Santo Tomás: El apóstol que tocó las llagas y abrazó la cruz

Historia

Tomás, llamado también Dídimo —que significa “gemelo” en arameo y griego— era un judío llamado por Jesús como uno de sus doce apóstoles. Aunque su vida pública fue discreta, el Evangelio de San Juan revela detalles de su personalidad: valiente, abierto a expresar dudas, pero también profundamente leal.

Cuando Lázaro murió, los discípulos desearon abandonar a Jesús, pero fue Tomás quien proclamó con valor: “Vayamos también nosotros, para morir con Él” (Jn 11:16). Este momento revela su amor fiel, aunque teñido de dolor y valentía.

Después de la Resurrección, Tomás no estaba presente para la primera aparición de Jesús. Al escuchar la noticia, manifestó una fe honesta y exigente: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos… no creeré” (Jn 20:24–25).

Ocho días después, Jesús resucitado se presenta y lo invita a tocar las heridas.

Tomás cae de rodillas y confiesa: “¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús responde: “Dichosos los que crean sin haber visto” (Jn 20:29). Así, de la duda nace una fe profunda y transformadora.

Tras Pentecostés, el apóstol Tomás predicó el Evangelio con gran celo misionero. Según la Tradición de la Iglesia, llevó la fe a regiones como Persia y la India, siendo reconocido por los cristianos de Malabar como el “Apóstol de la India”. Allí fundó comunidades cristianas que aún perduran y es especialmente venerado en el estado de Kerala. La tradición sostiene que fue martirizado en Mylapore (actual Chennai, India), hacia el año 72, atravesado por una lanza mientras oraba. En el año 394, sus reliquias fueron trasladadas a Edesa, y siglos más tarde, parte de ellas llegaron a Ortona (Italia), donde aún se veneran en la catedral dedicada a él.

Lecciones

1. La fe auténtica no teme expresar sus dudas ante Dios:

Santo Tomás nos enseña que la fe no consiste en fingir certeza, sino en buscar con honestidad el rostro de Cristo. Su duda no fue rebeldía, sino un anhelo profundo de tocar al Resucitado. El Señor no lo reprende, sino que lo sale al encuentro con ternura.

2. El amor fiel permanece incluso en medio del sufrimiento:

Cuando los demás temieron acompañar a Jesús a la muerte, Tomás exclamó con valentía: “Vayamos también nosotros, para morir con Él”. Su ejemplo muestra que el amor auténtico no huye del sacrificio, sino que se ofrece entero, aun cuando no comprende del todo el misterio.

3. Quien toca las llagas del Resucitado se convierte en testigo ardiente:

Al tocar las heridas de Cristo, Tomás fue transformado: de la duda nació una confesión gloriosa —“¡Señor mío y Dios mío!”—, que lo impulsó a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. La cercanía con el Cristo herido es la que hace fecunda nuestra misión.

4. El martirio es el sello de una vida que se entrega sin reservas:

Tomás murió atravesado por una lanza mientras oraba en la India, donde fundó comunidades cristianas que perduran hasta hoy. Su sangre regó la tierra con el testimonio de un corazón que fue conquistado por el amor crucificado.

“Aquel que dudó, murió por la fe; Santo Tomás nos recuerda que Dios no teme nuestras preguntas, sino que las transforma en confesiones de amor eterno.”

Fuentes: CalendariodeSantos, Vida Santas, Santopedia, Wikipedia, ACI Prensa, EWTN, Parroquiasantotomasapostol, Reliquias, Reliquias.

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