
Historia
Santa Monegunda nació en Chartres (Francia) alrededor del siglo VI. Fue felizmente casada y madre de dos hijas, pero cuando éstas murieron en la infancia, cayó en una gran depresión. Para no quedarse atrapada en el dolor y el puro sufrimiento, llenó el vacío de su alma con la presencia de Dios, buscando así su verdadera sanación espiritual.
Con el permiso de su esposo, construyó una sencilla celda a las afueras de Chartres, equipada solamente con una estera (Tejido grueso de esparto, juncos, palma, etc., o formado por varias pleitas cosidas, que sirve para cubrir el suelo de las habitaciones y para otros usos.) donde podía descansar. Su alimentación era austera: solo pan de avena seco remojado en agua.
Tras años de vida eremítica, su fama de santidad creció y decidió trasladarse a Tours, al lado de la tumba de San Martín de Tours, para continuar su camino de oración y penitencia. Allí, su celda pronto atrajo a otras mujeres que deseaban imitarla en la vida contemplativa. Con el tiempo, estos discípulas crearon el monasterio de Saint‑Pierre‑le‑Puellier, con una regla escrita por ella misma y una vida centrada en el trabajo manual, la oración y el servicio a pobres y peregrinos.
La palabra “eremita” proviene del griego “eremos”, que significa desierto o lugar aislado. La vocación de un eremita se hizo más popular entre los primeros cristianos, quienes, inspirados por santos como Elías y Juan el Bautista, deseaban vivir una vida apartada y, por lo tanto, se retiraron al desierto para vivir en oración y penitencia.
La definición de eremita se encuentra en el canon 603 del Código de Derecho Canónico, la norma que rige a la Iglesia Católica (vida eremítica o anacorética). (Un anacoreta es un cristiano que, impulsado por el deseo de vencer a la carne, al mundo y al demonio, se retira del bullicio de la sociedad para vivir en soledad, penitencia y oración, buscando la unión más íntima con Dios, sin dejar de estar al servicio de la Iglesia y del prójimo cuando la caridad lo llama).
Santa Monegunda realizaba milagros por medio de la oración y la señal de la cruz. Se narran curaciones: una mujer ciega recobró la vista, otra sorda fue sanada, y muchos enfermos hallaron consuelo y salud al encomendarse a ella.
Cuando sintió su muerte cercana —alrededor del año 570— reunió a sus monjas y les dijo: “No estéis tristes, que yo os seré más útil desde el cielo”. Bendijo sal y aceite que se multiplicaron milagrosamente sin agotarse.
Fue enterrada en su monasterio en Tours y su tumba se convirtió en meta de peregrinos, pues continuaron obrando muchos milagros, incluso sanaciones de ceguera, como la de un hombre parcial que recibió los otros ojos al visitar las reliquias de San Martín. En 1562 las reliquias fueron profanadas por los calvinistas, y gran parte se perdió, aunque parte de ellas se conservó y fue solemnemente restaurada en 1697
Lecciones
1. Del dolor humano al consuelo divino:
Santa Monegunda nos enseña que el sufrimiento no nos consume cuando lo ofrecemos a Dios y abrimos nuestro corazón al consuelo divino.
2. El silencio y la austeridad forjan la intimidad de alma:
Su celda humilde y el regimen de oración la transformaron en semilla de vida para muchas almas.
3. La caridad cristificante se ejerce en el encuentro con los más necesitados:
En su monasterio, sirvió a enfermos, peregrinos y pobres, demostrando que la santidad se articula en el servicio humilde.
4. El milagro no reside en el acto, sino en el corazón que reza:
Sanó por la señal de la cruz y la fe, revelando que Dios actúa donde hay plena confianza.
“Santa Monegunda de Tours, tú que hallaste en la soledad el consuelo de Dios, enséñanos que el dolor ofrecido con fe se transforma en fuente de gracia y santidad.”