martirologio Romano los conmemora como mártires, testigos valientes de la fe.
Lo más llamativo es que Priscila y Aquila siempre son mencionados juntos en el Nuevo Testamento, en seis ocasiones, lo que demuestra la profunda comunión de su vocación matrimonial al servicio del Reino. Juntos enseñaban, acogían, discernían, servían y arriesgaban. Juntos vivían el evangelio en la sencillez del hogar, en el trabajo manual y en la entrega a los hermanos.
En un mundo donde el matrimonio muchas veces se fragmenta por el egoísmo o la indiferencia, Priscila y Aquila son un modelo de pareja misionera, un testimonio de cómo vivir una vocación común a la santidad en medio del mundo.
Lecciones
1. La Iglesia nace del hogar:
Santa Priscila y San Aquila vivieron la hospitalidad como forma sacramental de evangelización.
2. El ministerio laico es indispensable:
No eran clérigos, pero poseían autoridad pastoral: habían formado a Apolos y sostenido a San Pablo.
3. El matrimonio católico es misión compartida:
Unidos en obras y riesgos, fueron equipo espiritual al servicio de la Iglesia.
4. Arriesgarse por los hermanos es santidad valiente:
Acompañar al apóstol San Pablo exponiendo su vida fue entrega real.
“Cuando un matrimonio vive el Evangelio, se transforma en testimonio del amor de Cristo, como lo fueron Santa Priscila y San Aquila.”